viernes, 26 de diciembre de 2008

BORGES Y EL BÉISBOL


Cuando uno revisa la lista de los escritores galardonados con el Premio Nobel de Literatura no puede uno sino pensar en que al menos la mitad de ellos palidece ante el talento del argentino Jorge Luis Borges. Con esta frase no pretendo iniciar crítica alguna, sino simplemente realzar el hecho de que el Nobel, esa medalla del establishment, no mereció a alguien como el gran Borges.
Borges se caracterizó desde muy temprana edad por su cercanía con la cultura anglo-sajona, sobre todo la inglesa (su abuela materna era originaria de la isla) y en menor medida la norteamericana. Por ello no ha de extrañar que Borges tuviera una idea acerca del Juego de Pelota que tanto atraía a los paisanos de Walt Whitman.
A continuación reproduzco un intercambio de ideas sostenido en la ciudad de los sueños entre Borges y un periodista del New York Times.

Borges, ahora mismo en este país Mantle es más importante que Hemingway. ¿Qué piensa de eso?
Eso delata nuestro siglo. Defender la razón siempre ha sido una ambición humana, pero yo no sé si la literatura nos ha hecho razonables. En cambio, la historia real es una historia militar. O en todo caso, lo que llega a nosotros es eso. De algún modo el béisbol es dramático y tiene un valor estético. Es una suerte de libro raro que se escribe a la vista de los espectadores. Algunos llegan al final llorando. Recuerdo que eso me sucedió al leer acerca de las guerras púnicas.

Como siempre, lo conmueve lo épico.
Sí, precisamente, aunque como sabe yo ya no puedo leer por mi mismo a causa de mi ceguera, muchos menos seguir un match de béisbol.

¿Alguna vez pensó en que el béisbol da la impresión de que guarda, como su escritura, Borges, una estricta fidelidad al orden?
Me gustaría saber cuál orden (ríe).

Bueno, es un orden que preside, naturalmente, su escritura y sus actos.
Mis actos, yo no sé. La verdad es que he obrado de un modo tan irresponsable. Mi vida es bastante casual, y trato de que mi escritura no sea casual, es decir, trato, bueno, de que haya algo de cosmos, aunque sea esencialmente el caos. Como puede ocurrir en el universo o en el béisbol, desde luego. Hay cierto orden, pero un orden… bastante pudoroso, bastante secreto, sí.

Ese orden en el béisbol sería el sabor de lo épico.
Puede ser. Hay un sabor de que nuestro tiempo no suele percibir el elemental sabor del heroísmo. A mí curiosamente me conmueve más lo épico que lo lírico, o que lo elegíaco. A veces yo he llorado leyendo algo. Así que supongo que alguien puede llorar tras un match de béisbol. Quizá los aficionados al béisbol buscan la épica que no les depara su vida cotidiana. Sería un destino fatalmente suyo.

La alarma que crea la belleza del juego, digamos.
Sí, la alarma que crea la belleza, ya que la belleza es una forma de alarma o inquietud, en todo caso.

Sobre todo si recordamos aquella frase de Platón, en el Banquete, que dice: “Orientado hacia el inmenso mar de la belleza.”
¡Ah!, es una linda frase. Sí, parece que son palabras esenciales. El aficionado es al final un lector de la belleza.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

LO DICHO


"El Club Naranjeros de Hermosillo informa que el Sr. Francisco Estrada deja a partir de hoy de ser el manejador del equipo. A pesar del trabajo realizado por el estratega navojoense, los resultados no han sido los esperados y por esa razón el Consejo Directivo del Club ha tomado esta decisión.”
Así reza una nota periodística. Lo siento por Paquín y su cuenta bancaria, pero todos sabemos que los naranjeros no son un club para él. Paquín es y será por siempre un Tomatero de Culiacán. El más grande manager de la Liga del Pacifico. Sí, señor.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

PARA LOS MAL PENSADOS

DE MI BREVE ROMANCE CON EL CUADRANGULAR


Algunos desean o desearon acostarse con una joven Brigitte Bardotte. Algunos desean beber una botella de Petrus a la luz de la luna de Valencia. Algunos desean tener la primera edición de “Las Iluminaciones” de Jean Arthur Rimbaud. Algunos desean haber sido Jimmy Hendrix. Algunos desean haber sido Salvador Dalí. Algunos, como yo, desean batear un cuadrangular. En esto último varían las circunstancias: en la novena entrada, en la serie mundial, en el Yankee Stadium, en un enfrentamiento improbable ante Steve Carlton o en todo lo anterior reunido. Yo limito las vanas circunstancias a su esencia: simplemente botarla de home-run.
El cuadrangular es ante todo un acto de voyeurismo para el espectador. Es el andamiaje de la barbarie en nombre de la belleza. ¿Cómo no anhelar el retacar la pelota más allá del campo del béisbol? La adición de la unidad al infinito. Las mil y una noches.
De pequeño era malísimo para batear. (Aún lo soy, pero ahora por lo menos puedo culpar a mi vista en decadencia). En aquel entonces me cuestionaba sobre el qué sentirían los grandes sluggers cuando mandaban la pelota a dormir en las gradas. Recuerdo sobre todo los macanazos salvajes de Willie Aikens, Nelson Simmons, Roy Johnson y Lalo Jiménez cuando visitaban el Ángel Flores. Bueno, en realidad, admiraba hasta los cuadrangulares galleteros del almirante Nelson Barrera, los tumba-bardas sorpresivos de Darrell Sherman y las cuchareadas sabrosas de Ray Torres. Todo lo que oliera a estacazo de cuatro esquinas estaba hecho para mí de la sustancia de la que se conforma lo imposible.
En la escuela primaria durante los recesos jugábamos béisbol con una pelota de tenis. El patio era pequeño, por lo que no usábamos bates para darle a la bola, sino nuestras manos a puño limpio. Yo siempre la mandaba hasta la calle, pero bajo las reglas del juego eso era considerado out, pues era un fastidio brincarse la barda para ir afuera por la pelota. En cambio, era considerado cuadrangular darle a un tablero de baloncesto que se encontraba en los jardines. Nunca di un cuadrangular: me encantaba darle a la bola con la fuerza de un Julio César Chávez conectando un gancho al hígado. Así que por lo general conectaba un doblete contra la barda o era out por regla (la regla descrita).
Por su parte, en las ligas infantiles la cosa no iba mejor. Era poco común que me embasara a batazo limpio. Si no me ponchaban (y eso era raro, rarísimo), llegaba a la primera tras negociar base por bolas. Era una pena ser tan mal bateador, porque eso me condenaba a la banca a pesar de poseer un formidable fildeo y de contar con un brazo más que temible. Y hablo de mi fildeo, porque me eduqué en la vieja escuela de los jugadores de cuadro, esto es, no dejar pasar ningún batazo bajo ninguna circunstancia. Para mí era (y es) inaceptable llegarle a los rodados de ladito. “Cosa de señoritas”, diría mi padre.
Pero no bateaba nada. Y si no se batea no se puede jugar. Y si no se juega no se puede conectar de home-run. Así se simple. Ello está escrito, dicen, en la República de Platón.
Y de verdad me daba envidia el ver a mis compañeros de equipo recorrer las bases tras dar un palo de vuelta entera. Vaya, hasta el Kiko que era malísimo se la botó una vez. Ya ni menciono al Héctor Aguilar (sí, el hijo del huevo Aguilar) que parecía que no sabía batear otra cosa que cuadrangulares. Al carajo, dejé de jugar (pero no de ver) béisbol por un tiempo. En cuanto a la envidia, esta es un sentimiento subestimado. A través del pleno dominio y comprensión de la envidia llegué a sentir empatía por el Satanás del “Paraíso Perdido” de Milton.
Años después, ya en la escuela secundaria acaso aprendí a chocar la pelota y a ser un bateador respetable, por lo menos en los juegos amistosos. Pero seguía sin poder macanear la pelota. Parecía estar escrito que mi destino era el de nunca mandarla atrás de la barda.
Pero un día…
Era la escuela preparatoria. Estábamos jugando alumnos contra profesores. No era en un campo de béisbol -porque en el que queríamos jugar estaba ocupado- sino en un campo de fútbol. Jugar béisbol en un campo de fútbol es algo francamente extraño. Debe ser algo así como bailar un vals en medio de los fogonazos del campo de batalla. El home se encontraba en uno de los puntos de tiro de esquina, de modo que las líneas de cal se dirigían a dos rocas que hacían las veces de primera y tercera. Otra roca más hacía de segunda.
Con hombre en primera y dos outs, vine a batear. Estaba tirando el profesor Osuna, quien tenía un saco de artimañas: curvas, cambios, parábolas, elipses. Por algo era el profesor de física.
No sé que diablos me tiró en los dos primeros lanzamientos, pero me hizo abanicar feamente. Toda la frustración bateadora de mi infancia se me vino de golpe. Desde la segunda el profesor Rosalío le grito al profesor Osuna: “Tírale algo fácil para que le pegue. Queremos jugar también.”
Osuna casi burlón me tiró una recta de humo. Y digo de humo, porque humo fue lo que echó la bola cuando se la retache hasta la otra esquina del campo de fútbol (medidas oficiales). Me quedé de pie mirando volar la pelota. Iba alto, alto, y parecía que no iba a caer nunca. El fuselaje del aire se desbarataba en pedazos. Islas de silencio flamígero abarcaban el instante hasta que alguien me gritó y eché a correr.
Ese batazo en cualquier estadio habría sido home-run, pero pues no había barda, así que tuve que correr como jamelgo en estampida hasta llegar al delirio furioso y delicioso del home.

miércoles, 22 de octubre de 2008

JACK KEROUAC EN CULIACÁN


La tesis es simple: Jack Kerouac, el autor de “En el Camino” visitó Culiacán en algún momento de los años 1950’s. De paso habría asistido al béisbol para cerveza en mano apoyar a los Tomateros de Culiacán. ¿La fuente de esa afirmación? Un poema.
El poema más reconocido de Kerouac, “Mexico City Blues”, compuesto de 242 “coros”, incorpora todos los elementos de la teoría de la composición espontánea, Recuerdos, fantasías, sueños y surrealismo son combinados líricamente en un formato de textos sueltos que logra crear una épica sugerente.
“Mexico City Blues” se caracteriza por ir hilando experiencias, alucinaciones y pensamientos. Es una suerte de universo íntimo cifrado en el ritmo del Jazz. El poeta va asociando ideas según estas van deambulando a través de sus recuerdos.
Es importante recordar que Kerouac era ante todo un aventurero, un Jack London o un Lord Byron moderno. Y además, no menos importante, era un fanático del béisbol; de hecho en uno de los capítulos de su novela “Los Ángeles de la Desolación”, llega a crear un encuentro de béisbol imaginario.
En su viaje a la Ciudad de México desde San Francisco, Kerouac tal vez recorrió por carretera la larga ruta de la costa del pacífico, pasando desde luego por Sonora, Sinaloa y Nayarit. En ese sentido resulta curioso que Kerouac toque el tema del béisbol en el coro 137 (“When dry is Riverbottom/Baseball Rock”) de “Mexico City Blues” para en el siguiente coro señalar lo siguiente:

138th Chorus

It’s really a Brooklyn Night
the Aztec Night
the Mix Toltec Night
the Saragossa Night
the Tarasco Night

Jaqui Keracky
Grow Opium
In Ole Culiacan


(BLANK, the singer
sings nothing)


¿Al hablar de la noche de Brooklyn se refería Kerouac a los juegos de los Dodgers en Ebbets Field a los que asistió mientras era un estudiante de letras en la Universidad de Columbia en Nueva York? ¿Las siguientes repeticiones sobre la noche pretenden asimilar sus experiencias nocturnas en Brooklyn a las experimentadas en México? Después de todo, cada noche contiene a todas las noches del mundo. La mención de “Jaqui Keracky” aparentemente es un apelativo femenino de Jack Kerouac. La mujer como creadora de vida, para después rematar con la mención de que sembró opio en Culiacán. Luego el silencio. ¿Qué enmudeció al poeta? ¿Un cuadrangular en la novena entrada?
Los argumentos para sostener la tesis, como se ve, se limitan a una literatura de meras especulaciones. Serían reprobados por cualquier profesor de lógica. Quizá Kerouac sólo estuvo en Culiacán para experimentar con opiáceos. Quizá Kerouac sólo estuvo de paso. Quizá Kerouac nunca visitó el Ángel Flores. ¿Pero cómo saberlo de cierto?

jueves, 2 de octubre de 2008

THE TEXAS COWBOY

¿Cómo no recordar la lección que le dio el cuarentón Nolan Ryan al punk veinteañero Robin Ventura? Lo que no muchos recuerdan es que Ventura fue expulsado esa vez y Ryan no. Las leyendas vivientes no se tocan, por eso son vacas sagradas.

martes, 30 de septiembre de 2008

CRÍMENES EJEMPLARES DEL BÉISBOL


Max Aub (París, 2 de junio de 1903 – Ciudad de México, 22 de julio de 1972), sofisticado judío republicano, narrador, prosista lírico, cuentista imaginativo, dramaturgo y poeta ocasional, era un derroche de ingenio. Es una pena que hoy en día no tenga el número de lectores que merece un escritor con su talento. En particular, su libro “Crímenes Ejemplares” es una obra maestra de la literatura. La parodia por excelencia del criminal cínico. “Crímenes Ejemplares” recuerda a ese portentoso ensayo de Thomas de Quincey llamado “Del Asesinato como una de las Bellas Artes”, pero con más descaro y humor, lo cual no es poca cosa.
Si usted no ha leído ese libro, ¿qué diablos hace aquí? Vaya a comprar “Crímenes Ejemplares”. Hay ediciones de 3 ó 4 dólares. Si no tiene dinero para comprar el libro, róbelo. La gente lee tan poco hoy en día que el robo de libros debe ser algo así como el robo famélico, libre de toda culpa. Al menos esa era la filosofía de José Vasconcelos, esa gran figura intelectual del México de la primera mitad del siglo XX.
En una suerte de experimento pretendimos hacer aquí una breve parodia de esa parodia que es “Crímenes Ejemplares, mejor dicho, intentamos una breve parodia beisbolera de esa otra parodia. Veamos los resultados.

Yo estoy seguro que se rió. Lo miré desde la caja de bateo. Allá sentadito en el palco. ¡Se rió de lo que yo estaba aguantando! Corredor en segunda y con dos outs. El juego empatado en la novena baja. Era demasiado. Me metía y me volvía a meter la fresa sobre el nervio. Con toda intención. Nadie me quitará esa idea de la cabeza. Me tomaba el pelo. Primero vinieron un par de rectas de humo. ¿Acaso no saben lo que es estar abajo en la cuenta con dos strikes? Y luego el cambio. Ponche. Su risa desde el palco fue insoportable. Debieran felicitarme. Yo les aseguro que de aquí en adelante tendrán más cuidado. Quizá apreté demasiado. Pero tampoco soy responsable de que tuviese tan frágil el gaznate. Y de que se me pusiera tan a mano, tan seguro de sí, tan superior. Tan feliz.

*

Toda la temporada en la banca. Lo maté porque estaba seguro de que no me alinearía en la final.

*

Era tan pronunciada su curva, que cada vez que me la lanzaba, parecía un insulto. Todo tiene su límite.

*

Lo maté porque me dolía la cabeza. Después de 100 lanzamientos a uno le duele la cabeza. Y que él venga hablar a la loma, sin parar, sin descanso, de cosas que me tenían completamente sin cuidado. La verdad, aunque me hubiesen importado. Antes, miré mi reloj seis veces descaradamente: no hizo caso. Creo que es una atenuante muy de tenerse en cuenta.

*

¡Si el out estaba hecho! Era un fly sin chiste al jardín. No había más que meter el guante debajo de la pelota. “Mía, mía”, me gritó... ¡Y la dejo caer! ¡Y aquel out era decisivo! Les dábamos en toditita la madre a esos cabrones de los venados. Si del batazo que le di en la cabeza se fue al otro mundo, que aprenda allí a cachar como Dios manda.

martes, 23 de septiembre de 2008

LA LIGA DE LA COSTA


Antecesora de la Liga Mexicana del Pacifico, la Liga de la Costa se jugó en Sonora y Sinaloa durante parte de los años 1940’s y 1950’s. Desde luego los Tacuarineros de Culiacán fueron los campeonísimos.
Buscando precisamente información sobre la Liga de la Costa me encontré con las siguientes curiosidades de la IV Temporada 1948-1949 en:
http://www.historiadehermosillo.com/BASEBALL/04temporada/04temp.htm

(Whitey Ford tiró en la Liga!)

“La temporada comenzó el penúltimo día de octubre de 1948 visitando Hermosillo a Mochis, Culiacán a Guaymas y Obregón a Mazatlán. El “caballito” de batalla de los Queliteros, el gran “ciclón” Manuel Echeverría, doblegó a los Cañeros en el partido inaugural por marcador de 6-3 aunque en el segundo de la serie “Booker” (“Balazos”) McDaniels pinta de blanco 2-0 al equipo capitalino. De nueva cuenta Echeverría acumula otra victoria más a su larga y exitosa carrera deportiva venciendo en el decisivo a Guillermo “Memo” Luna con marcador de 7 carreras a 3 con menos de dos días de descanso. Echeverría iniciaba como era su costumbre, sin embargo como se vería después, el beisbol le tenía preparados momentos ingratos que tendría que enfrentar con valor el gran atleta.
“En el puerto sonorense de Guaymas, “la Tuza” Ramírez deja de manifiesto que vendría por una gran temporada venciendo por blanqueada a los Ostioneros 4-0 quienes aún lucían incompletos esperando la llegada de “su” Theolic Smith (que no apareció) y del “brujo” Barney Serrell (que tuvo una campaña desafortunada). Los “Tacuarineros” barren en la serie al débil equipo porteño ganando el segundo 4-2 con gran serpentina de Tomás Arroyo y el Negro Morales saca su escoba terminando el barrido por marcador de 3-2 sobre Ladislao Zamora
“En el puerto Mazatleco, los “Trigueros” de Obregón sólo empatan el segundo juego 2-2 en 11 entradas, perdiendo los otros dos por marcador de 3-2 con gran labor de Daniel Ríos, y 12 carreras a 1 lanzando el novato sensación de 20 años Eddie Whitey Ford, el mismo que durante la década de los cincuentas y sesentas sería un superestrella en las Grandes Ligas con los Yankees de Nueva York, estando hoy en día en el selecto grupo de los inmortales de Cooperstown.
“Muy pronto el desarrollo de la campaña descubrió quienes podían llegar a ser campeones. Venados de Mazatlán y Tomateros de Culiacán, acérrimos enemigos del vecino estado de Sinaloa, empezaron a ganar partidos a dos manos empujando poco a poco hacia el sótano a las débiles novenas de Hermosillo y Guaymas. Mochis por su parte resistió un poco más el embate de las poderosas escuadras sinaloenses siendo los “Trigueros” de Obregón quienes lograron intimidarlos fuertemente logrando armar uno de los equipos más completos en la historia de la Liga de la Costa de Pacífico.
“Al concluir la penúltima serie Culiacán sacaba medio juego de ventaja a Mazatlán y Obregón; los tres equipos exhibían un empate exacto de 35 victorias, aunque los “culichis” tenían un juego pendiente con Mochis presentando 21 derrotas a cambio de 22 de los otros dos; casualmente en la última serie se enfrentarían “Cañeros” y “Tacuarineros” en un fin de semana clave para conocer al nuevo campéon. Culiacán logró su propósito y el lunes 14 de marzo los periódicos anunciaban al nuevo rey del beisbol norteño, trofeo obtenido al lograr la victoria en los cuatro partidos ante Mochis concluyendo así una excelente campaña, iniciando una serie de triunfos excepcionales que lo llevarían a ser uno de los mejores clubes en los 13 años de vida del torneo.”

El lector observador habrá notado que el texto anterior fue tomado de una crónica de la historia de Hermosillo. Sería genial que algún historiador culichi rememorara el pasado de Culiacán, incluyendo su relación gloriosa con el béisbol. Digo, no todo es narcotráfico y politiquería, ¿o sí?

lunes, 22 de septiembre de 2008

THE LAST WALTZ


21 de septiembre de 2008
Yankees 7, Orioles 3
El Último Juego en Yankee Stadium

“Para nosotros aquí, es un gran honor vestirnos con este uniforme y salir a lugar cada día. Tenemos a los aficionados más grandiosos del mundo. Confiamos en ustedes para tomar los recuerdos de este estadio y llevarlos al nuevo estadio y para pasarlos de generación en generación.”

Derek Jeter
Parador en corto y capitán de los Yankees de Nueva York

jueves, 18 de septiembre de 2008

UNA DE TOMATEROS CONTRA VENADOS

La anécdota me la contó mi amigo Cris Malcampo, oriundo de Mazatlán, Sinaloa. Es acerca de qué más, sino de una de las tantas batallas épicas entre Tomateros de Culiacán y venados de Mazatlán, acérrimos rivales desde el principio de eso que llaman memoria.
La historia ocurrió en el parque Teodoro Mariscal, por allá a finales de los ochenta. Era el rol regular y venados había impuesto su condición de local para ganar los dos primeros juegos. Quien es entendido en el tema sabrá que el Teodoro Mariscal es un paraíso para los lanzadores, con el viento del mar en contra es difícil, muy difícil, para los bateadores poner a viajar la esférica.
En el tercer juego de la serie, al abrir la novena entrada, los venados ganaban por tres carreras a cero a los tomateros. Los aficionados del equipo del puerto se relamían los bigotes con la inminente blanqueada y barrida al odiado equipo guinda. Sólo hacían falta tres outs. Más de algún porteño se regodeaba con escoba en mano.
Tomateros puso corredores en primera y segunda con dos outs. En eso salió un fly atrás del campo corto. Francisco Cervera, quien estaba entonces como parador en corto de los rojos del puerto en sustitución de Juan José Pacho, quiso ponerle pimienta al asunto y atrapar la pelota con el guante pegado al pecho, al estilo del legendario receptor Paquín Estrada. Pero nada, que por hacerle demasiada confianza a la bola, ésta le brinco en el guante y fue a dar al suelo. Error. Bases llenas y dos outs.
La gente en Mazatlán seguía sin preocuparse risa que risa intercalada con alguna imprecación dirigida a Cervera y al manager por haber sacado a Pacho.
¿Quién venia a batear? Nick Castañeda, aquel gigantón rubio, bateador designado y eventual primera base de los guindas. Castañeda llevaba una racha infame de sabrá dios cuántos ponches. Si estaba bateando más de .200 era mucho.
¿Además quién venía a cerrar por los rojos? El exligamayorista Salomé Barojas. Un pitcher intratable. La gente de Mazatlán empezó a cantar a coro: “Salomé, perdónalos… Oye, Salomé, perdónalos…”
Sin embargo, las leyes de probabilidades son siempre improbables. Castañeda prendió una recta y con todo el viento de la playa en contra la mandó hasta la calle. Cuadrangular con la casa llena. Tomateros arriba 4 a 3. Y así acabo el juego, porque los que no perdonaron fueron los de Culiacán.

jueves, 4 de septiembre de 2008

ALARIDO


Una adaptación beisbolera del poema “Aullido” de Allen Ginsberg:

Yo vi a los mejores fanáticos beisboleros de mi generación abandonados por su equipo, furiosos, delirantes entre las inagotables mieles de la derrota,
avanzando hasta tocar fondo en el standing , buscando un poco de cerveza para abatir la exultante marejada del desastre,
astutos seguidores de otros equipos acariciaban el éxtasis de una intoxicación verbal tratando de despojar a los otros de su último salvoconducto hacia el orgullo,
los otros, quienes con su casaca bien puesta se cruzaron en el camino de transeúntes burlones y camioneros que no se dignaban a hacerles la parada,
quienes en sus oficinas y salones de clases se agachaban en la ventana esperando que nadie les viera y dando así una oportunidad para alojar en sus cuerpos el sentido de la paranoia,
quienes nacieron a finales de los setenta y en una situación más que improbable se atrevieron a afirmar: 1978, sí, yo fui testigo del cuadrangular de Chucho Sommers sobre el barbado Stanfield; que más da, todo Culiacán estuvo ahí,
quienes corrieron por los túneles del estadio Ángel Flores perseguidos por hordas de seguidores de los venados de Mazatlán, tan grandes como policías judiciales de vientres redondos; enormes ratas humanas desplazándose ruidosamente y armados de interminables panales de avispas y bolsas de meados,
quienes fueron también perseguidos por los boleteros del estadio y se treparon a las lámparas para mirar el juego de béisbol, usando la estructura metálica como si fuera un interminable pasamanos hacia el infinito y que al final se sentaron en la parte más alta mofándose de los inútiles guardianes,
quienes lloraron y se sumieron en una prolongada y minuciosa depresión ante los triunfos de los naranjeros de Hermosilo, pero con el inmejorable placebo de verlos caer una y otra vez durante las Series del Caribe,
quienes comprendieron las albéntolas de las que pende una pitchada; ellos mejor que nadie para explicar que en este juego el azar no es elemento más, sino la sustancia misma de la realidad,
quienes durante los momentos de abatimiento hicieron de sus butacas una suerte de depósitos mortuorios donde no concurrían la compasión y el cambio, nada más universal que dejar el alma a la noción del vacío,
quienes al meditar sobre el béisbol se enfrentaban a los misterios de la cólera, los celos, el amor, pero sin queja alguna de este mundo de días pálidos y pequeños destellos que a fuerza de ser breves forjan la eternidad,
quienes al discutir de béisbol revistieron la forma de poetas malditos capaces de liarse a cuchilladas por su derecho a la cacofonía; ellos, simples hombres hostigados por el alcohol, los medicamentos y el pago de impuestos, pero que ahora eran revolucionarios, personajes de la crónica fáctica de alguna aventura real y no meros sexos almidonados con una pastilla,
quienes durmieron bajo la helada termodinámica de la noche y la intemperie, esperando así resguardar su lugar en la taquilla para comprar un boleto para la serie final.
quienes se desbarrancaron desde los bleachers al tratar de invadir el terreno de juego cuando Benjamín Gil, el matador, dio el batazo del gane para los Tomateros de Culiacán, vengando así la afrenta de la temporada anterior; en verdad sucedió, se fueron directo al dugout a emborracharse con el resto de la tropa y su hazaña no mereció ni una foto para el periódico Noroeste como aficionados del año,
quienes fueron los primeros en darse cuenta que por lo menos nosotros, los beisboleros mexicanos, abandonamos en Quisqueya, ese espíritu tercermundista y subyugado que caracteriza a la incruenta y voraz mass-media del fútbol; 1996, qué gran año,
quienes esperaron durante horas y horas al lado del restaurante Chic’s no para comer enchiladas suizas, sino para asediar en la entrada al almirante Nelson Barrera sólo para pedirle un autógrafo; su locura no ha sido debidamente registrada en los anales de la no redención,
quienes fueron patrocinados por un mafioso al que confundieron con el cuarte bate del equipo y vivieron durante tres días en una cantina de mala muerte hasta que alguien encontró el cadáver baleado de un tipo en los mingitorios, la policía llegó y no hubo más chela gratis,
quienes se la pasaron abucheando por años enteros al jardinero central Ray Torres, del cual mantenían un inmenso póster pegado en las paredes de sus habitaciones, justo al lado de las imágenes de Reggie Jackson y Fernando Valenzuela,
quienes se detuvieron a la mitad de un imposible examen final de química de la escuela preparatoria para pensar: “Esta noche hay béisbol” y sin más aventaron las hojas a las narices del maestro y se largaron directo al estadio,
quienes se prometieron a sí mismos saber más de este juego que el mismo Mago Septién, indagando así todas las palabras, frases, discursos, poemas, estampitas, comerciales, diarios, novelas, panfletos, folletos, baladas, epopeyas, libros de texto, archivos, bibliografías con el sonido “béisbol”;
todo esto revela la profundidad del juego de pelota para todos aquéllos que hasta el final de sus días soñarán con pegar como Joe Carter de los Blue Jays el cuadrangular decisivo en el último juego de la Serie Mundial,
con el inveterado sabor de la nostalgia en el corazón, arrojada de sus propios cuerpos sobre la lomita de los disparos de la vida misma.

martes, 2 de septiembre de 2008

TEMOR Y TEMBLOR TOMATERO


Desde mi infancia he sufrido dos obsesiones que me horrorizan. El temor de ver a Paquín Estrada vestido de naranjero y el temblor de pensar en Nelson Barrera vestido de mazatleco. Esa angustia no me ha abandonado jamás. He experimentado una gran turbación de saber que el temor citado ha tomado forma real y si bien el citado temblor no puede llegar a materializarse jamás, en cambio ha optado por revestir una variante menor: Karim García vestido de naranjero.
¿Quién no recuerda a la historia de Gregorio Samsa que un día despertó transformado en una cucaracha? La metamorfosis señalada no radicaba sólo en una cuestión corporal, sino fundamentalmente en un proceso paulatino de bestialización de la conciencia de Samsa. Un brutal arrastre hacia los bordes de la demencia. De ese tamaño es mi desesperanza.
Pregunto esto a la directiva tomatera: ¿No es inmoral el que un general intercambie sus mejores hombres con las tropas enemigas? Alguien dirá, el béisbol no es una guerra. Por supuesto que no, el béisbol es mejor que la guerra. Eso lo hace más importante.

viernes, 15 de agosto de 2008

ESE ANIMALERO


Seamos honestos, los seres humanos nos hemos adueñado de forma inapropiada de la naturaleza. Hasta hemos inventado fronteras territoriales escudadas en la extraña figura del Estado y en supuestas diferencias de origen, raza, idioma, religión o historia. Nos matamos, sí, peleando por adueñarnos de un puñado de terreno para clavar una ridícula bandera, sin siquiera molestarnos en preguntarle al resto del reino animal si está de acuerdo con eso. Pero de vez en cuando los animales nos recuerdan que están ahí y que este es también su mundo. En no pocas ocasiones se han dado casos de animales que visitan los parques de béisbol y no me estoy refiriendo a ciertos aficionados deleznables, sino a cuadrúpedos de verdad. Veamos algunos ejemplos.

El gato negro de los Cubs

Los Cachorros de Chicago ganaron su última Serie Mundial hace casi cien años. Considerarlos malditos no es del todo descabellado (ver en este misma bitácora acerca de la maldición de la cabra).
El 9 de septiembre de 1969, los Cachorros amanecieron como líderes de su división con una ventaja de 11 juegos y medio sobre sus más cercanos perseguidores, los Mets de Nueva York, justamente el equipo que enfrentarían ese día.
Cuando Ron Santo de Chicago se encontraba bate al hombro en el círculo de espera del Shea Stadium, de reojo miró venir una curiosa figura. Era un gato negro que muy quitado de la pena pasó a su lado y se dirigió a la caseta de los Cachorros. El felino se plantó frente a Leo Durocher, entonces manager de los Cachorros, y luego se paseó desafiante ante todo el equipo de Chicago.
Los Mets ganaron ese juego 7-1 y Chicago se vino abajo el resto de la temporada hasta ver perder su ventaja en el liderato de la división. Los Mets terminarían ganando la Serie Mundial de 1969.

El come pollos y su loca cabalgata

La noche del 26 de octubre de 1996, los Yankees de Nueva York, después de 18 años, volvieron a ganar un título de Serie Mundial. Wade Boggs, el tercera base del equipo, en un estado de completo frenesí, decidió montarse en el caballo de uno de los policías presentes y pegar una carrera por el terreno del legendario Yankee Stadium.
La cabalgata, fuera de su carácter meramente folklórico, no habría tenido nada de peculiar, excepto por el hecho de que Boggs le tenía verdadero terror a los caballos desde que un equino lo derribó a la edad de cinco años. Ni duda cabe que con la emoción de su primer anillo de Serie Mundial, al come pollos hasta se le olvidó su fobia.

El elefante de Catfish Hunter

El 16 de septiembre de 1979, Castfish Hunter, lanzador de los Yankees, tiraba su último juego. No lo estaba haciendo bien. Su receptor Thurman Munson había muerto en un accidente de avión hacía apenas un mes. El pobre de Hunter hasta elaboró un discurso de despedida acerca de que en realidad ese día no era precisamente el más feliz de su vida, pues ese mismo año perdió a su padre, a su scout y a su receptor. Sin embargo, dentro de los regalos que recibió (una camioneta, un carro, una televisión y un viaje a Hawai), alguien tuvo el humor suficiente como para obsequiarle un elefante.

La perra brava

Varias veces fui testigo de la bravura de una perra que vivía en el viejo Ángel Flores, casa de los Tomateros de Culiacán. El animal supongo que era de alguno de los vigilantes o encargados de mantenimiento del estadio. Cuando salía algún foul por el campo izquierdo y algún jardinero empeñoso iba buscando atrapar la bola, era común que la perra saliera echa una furia y pusiera a correr en sentido contrario al jardinero, quien se olvidaba por completo de la pelota, pues ya no le interesaba salvar el juego sino sus nalgas o algo más.

EN EL MONTÍCULO


Existe un vasto y secreto sistema de correspondencias entre la vida y el béisbol. Probablemente las metáforas sean una de las vías para unificar en términos lingüísticos dos realidades distintas que se nutren de la misma fuente, la condición humana. Por ejemplo, es común expresar el proceso de la conquista amorosa en términos beisboleros: “Llegué a primera base”; “Me poncharon sin tirarle”; “Anoté de caballito”; “Me fui hasta la registradora”; por citar algunos ejemplos. Desde luego, el espacio en esta bitácora sería insuficiente para explicar a detalle la complejidad de esos peculiares códigos de expresión, así que mejor los dejo con un poema de Francisco Hernández, quien en su texto de alguna manera reafirma la tesis aquí sostenida:

Mira a diestra y siniestra. Tira. Porque el amor se atiene a la certeza. No a la duda. No al azar. Out. El que sigue. Orden de bateo. Ella, la querida, pone y quita el arma. Quien lo ve todo desde el montículo, tira. La flecha no da en el corazón. Alguien que grita lleva el mando. El amor es entre dos. Se embasa. Tira. El mensaje cae en el jardín. Lo recoge quien debe devolverlo y cerrar el home. Se arroja al agitado, el que lleva el pasaporte. Muerte. Desde el fondo, ya roto el horizonte, el sol emerge. ¿Quién fue el ganador? El alumbrado sólo ve perdedores porque el amor voló la cerca por el lado del catcher. Foul. Tira. EL bat ataca al ave de las alas plegadas. La multitud aplaude y borra con su alarido la historia de amor y muerte que se juega en cada partido. Safe por Dios en las tinieblas.

viernes, 1 de agosto de 2008

LOS IMPUESTOS Y EL BÉISBOL

El administrador de bitácora como toda persona supeditada a las quincenas y a las relaciones laborales ha tenido algunos días de perros que han mermado su inspiración. No obstante el agobio del trajín, la conjura mágica entretejida por dos felices acontecimientos beisboleros (la llegada del gran receptor Iván Rodríguez a los Yankees y la partida del temible Manny Rodríguez del oscuro Boston) le han proporcionado el ánimo suficiente para al menos copiar un texto curioso, en el cual un aspecto del derecho tributario es explicado tomando como referencia el béisbol.

*

EL IMPUESTO SOBRE LA RENTA Y EL BEÍSBOL
Por: David Calderón

¿Béisbol e impuestos? ¿Qué relación puede haber entre el Rey de los Deportes y la tributación sobre la base de la riqueza generada?, se preguntará el lector. Más de algún aficionado beisbolero incluso podrá considerar como un sacrilegio mencionar los nombres portentosos de Babe Ruth, Ty Cobb, Walter Johnson, Mickey Mantle, Willie Mays y Roberto Clemente junto a algo tan trivial y mundano en apariencia como el Impuesto sobre la Renta.
Sin embargo, algunas anécdotas ligadas al ámbito del béisbol pueden permitirnos comprender mejor la naturaleza de los sistemas de Impuesto sobre la Renta. Veamos.
El Impuesto sobre la Renta es un
impuesto directo que grava los ingresos de las personas, empresas, u otras entidades legales. Normalmente se calcula como un porcentaje de los ingresos netos de la persona física o jurídica sujeta a impuesto. Muchos países utilizan al Impuesto sobre la Renta como un medio para obtener recursos para sufragar parte del gasto público y de paso mantener el aparato burocrático gubernamental.
Lo curioso de todo el asunto es que si el Impuesto sobre la Renta grava los ingresos obtenidos, por lo general, sobre una base de la renta (utilidad), se esperaría en consecuencia que las leyes de Impuesto sobre la Renta definieran los conceptos de ingreso y renta. No obstante, en la mayoría de los países con sistemas de Impuesto sobre la Renta rara vez se definen esos conceptos. ¿Inverosímil? Simplemente, busque en la Ley del Impuesto sobre la Renta en México. No encontrará en sus más de doscientos artículos una definición de ingreso o una definición de renta, a pesar de que la Ley referida muy solemnemente en su artículo 1° señala su ámbito de imposición:
Artículo 1o. Las personas físicas y las morales, están obligadas al pago del impuesto sobre la renta en los siguientes casos:
I. Las residentes en México, respecto de todos sus ingresos cualquiera que sea la ubicación de la fuente de riqueza de donde procedan.
II. Los residentes en el extranjero que tengan un establecimiento permanente en el país, respecto de los ingresos atribuibles a dicho establecimiento permanente.
III. Los residentes en el extranjero, respecto de los ingresos procedentes de fuentes de riqueza situadas en territorio nacional, cuando no tengan un establecimiento permanente en el país, o cuando teniéndolo, dichos ingresos no sean atribuibles a éste.
Más o menos la anterior es la línea que sigue también, por ejemplo, el Código de Rentas Internas de los Estados Unidos, toda vez que los residentes en ese país deben pagar Impuesto sobre la Renta por todos los ingresos que obtengan, sin importar el lugar del mundo (o del universo) en el cual los obtuvieron. Este esquema es conocido como tributación de la universalidad de los ingresos, pero dicho esquema no nos dice nada acerca de lo qué es un ingreso o una renta.
En 1955 la Suprema Corte de los Estados Unidos, en el caso “Commissioner v. Glenshaw Glass Co.”, resolvió que los contribuyentes tienen ingresos cuando experimentan “instancias de acceso innegable a riqueza, claramente realizada, y sobre la cual los contribuyentes tienen completo dominio.” Esto implicaría que un contribuyente tiene ingresos para fines fiscales cuando recibe algo de valor (incluyendo dinero, propiedades, valores o lo que sea), la transferencia se ha consumado y el contribuyente puede controlar esa cosa de valor de forma razonablemente irreversible.
La noción actual de renta, tanto en la contabilidad como en las doctrinas jurídica y económica, fue fuertemente influenciada por el jurista alemán Georg Schantz, quien basado en la teoría fiscal de la capacidad de pago, definió en 1896 al ingreso neto o renta de modo amplio como el incremento neto de activos en un periodo dado. Por ejemplo, supongamos que Juan tiene una fotografía de Alex Rodríguez el tercera base de los Yankees. Juan pagó un precio por esa imagen, digamos, 5 dólares. Su costo de adquisición fue, por lo tanto, de 5 dólares. Si Juan vende la fotografía en 12 dólares, tendría ingresos por esa cantidad y una renta (utilidad) de 7 dólares. Es decir, los 5 dólares inicialmente usados para comprar la fotografía, al momento de la venta posterior permitieron a Juan obtener una ganancia neta de 7 dólares, resultado de restar al precio de venta de 12 dólares los 5 dólares.
Desde luego, en el ejemplo anterior, basado en una simple venta, está claro como una persona se enriquece como resultado de un evento económico, pero los conceptos de ingreso y renta son mucho más amplios que el concepto de ventas, lo cual es sumamente delicado en el contexto de una Ley del Impuesto sobre la Renta que pretende gravar cualquier acto generador de riqueza. En ese entendido es necesario distinguir entre una renta real y una renta legal. La renta real se refiere a una ganancia objetiva e incuestionable en términos económicos, mientras la renta legal se refiere a una ganancia hipotética –que bien pudiera ser también una ganancia real– conforme a las normas legales aplicables.
Para comprender mejor la distinción entre renta real y renta legal es prudente acudir a otro ejemplo beisbolero. Cuando Barry Bonds, el controvertido slugger ligamayorista, puso a volar la esférica, con la cual rebasó el récord de cuadrangulares del legendario Hank Aaron, un aficionado atrapó esa pelota detrás de la barda. La pelota fue valuada en más de 500 mil dólares por los coleccionistas. En ese momento, el afortunado aficionado generó una renta real: de la nada obtuvo un objeto con un valor de 500 mil dólares. ¿Debía pagar impuestos por la pelota o sólo hasta el momento en que vendiera la pelota? La respuesta a esa pregunta es justamente la renta legal, esto es, la renta definida por las disposiciones del Impuesto sobre la Renta aplicable. La renta legal es con la que hay tener especial cuidado, pues es la que interesa a las autoridades tributarias.
Es tema es cosa seria. Por problemas con la declaración de la renta legal fue condenado en 1995 a 6 meses de prisión, el pelotero Darryl Strawberry, quien se olvidó de reportar 300 mil dólares de ingresos generados en un evento de firma de autógrafos.
En una situación no menos desagradable, se vio inmiscuido el líder de hits de todos los tiempos en las Grandes Ligas, Pete Rose, quien a finales de los años 80’s fue acusado de evadir impuestos por sus ganancias obtenidas en apuestas del hipódromo.
También el pelotero Derek Jeter tuvo problemas con el fisco de Nueva York, a quien no le pareció que el millonario parador en corto manifestara en su declaración ser residente del estado de Florida, un sitio con impuestos más benévolos, en lugar del estado de Nueva York, un sitio con altas tasas impositivas.
Está claro con todo esto que tratándose de impuestos, las autoridades recaudatorias no son para nada fanáticas del béisbol y, por ende, quieren su rebanada del pastel de la renta legal generada por los contribuyentes.
¿Y usted, estimado lector, es de los contribuyentes que declara al fisco todos sus ingresos o es de los contribuyentes que prefieren jugar al toque suicida o squeeze play con dos strikes y dos outs en la novena entrada?

miércoles, 16 de julio de 2008

YANKEE STADIUM REVISITED



Lo que acontece en Yankee Stadium es siempre especial. 15 de julio de 2008. Juego de Estrellas. El último Juego de Estrellas en Yankee Stadium. Liga Nacional contra Liga Americana. Dos mexicanos presentes. Varias caras nuevas. 15 entradas de béisbol mágico. Pitcheo impoluto: Ben Sheets, Carlos Zambrano, Dan Haren, Brandon Webb, Cliff Lee, Roy Halladay… Mariano Rivera aclamado por el público. A-Rod quedó a deber. Una delicia (siempre) ver jugar a Miguel Tejada. Justin Morneau y su swing elegante. El fildeo extraordinario del receptor Rusell Martin. El brazo del jardinero Nate McLouth. Los errores de Dan Uggly (Uggla). Joakim Soria imponente. Adrián González a la altura. David Faittelson con cara somnolienta desde la novena entrada. Candy Maldonado rogando encarecidamente por un toque para avanzar a los corredores. Los managers que olvidaron el librito en el hotel. Ernesto Jerez con su “no, no, no” en la garganta. Al final cae la carrera. Anota la Liga Americana. 3-4. La Liga Nacional se queda tendida sobre el terreno. El Juego de Estrellas de más larga duración en la historia. Un maratón formidable de cuatro horas y cincuenta minutos. Esto es Yankee Stadium. Yo madrugo al rato. Dormiré 5 horas. Qué importa. Esto es béisbol.

martes, 15 de julio de 2008

YANKEE STADIUM, EL INTOCABLE


¿Qué por qué no hablo del adiós a Yankee Stadium? ¿Acaso no me he enterado de que se juega el último juego de estrellas en Yankee Stadium? ¿Acaso no sé que van echar abajo a Yankee Stadium después de la temporada 2008? Yo les digo: ¿para qué?
Seré breve. Yankee Stadium no se toca.
Una cosa es abatir, derruir o demoler un montón de ladrillos y otra cosa muy distinta es sostener que Yankee Stadium dejará de existir. Yankee Stadium es inmortal. ¿Cómo olvidar el genio del Bambino, el hombre que a punta de batazos, cual un Miguel Ángel con cincel en mano construyó Yankee Stadium? ¿Cómo olvidar a Miller Huggins? ¿Cómo olvidar la despedida del caballo de hierro Lou Gehrigh? (Lou Gehrigh eras mejor que nadie) ¿Cómo olvidar las glorias de las innumeras Series Mundiales conquistadas? ¿Cómo olvidar los enfrentamientos con los Dodgers de Brooklyn? ¿Cómo olvidar a Joe Louis destrozando a Schmeling, mientras Hitler ante un televisor deletreaba la palabra estupefacto? ¿Cómo olvidar la magia prodigiosa de Mickey Mantle? (Mickey Mantle, el sonido de su bate era una sinfonía) ¿Cómo olvidar al inolvidable Joe DiMaggio? ¿Cómo olvidar la sabiduría de Casey Stengel? ¿Cómo olvidar a la vaca sagrada de Phil Rizzuto? ¿Cómo olvidar los 61 cuadrangulares de Roger Maris? (61 cuadrangulares, por dios.) ¿Cómo olvidar el Juego Perfecto de Don Larsen? ¿Cómo olvidar al ebrio elegante de Billy Martin? ¿Cómo olvidar a ese portento de la loma que era Catfish Hunter? ¿Cómo olvidar los 25 triunfos de Ron Guidry? ¿Cómo olvidar al gran Capitán Thurman Munson? ¿Cómo olvidar al bigotón Don Mattingly? ¿Cómo olvidar a Bernie Williams? ¿Cómo olvidar las ojeras sicilianas de Joe Torre? ¿Cómo olvidar el bate oportuno de Scott Brosius? ¿Cómo olvidar todas las glorias y todas las no glorias, grandiosas también porque sucedieron en Yankee Stadium?
Yankee Stadium forever.

lunes, 14 de julio de 2008

LOS MISTERIOS DEL LOBO


"Exijo una explicación”, decían los personajes de Condorito al final de cada chiste. Vamos, que nadie lo sabe todo. Hay cosas que uno por más que quiera nunca va a entender: el amor, la combinatoria discreta, la ley del seguro social. Son los dogmas de la Fe diría el padre Cuco. De acuerdo, llámenle como quieran. Yo puedo comprender que haya una cosa tan rara, inverosímil e inexplicable llamada Santísima Trinidad (los tres seres distintos y un solo dios). Yo puedo asimilar que después de arrasar con Irak, los americanos se sientan los salvadores del mundo civilizado. Más aún, yo puedo tener una noción vaga de por qué hay gente que disfruta las películas de Adam Sandler. Pero no, señores, yo no puedo tener ni la más remota idea de por qué ese gran Tomatero que es Paquín Estrada dirigirá a los naranjeros de Hermosillo, mientras ese venado de lesa humanidad que es Juan José Pacho dirigirá a los Tomateros de Culiacán. ¿Infiltrados para corromper el Imperio desde adentro? ¿Cosa de billetes? ¿Despecho puro? ¿Hermeneútica beisbolera? ¿Mera casualidad? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Esa lógica arcana definitivamente no es la mía. Si, como proponen algunos ateos, todo viene del azar, entonces yo les digo que el azar es verdaderamente perverso, un lobo impávido, casi criminal…

sábado, 12 de julio de 2008

ADIÓS A BOBBY MURCER


No, nunca fue como Mickey Mantle, con quien tanto se le comparó al inicio de su carrera, pero en cambio fue un sólido parador en corto por 17 temporadas que incluso se convirtió en el tercer Yankee (después de Dimaggio y Mantle) en ganar más de cien mil dólares al año. De 1971 a 1974, Murcer participó en el Juego de Estrellas. En 1972 obtuvo el Guante de Oro.
En los años 1980’s, Mercer fue comentarista de los juegos de los Yankees, haciendo equipo con el gran Phil Rizzuto, Frank Messer y Bill White. Es difícil no recordar su inconfundible acento sureño de Oklahoma (algo así como la versión americana del acento culichi). Cuando en una ocasión alguien lo criticó al respecto, Mercer respondió imperturbable: “He pasado más de cuatro décadas tratando de perfeccionar ese acento y tengan por seguro que no lo voy a cambiar.”
Bobby Mercer falleció el 12 de julio de 2008 a los 62 años. Descanse en paz ese hombre que tanto amó la camiseta Yankee. Lo despedimos con estos versos del poeta Antonio Machado:

+

Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

martes, 8 de julio de 2008

¿EL BÉISBOL, UN DEPORTE MALIGNO?


“Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana, y del primero no estoy tan seguro”, sostenía el físico Albert Einstein. Comparto la idea. Mi teoría de la irracionalidad humana gira alrededor del concepto del título nobiliario y del ataque a los derechos del individuo perpetrado por los hacedores de leyes. Es decir, el ser humano para sentirse seguro a todo le tiene que otorgar un título nobiliario: éste es contador, aquél abogado, aquél otro chofer; ésta es mi novia, ésta es mi mujer, ésta es mi hermana, etc. Desde luego en un sitio netamente beisbolero no voy a aburrir a los lectores explayando mis teorías de cantina. En otra ocasión será. Además, no soy imparcial (quien lo es, no es humano): me confieso como un anarquista romántico. Sin embargo, voy a dejar constancia (una vez más), de que los políticos, con todo y sus artes maquiavélicas, revisten un cariz de estupidez que a pesar de todo suelen explotar a su favor. Sus paranoias personales devienen en paranoias colectivas. Veamos una historia basada en un texto publicado en el diario Récord.
El béisbol comenzó a practicarse en China en 1863 en Shangai. El Rey de los Deportes fue llevado a China por comerciantes y viajeros estadounidenses. Su práctica comenzó a ganar adeptos de manera paulatina y a inicios del siglo XX se dieron los primeros juegos organizados entre clubes deportivos y universidades. No obstante, llegó Mao Tse Tung (1893-1976) y la revolución comunista. El legado de Mao es objeto de gran controversia. Muchos chinos consideran a Mao como un gran revolucionario, un gran líder. Reivindican su figura, aunque reconozcan que incurrió en serios errores al final de su gobierno. De acuerdo con Deng Xiaoping, quien fuera desplazado durante la Revolución Cultural acusado de seguir el camino de restauración capitalista, Mao estaba las tres cuartas partes en lo correcto y una cuarta parte errado y su contribución fue primordial y sus errores secundarios.
Discrepo de Deng, pues dentro del “margen de error” del cuasi-infalible Mao, se encuentra un error no secundario, sino fundamental a mi entender. En 1959, Mao ordenó la disolución de todo equipo de béisbol y declaró ilegal la práctica de este deporte, argumentando que “el béisbol era una influencia maligna de occidente”. Con ello, Mao privó al pueblo chino de uno de los grandes placeres de esta vida, en una suerte de castración mental en masa. Vaya, ni siquiera al vilipendiado Hitler ni a la retrógrada Inquisición se les ocurrió declarar al béisbol un artilugio demoníaco. Y pensar que Mao tiene un cierto aire de Paquín Estrada asiático.
Una vez bien muerto Mao Tsé Tsé y tras la caída de la Revolución Cultural, el béisbol pudo practicarse de nuevo en China. En 2002 se organizó la Liga Nacional, en la que actualmente participan seis equipos. En 2006, China participó en el Clásico Mundial de Béisbol. Con los Juegos Olímpicos en Beijín, la ironía es insoslayable: el béisbol se hará presente en el país del anti-beisbolero Mao y no sólo eso, sino que jugaran por igual países socialistas (si acaso aún existe tal cosa) y capitalistas. Después de todo, vendrán héroes y dictadores, habrá hombres libres y sometidos, caerán banderas y fronteras, en otros lados surgirán también otras banderas y fronteras, pero el béisbol seguirá ahí, intacto y esférico, mientras exista un ser humano que disfrute del arte de aporrear una pelota y de lanzarse para atraparla con un guante de piel.

¿EL BÉISBOL, UN DEPORTE MALIGNO?

“Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana, y del primero no estoy tan seguro”, sostenía el físico Albert Einstein. Comparto la idea. Mi teoría de la irracionalidad humana gira alrededor del concepto del título nobiliario y del ataque a los derechos del individuo perpetrado por los hacedores de leyes. Es decir, el ser humano para sentirse seguro a todo le tiene que otorgar un título nobiliario: éste es contador, aquél abogado, aquél otro chofer; ésta es mi novia, ésta es mi mujer, ésta es mi hermana, etc. Desde luego en un sitio netamente beisbolero no voy a aburrir a los lectores explayando mis teorías de cantina. En otra ocasión será. Además, no soy imparcial (quién lo es, no es humano): me confieso como un anarquista romántico. Sin embargo, voy a dejar constancia (una vez más), de que los políticos, con todo y sus artes maquiavélicas, revisten un cariz de estupidez que a pesar de todo suelen explotar a su favor. Sus paranoias personales devienen en paranoias colectivas. Veamos una historia basada en un texto publicado en el diario Récord.
El béisbol comenzó a practicarse en China en 1863 en Shangai. El Rey de los Deportes fue llevado a China por comerciantes y viajeros estadounidenses. Su práctica comenzó a ganar adeptos de manera paulatina y a inicios del siglo XX se dieron los primeros juegos organizados entre clubes deportivos y universidades. No obstante, llegó Mao Tse Tung (1893-1976) y la revolución comunista. El legado de Mao es objeto de gran controversia. Muchos chinos consideran a Mao como un gran revolucionario, un gran líder. Reivindican su figura, aunque reconozcan que incurrió en serios errores al final de su gobierno. De acuerdo con Deng Xiaoping, quien fuera desplazado durante la Revolución Cultural acusado de seguir el camino de restauración capitalista, Mao estaba las tres cuartas partes en lo correcto y una cuarta parte errado y su contribución fue primordial y sus errores secundarios.
Discrepo de Deng, pues dentro del “margen de error” del cuasi-infalible Mao, se encuentra un error no secundario, sino fundamental a mi entender. En 1959, Mao ordenó la disolución de todo equipo de béisbol y declaró ilegal la práctica de este deporte, argumentando que “el béisbol era una influencia maligna de occidente”. Con ello, Mao privó al pueblo chino de uno de los grandes placeres de esta vida, en una suerte de castración mental en masa. Vaya, ni siquiera al vilipendiado Hitler ni a la retrógrada Inquisición se les ocurrió declarar al béisbol un artilugio demoníaco. Y pensar que Mao tiene un cierto aire de Paquín Estrada asiático.
Una vez bien muerto Mao Tsé Tsé y tras la caída de la Revolución Cultural, el béisbol pudo practicarse de nuevo en China. En 2002 se organizó la Liga Nacional, en la que actualmente participan seis equipos. En 2006, China participó en el Clásico Mundial de Béisbol. Con los Juegos Olímpicos en Beijín, la ironía es insoslayable: el béisbol se hará presente en el país del anti-beisbolero Mao y no sólo eso, sino que jugaran por igual países socialistas (si acaso aún existe tal cosa) y capitalistas. Después de todo, vendrán héroes y dictadores, habrá hombres libres y sometidos, caerán banderas y fronteras, en otros lados surgirán también otras banderas y fronteras, pero el béisbol seguirá ahí, intacto y esférico, mientras exista un ser humano que disfrute del arte de aporrear una pelota y de lanzarse para atraparla con un guante de piel.

jueves, 3 de julio de 2008

LA LEGENDA DE MICKEY TUSSLER


La literatura beisbolera, si bien escasa en el idioma español (o, mejor dicho, no tan amplia como uno quisiera), es vasta en la lengua de Shakespeare. Ello es lógico si se considera el desarrollo del béisbol moderno en los Estados Unidos como fuerza centrífuga y expansiva. Para mala fortuna de los hispanoparlantes, las traducciones de obras memorables como “El Natural” son dignas de la historia universal de la infamia (y conste aquí que no me refiero al libro de Borges con ese título). Vamos, ¿a quién se le ocurre la idea de contratar como traductor de una novela sobre el Rey de los Deportes a un español que no entiende ni jota sobre el asunto? Para hablar de béisbol es necesario saber lo que es pisar el diamante, meterle saliva a la bola, tirar un gargajo sobre el polvo, tragarse ese mismo polvo en un lance, levantar un bate imposible de levantar, poncharse con tres rectas de humo, pivotear para un doble-play mientras un corredor desbocado deja marcado sus tacos en el tobillo de uno. Ya me imagino al traductor de marras auxiliado con un diccionario Larousse, introducción del doctor Ramón Pelayo incluida, mientras mastica una pieza de jabugo y mira en la TV un partido de fútbol entre el Poli Ejido y el Hércules. En fin.
No obstante, si se tiene cierto conocimiento del idioma inglés es posible acometer con mejor suerte y cierta dignidad la lectura de algunos libros relacionados con el béisbol. A mí, por ejemplo, se me antojaría leer esa joyita llamada “The Legend of Mickey Tussler” y escrita por Frank Nappi.
La novela apuntada es sobre un chico autista de 17 años, Mickey Tussler, quien posee una bola rápida digna del mismísimo Nolan Ryan. El punto es que el manager de los Milwaukee Brewers, Arthur Murphy, recluta a ese talentoso lanzador. Y aunque la eventual lentitud mental del chico pone como una cabra a su padre (una fichita que abusa de su esposa y que considera un retardado a su hijo), éste cobra más que gustoso los cheques por el sueldo de Mickey como pelotero de Grandes Ligas. Mickey se vuelve una superestrella a pesar de sus limitaciones mentales y a pesar del desprecio y de los celos de algunos de sus compañeros de equipo. Al mismo tiempo, el manager Murphy corteja a la madre de Mickey y… Bueno, mejor hay que leer el libro, el cual recibió elogios por parte del pelotero Alex Rodríguez, quien a lo mejor no es precisamente un profesor de teoría literaria, pero algo sabrá de béisbol el fenomenal tercera base de los Yankees.

miércoles, 2 de julio de 2008

UN HOMENAJE AL BEÍSBOL


Ángel Norzagaray Norzagaray es un ilustre sinaloense. Nació el 17 de agosto de 1961 (triste año de un campeonato naranjero). De acuerdo a su sitio web (http://www.angelnorzagaray.com/index.htmll) fue egresado de la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana en 1983 (memorable año de título tomatero, pero de Serie del Caribe para el olvido). Es director del grupo teatral “Mexicali a Secas” que tiene en comodato el Teatro del IMSS en Mexicali, Baja California. Ángel ha escrito varias obras de teatro. En lo particular quisiera compartir la lectura de este texto beisbolero de Ángel, el cual fue escrito al calor de los play-offs de la temporada 2004-2005 de la Liga Mexicana del Pacífico (otro año triste de infamia campeonil mazatleca).
-Saltos

Homenaje al béisbol y al mago septién

Columna publicada el día 21 de Enero de 2005
Para el arquitecto Rubén Castro Bojórquez,Que sí sabe de estas cosas.
Por Ángel Norzagaray

Me gusta el beisbol. Me gusta desde que mi padre me llevó a aquel partido donde los Algodoneros de Guasave se coronaron campeones (para que vean que no todo es guasa en Guasave, también hay campeones de muchas cosas). Disfruté de muchos partidos pegado el oído a esos radios que se descomponían a cada rato, pero con un golpecito volvían a la normalidad y te informaban del tercer out. Esto era regla, hasta que en una excepción, mientras escuchábamos un programa de música norteña, el aparato falló, y falló y falló tanto que hizo fallar la paciencia de mi padre, quien lo estrelló contra el suelo; recuerdo esto especialmente, porque vuelto añicos, con las piezas regadas por el suelo, ya agónico pero burlándose, el radio alcanzó a decir de forma distorsionada la palabra tololoche; se los juro, así: Toulooooouluootchse. Y murió.Pero, digo, me gustaba el giro elegante de los cronistas de ayer (hay que reconocer que nuestro narrador local, el joven Juan Carlos Vildósola, tiene en su verba aquellos vuelos épicos de antaño) con sus frases hechas y sus geniales improvisaciones. El memorable Pedro “El mago” Septién diciendo “las grandes tragedias se escriben con dos outs” o “pasan las generaciones y caen los ídolos” o “jugador sin audacia es un anzuelo sin carnada” o los matemáticos “el béisbol es un deporte exacto”, “sin los números, el béisbol no tendría pasado ni futuro” o el preciso y seco “no existen los quizás en el béisbol” o el filosófico “si supiéramos tratar a la victoria y a la derrota como dos impostores, todos seríamos campeones”, o la maravillosa conclusión que se desprende de esta interrogante, “¿qué sería el beisbol sin los ampayers?: Una forma insensata de correr las bases”. “La jugada genial: Un relámpago que se desvanece”. Y sigo ahora con las más conocidas, porque, para decirlo con las palabras del filósofo de Güemes: El mago Septién era el mago Septién. Y punto. Y seguido usted recordará, porque son frases-homenaje de cronistas y aficionados de hoy, frases para la inmortalidad, poemas de la crónica deportiva. Pura chingonería del mago: “Contra la base por bolas no hay defensa”, y “esto no se acaba hasta que se acaba”. Y otra vez al poema: “El béisbol es un ballet sin música, un drama sin palabras y un carnaval sin colombinas”. Ajúa. Y aléguele al ampayer. Ese era “El mago”. Y había que escucharlo para saber todo, todo, sobre el rey de los deportes. Las palabras del poeta de la crónica parecían dirigidas directamente a cada radioescucha, como si fuera amigo personal de cada uno de los aficionados. Así, me acerqué después a una amplia literatura sobre el tema del béisbol. Recordando con especial cariño aquel poema de uno de mis poetas favoritos, Eduardo Lizalde: Charlie Brown en la loma (Tango de otro viudo), así se llama. Recuerdo aquí los versos de la entrada (¡Y léanlo todo, por favor!): “En la noche asesina, y solo en el montículo/ ¡qué soledad a veces, Charlie, pavorosa!/ con casa llena,/ y ya en la parte baja de la octava,/ y tirando wild pitch –uno tras otro-,/ salvaje, eterna soledad, de veras. Cósmica soledad del lanzador al centro del diamante.” Qué versos, señores.Voy terminar con estos poemita de Gerardo de la Torre, que explica a la fanaticada beisbolera, por qué su opción se inclina siempre por la vida: Los amantes del béisboljamás se suicidan porque en el futurohabrá siempre una Serie Mundial.

P.D. ¡Adelante, Aguilas!

martes, 1 de julio de 2008

13 CLICHÉS DEL BEÍSBOL


Insensato administrador de bitácora. ¿Dónde has estado holgazán? Tienes un deber no sólo para con los gentiles lectores sino para con este mundo tan contaminado de fútbol baladí. ¿No habrás manchado tus ojos de beisbolero impoluto con partidos de la Eurocopa pambolera? Anda, si no tienes nada que decir, por lo menos comenta algo sobre los clichés del béisbol. Si no lo haces, que el béisbol te lo demande.

*

Un “cliché” es una palabreja de origen francés que es utilizada para referirse a un lugar común, es decir, a una idea o expresión demasiado repetida o formularia. El pecado, ante todo, es casi en términos artísticos: la falta de originalidad. Nada más deprimente que la falta de originalidad. El individuo, un ser humano único e irrepetible, rebajado a la categoría de un mero clonador de frases. El reciclaje de la ignorancia, diría un ex profesor.
Yo tengo para mí que en el arte de los clichés, los maestros supremos son innumerables entre el gremio de los políticos, el gremio de los escritores de libros de superación personal, el gremio de los poetas melosos y el gremio de los locutores de fútbol. Y también tengo para mí que esos artistas del cliché son unos verdaderos terroristas que deberían ser proscritos de los medios públicos y enviados a campos de concentración donde se garantice su total y absoluto exterminio. El tema, como se ve, es cosa seria. “Por el bien de todos…”, “Primero los pobres…”, “No descansaremos hasta que…”, “Con X, su familia estará mejor…”, “Tendremos mano dura con los delincuentes…”, “Cumpliré y haré cumplir la ley…”, “Porque X sí cumple…”, “Porque dios dice…”, “La patria es primero…”, “El amor es como una rosa blanca…”, “Jugamos mejor, pero ellos metieron los goles…” "Son mejores, pero en la cancha somos once contra once..", bla, bla, bla… ¿O acaso eso no es terrorismo puro?
Sin embargo, en el béisbol también existen los clichés, los cuales son doblemente abominables: primero, por el hecho mismo de ser clichés y, segundo, porque representan una corrupción o lapsus mental dentro del mundo sagrado del Deporte Rey, deporte caracterizado generalmente por la inteligencia despierta y lúcida de aficionados y peloteros.
He aquí algunas de las frases que deberían ser proscritas de los medios públicos beisboleros, por asemejarse más a las ideas propias de un perro Bermúdez o de un Martinoli que a las de un fino locutor de béisbol:

* “El buen pitcheo mata al buen bateo.”
GLOSA. Razonamiento digno de Einstein. Corolario en reversa: El buen bateo mata al buen pitcheo.
* “Los play-off son otra cosa.”
GLOSA. Y la temporada regular también es otra cosa que al final es la misma cosa: béisbol.
* “Esa fue una jugada de Grandes Ligas.”
GLOSA. ¿Cuáles son las jugadas de ligas menores? Aún más, si quien ejecuta la jugada es un pelotero de Grandes Ligas, ¿cómo no podría ser de Grandes Ligas la jugada?
* “Este es un juego importante.”
GLOSA. ¿Cuáles juegos no son importantes? ¿Deberían mejor no jugarse los juegos no importantes? ¿En el béisbol hay algo que no sea importante?
* “Es un error de novato.”
GLOSA. Y los otros errores, ¿son de veterano?
* “Un veterano como X va a aportar experiencia al equipo.”
GLOSA. ¿Pero aportará béisbol? Esta frase suele ser utilizada para tratar benévolamente a peloteros quemados o en sus últimos días de gloria. Es casi un acto de crueldad el aplicarla.
* “Este juego hay que ganarlo como sea.”
GLOSA. Ganarlo como sea, anotando más carreras que el rival.
* “Le puso mantequilla a esa pelota.”
GLOSA. “Mantequilla” suena a término propio del boxeo: “Aquí viene el ‘Mantequilla” Nápoles con un gancho.”
* “X siempre da el 110%.”
GLOSA. Que le suban el sueldo a ese pelotero un 10% más.
* “Esto no se acaba hasta que cae el out 27” ó “Esto no se acaba hasta que se acaba”
GLOSA. Brillante. Está en las reglas. Por cierto, cuando mi padre escucha esta frase, le viene el color (púrpura) al rostro y maldice al locutor con palabras que aún no están recogidas en el diccionario de la Real Academia.
* “La victoria de hoy fue un esfuerzo total de conjunto.”
GLOSA. Supongo que sí.
* “Es un tremendo pelotero con tremendo bateo y jugando para un tremendo equipo.”
GLOSA. Una maquinaria verbal tremendamente admirable.
* “Este equipo es capaz de anotar muchas carreras.”
GLOSA. Todo equipo es capaz de anotar muchas carreras, pero del dicho al hecho hay mucho trecho. (¡Ups!, ¡un cliché!)

miércoles, 4 de junio de 2008

LA BÍTACORA SALUDA A JACK NICHOLSON


Es cierto. Nos tardamos demasiado. Era la hora. Era sin duda la hora. Desde hace mucho que era la hora. Esta bitácora envía un gran abrazo a ese fantástico actor llamado Jack Nicholson.

Gracias Jack por tu integridad. Gracias por “Easy Rider” (¿Cómo se traduce “Easy Rider”?). Gracias por “Alguien Voló sobre el Nido de Cuco”. Gracias por “El Resplandor”. Gracias por “Mejor Imposible”. Gracias por negarte a portar la gorra de los medias rojas durante la película de los Infiltrados. Sí, claro, representabas a Frank Costello, ese criminal bostoniano. Había que ser rudo, cínico, insolente… ¿pero ponerse una gorra de Boston? ¿Tú, el gran Jack Nicholson? ¡Jamás! ¡Al diablo con Martin Scorsese! ¡Al diablo con Matt Damon, ese fan de los calcetines sangrientos! ¡Al diablo con todo! Un Yankee auténtico jamás traiciona a su equipo.
Bravo, Jack. La bitácora te saluda.

viernes, 9 de mayo de 2008

Y ALÉGUELE AL AMPÁYER


¿Qué sería del béisbol sin los ampáyers sino una forma insensata de correr las bases?, decía no sin justa razón el Mago Septién. Para algunos aficionados los ampáyers pasan total y absolutamente desapercibidos, excepto cuando éstos se equivocan o se dan de pechazos con algún manager o jugador. El trabajo de los ampáyers es un poco como el de los presidentes: cuando hacen bien su trabajo nadie los nota, pero, ah, eso sí, que ni se les ocurra meter la pata. ¿Ejemplos? ¿Alguien sabe quién es el presidente o primer ministro de Suiza? En cambio, ¿quién no recuerda los nombres de los presidentes de ciertos países de Latinoamérica?
No obstante, la invisibilidad de la profesión de ampáyer, hay algunos que destacan no sólo por hacer bien su trabajo, sino también por saber ponerle pimienta al juego. Yo recuerdo, por ejemplo, al Lobito Sainz y al Musulungo Herrera.
El Lobito patentó una fabulosa forma de aullar los strikes, en especial el tercero, levantando la pierna y chillando sabrosamente el ponche en las narices del bateador.
El Musulungo, por su parte, era todo un personaje. Bailaba, cantaba, tocaba bongo. De hecho, se cuenta por ahí que lo echaron por querer presentar un espectáculo musical en plenos play-offs. Yo tengo muy presente la Serie del Caribe de 1993 en Mazatlán, en donde el Musulungo expulsó en el primer juego al Mako Oliveras, manager de los cangrejeros de Santurce, a la postre los campeones. ¿La razón? El Mako Oliveras llamó “parcelero” al Musulungo, porque para el buen Mako el campo era una parcela, pero para el Musulungo un campo de béisbol le parecía una cosa más seria y más solemne que una simple parcela.
Los más viejos en México recuerdan a otros ampayers como el Muerto Ortega, la Zenona Castro, el Sordo Solano y el Chino Ibarra. Algunos de ellos, como el Musulungo, fueron también peloteros profesionales en sus años mozos.
Otro gran ampáyer lo fue Toño Páramo. Inconfundible por cantar los ponches gritándoles a los bateadores: “Cántatela tu mismo, con regla, plomada y nivel.” En el libro del “Brillo del Diamante”, editado por la Universidad de Veracruz, se refiere una anécdota de Toño Páramo que bien vale la pena transcribir: “(…) la más famosa de sus barbaridades se la inyectó al Zurdo Escalante. En uno de los partidos de verano, la situación era tensa: tres bolas y dos estraics. Entonces viene el lanzador y el bateador se mantuvo incólume, sin pestañear siquiera. Páramo sentenció: ‘A la base…’; el Zurdo dejó el bat con desdén, desplegó todo su estilo y empezaba a caminar hacia la primera cuando el mordaz ampáyer culminó la frase con un leve giro verbal: ‘A lavarse las nalgas, que fue buena.’ Y aléguele al ampáyer. Sí, señor.

miércoles, 7 de mayo de 2008

REMEMBRANZAS DEL HUEVITO ÁLVAREZ


Dicen los más viejos (y los conocedores) que Guillermo Álvarez “el Huevito” ha sido el mejor short stop en la historia del béisbol mexicano. En suma, un fildeador de guante mágico y de bate constante.
No me tocó ver lugar al Huevito. Vaya, ni a mi mamá le tocó verlo jugar. Yo soy de cuando el atari era la sensación entre los morritos, de cuando los adolescentes se machacaban la entrepierna mirando en la TV a Verónica Castro y de cuando Michael Jackson aún era negro . En cambio, el Huevito era un estupendo short stop mexicano allá en los años 40’s y 50’s. En el invierno jugó 16 años, siempre con ese portentoso club que son los Tomateros de Culiacán, mientras en el verano repartió su carrera entre el águila de Veracruz y los pericos de Puebla. Ojo, porque en esa época la Liga del Verano contaba con varios grandesligas y leyendas de las Ligas Negras por cortesía del empresario Jorge Pasquel.
Si bien no pude gozar en vivo de los fenomenales engarces del Huevito, si tuve la oportunidad de verlo trabajar como manager. Eran finales de los años 90’s en la Liga Japac (una liga municipal allá por mi tierra en Culiacán). ¿El equipo? El IRS, es decir el equipo del Instituto de Readaptación Social, o sea, señores, el equipo del bote, del tambo, del reclusorio, del penal, de la cárcel, de la penitenciaría, o como quieran llamar a ese selecto lugar de contricción.
Mi padrino, el licenciado Francisco Javier Ruelas, a quien le mando un saludo desde esta bitácora, despachaba entonces como director del IRS. El Licenciado, como hombre derecho que es, siempre se tomó en serio su trabajo, de tal modo que preocupado porque los reclusos se dedicaran a tareas más sanas que las de robar, matar, sodomizarse, dedicarse a la política o echarse viajes siderales al amparo de la mariguana, la heroína, la cocaína, el crack, el cemento, el resistol 5000, el alcohol, el peyote, el agua de tepache, las anfetaminas y otros regios estimulantes sensoriales, se dio a la tarea de armar un equipo de béisbol, para lo cual comisionó la tarea al Huevito: “Ponga a jugar béisbol a estos cabrones.”, fue la orden.
El Licenciado me invitaba a los juegos del equipo del IRS, el cual cabe señalar que siempre jugaba de local, pues estaba complicado sacar a los reos del tambo para llevarlos al campo oficial de la Liga Japac.
Francamente el Huevito hacía un trabajo extraordinario. Explotaba al máximo las habilidades beisboleras de los presos. Los internos del IRS se veían motivadísimos por demostrar que no sólo eran simples malandrines, sino también buenos peloteros. Sobre todo, se sentían de alguna manera integrados de nuevo a la sociedad. De hecho hasta los otros reos que no jugaban béisbol estaban más emocionados con el equipo del ISR que con los Yankees de Nueva York de Jeter, Martínez, Williams y compañía.
Los juegos eran fantásticos. Ni los reos ni “los de afuera” pedían ni daban cuartel. No era extraño ver juegos de extrainnings. A veces un batazo o una atrapada decidía el gane.
El equipo del IRS, sabiamente manejado por el Huevito, iba escalando posiciones en la tabla de la Liga. Se mantuvieron más o menos toda la temporada entre los cuatro primeros lugares. Iban a pelear el campeonato, de eso no había duda alguna.
Pero nada es perfecto. Ya a punto de terminar la temporada, le comenté al entusiasmado Licenciado: “Licenciado, en esta Liga el negocio es vender cerveza en los juegos. Aquí en la cárcel no se puede vender cerveza. No los van a dejar llegar muy lejos en los play-offs, porque se acaba el negocio de la Liga.” El Licenciado me respondió: “No va a pasar nada. Una cosa muy importante es que los internos aprendan a conseguir las cosas de forma honrada, con esfuerzo y sacrificio. Si juegan bien, claro que van a ganar la Liga y se les va a reconocer como campeones. Además tenemos al mejor manager posible.”
El equipo del IRS se metió a los play-offs y empezó a meter miedo a todos los rivales. Estaban jugando como un auténtico trabuco. No se veía como los fueran a parar en su camino al campeonato. Pero con todo y eso los pararon…
No sé por qué compromisos no pude asistir a los partidos de play-offs, pero sucedió lo que me temía. Leí en una crónica de José Carlos Campos en el periódico “El Debate” que en las semi-finales de la Liga Japac el equipo del IRS había sufrido un atraco en despoblado por parte de los señores ampayers y que en consecuencia habían sido eliminados de los play-offs. No pude dejar de pensar en cierto incidente en uno de los partidos anteriores, en donde un pelotero visitante llamó “pinche ratero” a uno de los internos del IRS y en donde este último le reviró: “No compita, los inches rateros chingones están allá afuera, no aquí. Aquí nomás habemos jugadores de béisbol. Si no, pregúntale al Huevito, porque él si sabe de béisbol.”

viernes, 2 de mayo de 2008

EL JUEGO DE LA INOCENCIA Y EL CRECIMIENTO (PARTE II)


EL JUEGO DE LA INOCENCIA Y EL CRECIMIENTO
Por Roger Rosenblatt

PARTE II

En la década de 1950 uno de los grandes jugadores de este deporte, Willie Mays, de los Gigantes de Nueva York, hizo una legendaria atrapada de la pelota bateada a la parte más profunda de uno de los estadios más grandes, que se alejaba del "home" sobre su hombro. No fue solamente que Willie volvió su espalda y arrancó, fue el continente verde de césped en el que corrió y la espera para ver si alcanzaba la pelota y el olor del sudor propio y el de todos los demás que se encontraban sentados en el estadio, como puntos en un panorama puntillista de Seurat, en la concavidad tallada de un planeta que luce pálido bajo la luz del día, púrpura y esmeralda brillantes en la noche.
Con todo, la juventud y la esperanza del juego constituyen sólo una mitad del béisbol y, por tanto, la mitad de su significado para nosotros. Es en la segunda parte del verano de la temporada de béisbol cuando se revela la naturaleza completa del juego. La segunda parte, no tiene el descuidado optimismo de la primera mitad. Cada año, desde agosto hasta la Serie Mundial en octubre, comienza a descender sobre el juego una sensación de mortalidad, sospecha que se intensificará para finales de septiembre, hasta llegar al conocimiento cierto de que algo que era radiante, vigoroso y rebosante de posibilidades puede llegar a su fin.
La belleza del juego está en que sigue el trazado del arco de la vida estadounidense, desde la inocencia estadounidense que se desvanece para tornarse en experiencia. Hasta mediados de agosto el béisbol es un niño en pantalones cortos que grita en el césped suculento; más adelante se transforma en un veterano astuto, de cuello quemado por el sol, cuya preocupación principal es proteger el home. En su segundo verano el béisbol es cuestión de insistir en sacar la pelota del diamante. Sadaharu Oh, el Babe Ruth del béisbol japonés, escribió una oda a su deporte en la cual ensalzó el calor del verano y previó el cambio en "la aproximación de la luz del invierno".
No es de extrañarse que el béisbol produzca más literatura excelente que cualquier otro deporte. Escritores estadounidenses, novelistas como Ernest Hemingway, John Updike, Bernard Malamud y la poetisa Marianne Moore, han visto en el juego la nación soñada. La violación de sus sueños por el país se encuentra aquí también. Como Estados Unidos mismo, el béisbol luchó contra la integración hasta que Jackie Robinson, el primer afroestadounidense de las grandes ligas, defendió todo lo que el país quería creer. Estados Unidos también resistió su propio destino autodeclarado de ser el país de todo el pueblo y entonces, cuando sí luchó por llegar a ser el país de todo el pueblo, negros, asiáticos, latinos, todo el mundo, el lugar mejoró. El béisbol mejoró también.
En el béisbol, en despliegue silencioso, se encuentra el diseño de la constitución misma de Estados Unidos. El texto básico de la constitución es el edificio principal, una estructura simétrica del siglo XVIII afianzada en los principios del siglo de las luces de la razón, el optimismo, el orden y la precaución con la emoción y la pasión. Los arquitectos de la constitución, todos ellos fundamentalmente mentes británicas del siglo de las luces, procuraron construir una casa en la que los estadounidenses pudieran vivir sin hacerla caer poniendo sus impulsos por encima de su racionalidad.
Sin embargo, el problema con esa recopilación original de leyes era su excesiva estabilidad, su demasiada rigidez. Por consiguiente, a los padres de la patria se les ocurrió la idea de la Declaración de Derechos, que en términos del béisbol pueden considerarse como el estímulo de la libertad individual dentro de leyes inmutables. El béisbol es al mismo tiempo clásico y romántico. Así es Estados Unidos y tanto el país como deporte sobreviven manteniendo los dos impulsos en equilibrio.

Roger Rosenblatt es periodista, escritor, dramaturgo y profesor. Como ensayista de la revista Time ha recibido numerosos honores del periodismo escrito, incluso dos premios George Polk, así como premios del Club de la Prensa Extrajera y del Colegio de Abogados de Estados Unidos. Los ensayos que presenta en la red de televisión pública de Estados Unidos le han merecido los prestigiosos premios Peabody y Emmy. Es autor, más recientemente, de la novella Beet (Ecco, 2008).

jueves, 1 de mayo de 2008

EL JUEGO DE LA INOCENCIA Y EL CRECIMIENTO (PARTE I)


EL JUEGO DE LA INOCENCIA Y EL CRECIMIENTO
Por Roger Rosenblatt

PARTE I

De los tres deportes principales, el béisbol es a la vez el de diseño más elegante y el más fácil de explicar en términos de su atractivo. Es un juego que se realiza dentro de límites estrictos y dimensiones estrictas, distancias de aquí a allí precisamente determinadas; el montículo del lanzador tiene tantos centímetros de alto; el peso de la pelota; el peso del bate; las marcas que determinan el espacio interior y exterior; lo que cuenta y lo que no cuenta, y demás. Las reglas son inquebrantables; de hecho, con muy pocas excepciones, las reglas del juego no han cambiado en un centenar de años.
Esto se debe a que, al contrario de lo que sucede en el baloncesto, el béisbol no depende del tamaño de los jugadores, sino más bien de un concepto de la evolución humana según el cual la gente no cambia tanto, ciertamente no en cien años y, por tanto, debe hacer lo que puede dentro de los límites que tiene. Como lo escribió el poeta Richard Wilbur: "El poder del genio proviene de estar en una botella".
Con todo, el béisbol es, dentro de sus límites y desde todo punto de vista, un deporte individual. En otros deportes la pelota marca el puntaje. En béisbol el jugador marca el puntaje. El juego fue diseñado para enfocar a los estadounidenses en nuestras bregas individuales. El que corre hacia la primera base se propone robar la segunda. El hombre que está en segunda base se propone escurrirse detrás de aquél. El lanzador se propone sorprenderlo para sacarlo pero lanza al plato, donde el bateador trata de golpear la pelota para proteger al corredor, quien ahora decide arrancar y el hombre que está en segunda base se apresta para hacer el toque, si el receptor puede ponerse a la altura de las circunstancias y hacer un lanzamiento bajo y duro. Uno no necesita saber lo que estas cosas significan para reconocer que todas ellas ponen a prueba la habilidad de cada uno de realizar una tarea específica, de tomar una decisión personal y de improvisar.
Los aficionados se apegan a los momentos de gloria en la historia del deporte, especialmente a los nombres heroicos y a los hechos heroicos (récord y estadísticas). Estados Unidos tiene en gran aprecio a sus héroes del deporte porque el país no tiene la larga historia de Europa, Asia y África. A falta de un Alejandro Magno o un Carlomagno, deriva su mitología heroica de los deportes.
También nos son caros los momentos sublimes del juego porque son recuerdos que preservan la juventud de todos, como parte de la continua necesidad, aunque un poco forzada, de Estados Unidos de permanecer en un verano perpetuo. La ilusión del juego es que seguirá para siempre. (El béisbol es el único deporte en el cual un equipo en gran desventaja y al que le queda sólo un bateador puede todavía ganar).
Continuará...
Roger Rosenblatt es periodista, escritor, dramaturgo y profesor. Como ensayista de la revista Time ha recibido numerosos honores del periodismo escrito, incluso dos premios George Polk, así como premios del Club de la Prensa Extrajera y del Colegio de Abogados de Estados Unidos. Los ensayos que presenta en la red de televisión pública de Estados Unidos le han merecido los prestigiosos premios Peabody y Emmy. Es autor, más recientemente, de la novella Beet (Ecco, 2008).

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