viernes, 30 de noviembre de 2007

CITAS Y COSAS DEL BÉISBOL II


Tiempo atrás, mi ídolo era Bugs Bunny porque le vi jugar béisbol en una caricatura –sabes, esa donde el juega todas las posiciones por sí mismo y con nadie más en el campo más que él. Ahora que lo pienso, Bugs es aún mi ídolo. Uno debe de amar a un pelotero como ese.
Nomar Garciaparra (pelotero)

*

Con esos, los que no dan ni un carajo por el béisbol, no puedo sino sentir conmiseración. No les tengo resentimiento. Estoy incluso dispuesto a conceder que muchos de ellos no son drogadictos, son buenos con sus madres y están a favor de la paz mundial. Pero cuando hay juego, no se me antoja hablarles.
Art Hill (escritor)

*

Esto es béisbol y es mi juego. Tú sabes, llevas tus preocupaciones al juego y las dejas ahí. Gritas como loco por los tuyos. Es bueno para tus pulmones, te aliviana y nadie llama a los policías. Chicas preciosas, montones de ellas.
Humphrey Bogart (actor)

*

Cuando jugábamos softball, me robaba la segunda base, me sentía culpable y me regresaba.
Woody Allen (actor)

*

El mundo solamente ha tenido dos genios: Willie Mays y Willie Shakespeare.
Tallulah Bankhead (actriz)

miércoles, 28 de noviembre de 2007

CITAS Y COSAS DEL BÉISBOL I


En teoría, no hay diferencia entre teoría y práctica, pero en la práctica sí la hay.
Yogi Berra (ex manager y pelotero Yankee)

*

Si una mujer debe elegir entre atrapar un elevado y salvar la vida de un niño, ella elegirá salvar la vida del niño sin siquiera considerar si hay hombres en base.
Dave Barry (humorista)

*

La gente me pregunta qué hago en invierno cuando no hay béisbol. Les diré que hago: miro la ventana y espero la llegada de la primavera.
Roger Hornsby (ex pelotero, poseedor del segundo porcentaje de bateo más alto de por vida)

*

Ningún juego en el mundo es tan ordenado y pulcro como lo es el béisbol, con causa y efecto, crimen y castigo, motivo y resultado, tan impolutamente definidos.
Paul Gallico (novelista)

*

Hay tres cosas en mi vida que amo de verdad: Dios, mi familia y el béisbol. El único problema es que cuando inicia la temporada de béisbol cambio un poco el orden de esas cosas.
Al Gallagher (ex pelotero)

lunes, 26 de noviembre de 2007

CHARLIE BROWN, EL PITCHER


Charlie Brown es una suerte de Woody Allen versión toys r us, un personaje para Sigmund Freud o, por qué no, para Patrice Leconte, esto es un niño inquieto y nervioso, con una pavorosa falta de autoestima, decidido a afrontar las fatalidades de su vida tanto en soledad como en compañía de sus amigos, empezando por Linus y su inseparable mantita, su egoísta hermana Sally, su prepotente compañera Lucy, su extraño perro Snoopy, quien escribe novelas que son sistemáticamente rechazadas por las casas editoriales, y sus compañeros de béisbol, todos encantadores perdedores como el pianista Schroeder.
Dos de sus amigas, Marcia y Patty, están enamoradas de Charlie Brown, pero él sólo tiene ojos para una chica pelirroja invisible, con la cual habla muy rara vez.
Charlie Brown es la suma de lo incomprensible: el hombre mismo y su relación filial de odio-amor con la soledad.
El tigre poeta, Eduardo Lizalde, autor de una justificación de los hombres desfavorecidos por la madre naturaleza (“No soy bello, pero guardo un instrumento hermoso/ Eso aseguran cuatro o cinco ninfas y náyades arteras…”), es un admirador confeso de la soledad de Charlie Brown, lo que le llevó a dedicarle un estupendo poema.

CHARLIE BROWN EN LA LOMA
(TANGO DE OTRO VIUDO)
De Eduardo Lizalde

En la noche asesina, y solo en el montículo,
¡qué soledad a veces, Charlie, pavorosa!,
con casa llena,
y ya en la parte baja de la octava,
y tirando wild pitch –uno tras otro-,
salvaje, eterna soledad, de veras.
Cósmica soledad del lanzador al centro del diamante.
Una mirada al fondo, de ratón acorralado:
toleteros veloces, atentos y enemigos
y tristes jardineros fraternales
a los que ciega el sol bajo las bardas.
Solar, nocturna jornada interminable.
Al frente, el bateador,
la noche arriba.

Lluevan, cielos,
derrúmbense las nieblas sobre el parque.
Viudo en la loma,
como bajo la ducha de esa infancia
que dejábamos ya, soñando en altas diosas
o primas ruborosas e imposibles,
y haciéndose una horrible, deprimente puñeta
en la mañana,
¡qué soledad, de veras, Charlie!
-y falla el doble play, para acabarla-.

domingo, 25 de noviembre de 2007

EL COME-POLLOS BOGGS, EL HAMBRE Y EL INFINITO



No se puede ser objetivo atendiendo a los hechos, apuntaba don Quijote. Pero los hechos están ahí para inventar otros mundos llamados Realidad. Y yo tengo entre manos un hecho: el mejor chocador de pelota que he visto fue Wade Anthony Boggs, “the chicken man”, el legendario tercera base.
Por estos días el viejo come-pollos es un jubilado más en la Florida, pero cuando jugaba en Ligas Mayores era garantía de guante de oro y de bateo arriba de 300. De 1982 a 1988 jugando para Boston, sólo una vez bateó debajo de 349, con un nada despreciable 325 en 1984.
Wade Boggs quería ganar una Serie Mundial y se dio cuenta de que con Boston, equipo hechizado en aquel entonces por la llamada maldición del Bambino (vendieron increíblemente a Babe Ruth en 1920) y con décadas acumuladas sin ganar el codiciado anillo de campeón, simplemente no iba a ocurrir.
A partir de la temporada de 1993 se unió al equipo de béisbol más ganador de todos los tiempos: los Yankees de Nueva York. En Boston jamás le perdonaron su ida al eterno rival (el imperio del mal dicen los pati-colorados); ni siquiera ahora, después de tanto tiempo han querido retirar en Boston el número de casaca del come-pollos.
En 1996, ascendió a las glorias máximas de la Serie Mundial, cuando los Yankees pasaron sobre los eternos perdedores de finales en los 90’s, los Bravos de Atlanta, equipo de los amores de otro gran comilón, “the peanut-eater” Jimmy Carter.
Wade Boggs, como todo hombre con respeto por el misterio del béisbol, era supersticioso en extremo: cada día se levantaba a la misma hora, luego en la práctica de bateo, la cual iniciaba invariablemente a las 5.17 de la tarde, le daba justo a 150 lanzamientos, también siempre corría sprints a las 7.17 y en sus turnos al bate, aunque no era judío, sin excepción dibujaba en la caja de bateo la palabra hebrea “chai” (vida). Tenía muchas otras costumbres más, como esa de suponer que su bateo mejoraba cuando al estadio asistía la chica de sus amores sin ropa interior debajo del vestido.
El lector perspicaz se preguntará sobre la manía más estrafalaria de todas: comerse un pollo entero antes de cada juego de pelota.
Yo entreveo la necesidad de evitar el hambre. ¿Pero un pollo entero se justifica? Quizá si atendemos a algunas experiencias insólitas de Wade Boggs. Tengo mi teoría y me apego de nuevo a los hechos.
El 18 de abril de 1981, Wade Boggs hizo una comida ligera antes del juego en casa en McCoy Stadium. En ese entonces estaba en Ligas Menores con los Medias Rojas de Pawtucket. El rival era Rochester, donde estaba ni más ni menos que el caballo de hierro II, Cal Ripken Jr. Boggs estimó cenar en unas cuatro o cinco horas después del inicio del encuentro, una vez finalizado éste, por supuesto. Boggs no tenía idea de lo que estaba por venir.
El marcador se mantuvo en ceros hasta la séptima entrada cuando Rochester se fue arriba con una carrera. Pawtucket empató justo al cierre de la novena entrada. Extra-innings. Vale, dijo Boggs, unas cuantas entradas y a satisfacer el apetito. Una vez más estaba en el error.
El juego se extendió hacia derroteros imprevisibles, pero la pizarra se mantuvo intacta. Lo normal en esa liga habría sido decretar la suspensión por límite de tiempo, más el librito de reglas que llevaba el ampayer esa noche no era la versión actualizada y el articulado cuasi-decimonónico no contenía ninguna disposición para detener los asomos de una marejada de infinito beisbolero.
(El infinito cabe en un juego de pelota. Si en el filme el “Séptimo Sello” de Ingmar Bergman, la partida de ajedrez entre el caballero cruzado y la muerte es una alegoría del hombre, su eterna búsqueda de Dios y de la muerte como única certidumbre, las posibilidades de un juego de béisbol extendiéndose hasta la configuración de la victoria absoluta de uno de dos elementos en pugna, puede explicar acaso mejor que los filósofos la lucha de la vida ante la muerte, corriendo cualquier hombre, como dijo Borges, el albur de ganar y convertirse en el primer inmortal: “las pruebas de la muerte son meramente estadísticas”, a lo cual agrego yo, posiblemente porcentajes de bateo, de fildeo o de pitcheo.)
En la entrada 21, Rochester anotó de nuevo una carrera. Lo mismo Pawtucket y el juego seguía: el verdadero espíritu deportivo no admite empates. Alguien tuvo la idea de tratar de localizar al presidente de la liga y pedirle una autorización para irse todos a dormir, pero el hombre de los poderes no estaba en su oficina, pues dormía ya a pierna suelta en su domicilio.
“Abril es el mes más cruel”: primavera y todo hacía un frío glacial. Los peloteros en los dugouts empezaron a prender fogatas quemando pequeñas piezas de madera provenientes de los bates. El escenario era más bien propio de una congregación de pordioseros soñolientos.
Finalmente en el cierre del inning 33, a las 4.09 de la madrugada del día 19 de abril de 1981, llegó la comunicación oficial de Harold Cooper, el presidente de la Liga. El pobre tipo, en pijama, de algún modo recibió la petición y la resolvió autorizando posponer el partido para mejor fecha.
8 horas y 25 minutos. Se trataba del juego más largo en la historia del béisbol profesional En el estadio ya sólo quedaban 19 fanáticos (nunca fue mejor empleada esta palabra), un puñado de peloteros ojerosos y un tercera base local con las tripas deshechas y rumiando que en lo sucesivo se alimentaría mejor antes de cada juego.
(Dicen que el juego se reanudó un par de meses después y que Pawtucket ganó con una carrera dejando tendidos en el terreno a los visitantes. Se trata de algo aparente, de una simple tregua. El Juego no ha terminado, en algún otro lugar y con otros personajes el Juego sigue aún su marcha.)

sábado, 24 de noviembre de 2007

ESOS BATEADORES DE 400


No lo digo yo. Lo dijo José Lizama Lima: “Roberto Fernández Retamar es uno de los más significativos poetas de su generación [...] Es muy cubano, curtido por el árbol que golpea el árbol universal del conocimiento. Se esboza en él una alegría que marcha acompañada del destino opulento del cubano, del cubano mejor, que es universalmente sencillo.”
Es pues un gran poeta don Roberto, por ese simple hecho es digno de admiración, pero más importante aún: a don Roberto, como muy buen cubano, le gusta el béisbol. Por ahí me encontré con un poema de él, y digo poema a falta de algo mejor para nombrarlo, porque si en un texto se combinan dos cosas mágicas como la poesía y el béisbol, entonces ya no estamos hablando de simple magia, sino de la más-magia o la más-médula –apuntaría Oliverio Girondo. Play-ball.

Pío Tai
Roberto Fernández Retamar


Compañeros: que antes de empezar, nuestro primer recuerdo
para Quilla Valdés, Mosquito Ordeñana, el Guajiro Marrero,
Cocaína García, La Montaña Guantanamera, Roberto Ortiz, Natilla
(desde luego), el Jiquí Moreno de la bola de humo, el Jibarito, y
(más atrás
Adolfo Luque, Miguel Ángel, Marsans,
Y el Diamante Méndez, que no llegó a las Mayores porque era
Negro,
Y siempre el inmortal Martín digo.
Y también, claro, Amado Maestri, y tantos más…

Inolvidables hermanos mayores: donde quiera que estén.
Hundidos en la tierra que ustedes midieron a batazos
En La Tropical o en el Almendares Park;
Bajo el polvo levantado al deslizarse en segunda,
Alimentando la hierba que extiende en los jardines y es
surcada por los roletazos;
O felizmente vivos aún, mereciendo el gran sol de la una y la
Lluvia que hacía interrumpir el juego
Y hoy acaso sigue cayendo sobre otras gorras: donde quiera
Que estén, reciban los saludos
De estos jugadores en cuya ilusión vivieron ustedes
Antes (y no menos profundamente)
Que Joyce, Mayacovski, Strawinski, Picasso o Klee,
Esos bateadores de 400.

Y ahora, pasen la bola.

viernes, 23 de noviembre de 2007

DEFINICIONES PARA CADA HORA DEL DÍA


Un mar de jade verde
Eso es el juego de pelota.
Un pájaro relampagueante
Eso es el juego de pelota.
Un proverbio del viejo William
Eso es el juego de pelota.
Un contorno modulado
Eso es el juego de pelota.
Un tintero heráldico
Eso es el juego de pelota.
Un destino inmutable
Eso es el juego de pelota.
Un rombo indómito
Eso es el juego de pelota.
Un swing del Bambino
Eso es el juego de pelota.
Un testimonio del magma infinito
Eso es el juego de pelota.
Un bullicio voraz
Eso es el juego de pelota.
Un torrente de azar
Eso es el juego de pelota.
Un soneto raro
Eso es el juego de pelota.
Una tregua del tiempo
Eso es el juego de pelota.
Una curva cósmica de Einstein
Eso es el juego de pelota.
Una especie inédita de saltimbanqui
Eso es el juego de pelota.
Una estructura del mundo
Eso es el juego de pelota.
Una anticipación de la belleza profunda
Eso es el juego de pelota.
Una exaltación de Sandy Koufax
Eso es el juego de pelota.
Una meditación sobre lo inmenso
Eso es el juego de pelota.
Una obsesión personal
Eso es el juego de pelota.
Una sinuosidad de Li Fou
Eso es el juego de pelota.
Una huella fósil
Eso es el juego de pelota
Una búsqueda fantasmal
Eso es el juego de pelota.
Una sonrisa insólita
Eso es el juego de pelota.

jueves, 22 de noviembre de 2007

LA DICOTOMIA BÉISBOL-FÚTBOL

Un texto y un poema de Gerardo de la Torre antes de pasar a las entradas sobre asuntos relevantes (exclusivamente beisboleros). Al respecto destaca la mención de un experimento efectuado con simios sometidos a un balón de fútbol y luego a las posibilidades ofrecidas por un bate y pelota de béisbol.

*

Polvos de Diamante (extracto)

En México, bien se sabe, los adictos al béisbol somos escasos en comparación con los aficionados al sano y cristalino pasatiempo [sic] de los puntapiés y los goles. Porque el béisbol ciertamente es cosa intrincada. Mucha gente no entiende por qué el lanzador, en vez de arrojar bolas francas que sean bien bateadas para que todos se diviertan, se empeña en enviar disparos que ponen en apuros al hombre de la estaca. Como en otros deportes, en el béisbol los tantos o puntos son acogidos con júbilo, pero la ausencia de hombres en base y de carreras anotadas crea una temperatura y una tensión que deja perplejos a los legos. Por ahí me refirieron —y no sé si la historia sea verdadera, pero sin duda es verosímil— que en alguna universidad estadounidense hicieron un doble experimento. En la primera parte, encerraron a un grupo de monos en una cancha y proveyeron un balón; al poco rato descubrieron que los monos pateaban el balón y corrían exultantes tras él. En la segunda parte sustituyeron el balón por un bate y una bola de béisbol, sólo para hallar poco después que uno de los simios enarbolaba el bate y perseguía a los demás, mientras la esférica yacía abandonada (…)

*

Para terminar, el poema prometido de Gerardo de la Torre, donde se explica a la fanaticada beisbolera, por qué la opción del béisbol se inclina siempre por la vida y no por la guerra en los estadios, en casa, en el país del otro.

Los amantes del béisbol
jamás se suicidan
porque en el futuro
habrá siempre una Serie Mundial.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

CONFESIONES DE UN PANBOLERO


Malas noticias. Esta entrada y la próxima serán dedicadas a un asunto menor: el fútbol. La primera entrada corresponde a las [¿cínicas?] confesiones de un panbolero, quien va al grano al explicar los vericuetos de su deporte favorito, con un único olvido quizá: la vida no es como el fútbol; el fútbol es tan solo como la vida de ciertos hombres. “No hay guerras, sino banderas y hombres caídos…” o mejor dicho: “No hay fútbol, sino patadas y pequeñas batallas en la media cancha, clavados en el área, árbitros perdiendo la cordura, yanquis de la gambeta gratuita, interminables marcadores en ceros, catenaccio y también Romario da Souza, algunas jugadas, algunos lances, algunos goles…”

QUE GANE EL PEOR
Por Javier Cercas

Cuando se publique este artículo apenas faltarán unos días para que termine el Mundial y, después de tres semanas de invasión futbolera, algunos de ustedes –pocos– estarán ya hasta la coronilla de fútbol y otros –la mayoría– juzgarán que este año el Mundial se ha hecho corto. Lo cierto es que el Mundial es una completa locura planetaria y que, se mire por donde se mire, esto del fútbol no se entiende. Por supuesto, todos fingimos a todas horas que lo entendemos a la perfección, pero la verdad es que no se entiende. Se entendería si, como dice Gonzalo Suárez, el balón no fuera redondo, o simplemente si, como le dijo Salvador Dalí a Gonzalo Suárez, el balón fuera hexagonal. Pero el balón es redondo y rueda y, en consecuencia, es rigurosamente impredecible. Esta impredictibilidad –no la habilidad, no el esfuerzo, no el mérito– rige el fútbol. Esta impredictibilidad significa que el fútbol carece de leyes; es decir, significa que es absurdo; es decir, significa que no se puede entender.
Por supuesto, hay cosas del fútbol que sí se entienden, pero no atañen a su esencia, sino a sus aledaños. Todos los estudiosos argumentan que el fútbol es una prolongación de la guerra por medios pacíficos, o, si se prefiere, que es el mejor sustituto conocido de la guerra. Los hechos favorecen esta idea, porque desde siempre el fútbol estuvo asociado a la guerra: dice la leyenda –y es la primera referencia al fútbol de que hay noticia– que hacia el año 1000 los británicos celebraron su victoria sobre el invasor danés cortándole la cabeza a su jefe y usándola como pelota; dice la historia que en 1314 el rey Eduardo II prohibió en Inglaterra el fútbol, y que más tarde lo hicieron Eduardo III, Ricardo II y Enrique IV, todos ellos persuadidos con razón de que el fútbol se practicaba a expensas del entrenamiento militar y de que, por tanto, a más guerra, menos fútbol, y a más fútbol, menos guerra. Pero el fútbol sólo adquiere su fisonomía actual a mediados del siglo XIX, y sólo en la segunda mitad del XX se convierte en el deporte más popular de la historia de la humanidad. Pascal Boniface afirma que lo que el fútbol propone es “una zona residual de enfrentamiento que permite la expresión controlada de la animosidad y no afecta a los ámbitos más importantes de interacción entre los países”, lo cual explicaría que en el último medio siglo de historia, a diferencia de lo ocurrido en el resto del milenio, al menos las grandes potencias europeas hayan prescindido de su afición a aumentar la población de viudas y huérfanos por el procedimiento de sustituir las batallas de sangre por batallas por un balón entre mocetones en calzoncillos. De ahí que los más consecuentes sostengan que la FIFA debería haber sido galardonada hace mucho tiempo con el Premio Nobel de la Paz.
Más misterioso que el anterior es otro hecho en el que acaso no se repara tanto. Si un helicóptero abandonara esta mañana a Ronaldinho en medio del desierto de Gobi, en menos de cinco minutos estaría rodeado por un enjambre de forofos; en cambio, Ronaldinho puede pasear por la Quinta Avenida sin que nadie se fije siquiera en él (a menos, claro está, que se cruce con algún ciudadano no norteamericano, en cuyo caso se le habría acabado al instante el anonimato). El hecho es que el país que gobierna el mundo ignora el deporte que gobierna el mundo. No es que no lo entienda: es que ni siquiera desea entenderlo. A ellos les gusta el fútbol americano, el baloncesto, el béisbol. Pero ninguno de esos deportes es comparable al fútbol. Tratando de explicarles el alcance del fenómeno a sus compatriotas, Paul Auster señaló que si sumaban su interés por el fútbol americano, el baloncesto y el béisbol, y luego lo multiplicaban por diez o veinte, entonces empezarían a hacerse una idea del tamaño descomunal de la afición de los europeos por el fútbol. Pero es inútil: a los norteamericanos no les entra en la cabeza. No es que sean más incultos ni más zoquetes que nosotros, pero no les entra. Algunos dirán que ésa es la causa del inflexible ánimo belicoso de sus sucesivos Gobiernos, y que la ONU debería proponerse la implantación del fútbol en USA como paso previo a la implantación de la paz mundial; puede ser. Sea como sea, en el fondo la explicación de esa incapacidad quizá no sea tan enigmática. Como en cualquier otro deporte, en el fútbol americano, el baloncesto y el béisbol gana siempre el mejor; en el fútbol no siempre es así: de hecho, no lo es casi nunca. Esto para la mentalidad norteamericana –educada en una estricta meritocracia de pionero protestante para la cual el triunfo es siempre fruto del esfuerzo personal– resulta deprimente; sospecho que para la nuestra resulta secretamente exaltante, porque convierte el fútbol en una metáfora exacta de la vida. “Fútbol es fútbol”, declaró Johan Cruyff. La definición –hasta el momento, la mejor que se ha dado nunca de este deporte– tolera tantas interpretaciones como el Ego sum qui sum de Yahvé a Moisés en el Éxodo. La mía es la que adelantaba al principio: lo único que hay que entender para entender el fútbol es que en el fútbol no hay nada que entender. Así que el fútbol no sólo es impredecible; también es ininteligible. Ese fondo ciego, vertiginoso y desesperado es la esencia del fútbol; también –casi sobra decirlo– lo es de la vida.

martes, 20 de noviembre de 2007

LA MULTITUD EN EL JUEGO DE PELOTA

LA MULTITUD EN EL JUEGO DE PELOTA
DE WILLIAM CARLOS WILLIAMS
(TRADUCCIÓN DEL CAPITÁN TOMATE)

La multitud en el juego de pelota
es movida uniformemente

por un espíritu de inutilidad
que les complace

todo el emocionante detalle
de la persecución
del escape, del error:
la iluminación del genio –

todo sin fin resguarda la belleza:
la eterna

Por eso en detalle, ellos, la multitud,
son hermosos

Para esto
Para ser advertidos contra
la gloria y el desafío –
Está viva, ponzoñosa

Sonríe terriblemente
Con palabras entrecortadas

La despampanante hembra
Acompañada de su madre, lo entiende

El judío lo entiende a la primera - es
mortal, espeluznante

Es la Inquisición,
La Revolución

Es la belleza misma
quien vive

ociosamente
día a día en ellos

Tal es
el poder de sus rostros

El verano, el solsticio
la multitud

ruge, la multitud sonríe
a detalle

permanentemente, seriamente
sin pensamiento.

sábado, 17 de noviembre de 2007

CANTO DEL BÉISBOL


El béisbol es poseedor de una extraña dicotomía: manifestación viril y poética al mismo tiempo; característica capaz de ser apreciada y valorada por los espíritus complejos de grandes escritores: Arthur Miller, John Ashbery, William Carlos Williams, Philip Roth, Eduardo Lizalde, Francisco Hernández y por supuesto, el poeta anarco-nudista en verano y budista-socialista en invierno, Lawrence Ferlinghetti, autor de esa excelente pieza titulada “Canto del Béisbol”, la cual reproducimos en traducción del poeta dominicano Juvenal Acosta.

Observando el béisbol
sentado bajo el sol
comiendo palomitas de maíz
releyendo a Ezra Pound y deseando que Juan Marichal
dejara un hueco justo en el centro
de la tradición anglosajona en el primer canto
y que demoliera a los invasores salvajes
cuando los gigantes de San Francisco tomaron el campo
y todo el mundo se levantó para el himno nacional
con alguna voz de tenor irlandés cantando en las altas bocinas
con todos los jugadores que permanecían muertos en sus lugares
y los ampayers blancos como policías irlandeses en sus trajes negros
y pequeñas gorras negras presionadas sobre sus corazones
de pie derechos y detenidos
como en el funeral de un adulador bartender
y todos contemplando el este
como si esperaran la gran esperanza blanca
o a los padres de la patria
que aparecieran en el horizonte
como en el 1066 o en el 1776
Pero en vez de eso apareció Willie Mays
cerrando el primero
y un rugido se alzó
cuando él mandó la primera hacia el sol
y corrió
como un corredor de pista de Tebas
La pelota se perdió en el sol
y las damas gimieron ante él
pero él se mantuvo corriendo
a través de la épica anglosajona
Y Tito Fuentes vino
parecido a un matador de toros
en sus apretados pantalones y sus pequeños zapatos puntiagudos
Y el bleecher del jardín derecho se volvió loco
con chicanos y negros y bebedores de cerveza de Brooklyn
“¡Tito , golpéala duro hacia él, dulce Tito!”
Y el dulce Tito puso su pie en el plato
y le dio a una que no retornó para nada
y corrió a través de las bases
como si estuviera escapando de la United Fruit Company
así como el dólar gringo abate las libras
Y el dulce Tito la abate
como si estuviera batiendo la usura
sin mencionar el fascismo y el antisemitismo
Y Juan Marichal vino
y el bleecher chicano se puso loco de nuevo
y Juan le pegó a la primera bola
fuera de la vista
y corrió a la primera y siguió corriendo
y corrió a la segunda y corrió a la tercera
y siguió corriendo
y golpeó en una jugada sucia
ante el rugido de la asquerosa gleba
mientras algún idiota presionó el botón de pánico tras bastidores
con la cinta grabada del himno nacional nuevamente
para salvar la situación
pero no detuvo a nadie esta vez
en su revolución a través de las bases blancas
en este final de la gran épica anglosajona
en el Territorio Libre del béisbol.


jueves, 15 de noviembre de 2007

UNA VISIÓN PERSONAL DE LOS ORIGENES DEL BÉISBOL


Tuve la dicha de toparme con una página web (http://www.origenesdelbeisbol.com) dedicada exclusivamente a indagar en los antecedentes del Rey de los Deportes.
César Gónzalez Gómez, el creador de la página, apunta lo siguiente: “Uno de los grandes mitos en la historia del béisbol apunta a que los Knickerbockers [de Nueva York] ‘inventaron’ el juego en 1845. Que un buen día, Alexander Cartwright se arrodilló sobre la tierra y explicó las 20 reglas que los Knickerbockers publicarían ese mismo año.”
César, basado en los trabajos de algunos investigadores, cita luego una serie de antiguas referencias al béisbol. Entre ellas:
“1744. La primera referencia escrita de ‘base ball’ que se conoce apareció en el libro A Little Pretty Pocket Book, Intended for the Instruction and Amusement of Little Master Tommy and Pretty Miss Polly del autor John Newberry. En este libro se describen 32 juegos y actividades para niños, acompañadas de un grabado y un poema describiendo cómo jugar.
“1791. Las autoridades del pueblo de Pittsfield, Massachussets, aprueban una ley que buscaba proteger los cristales de las ventanas de la recién construida casa de juntas, prohibiendo en un radio de 80 yardas del recinto: cualquier juego de wicket, cricket, base-ball, bat-ball, foot-ball, cats, fives o cualquier otro juego de pelota.
“1796. Se publica en Alemania el conjunto de reglas de beisbol más antiguo que se conoce. Escrito en alemán por el profesor de educación física, Johann Christoph Friedrich Gutsmuths, de la misma nacionalidad. El título del libro traducido al Español es: Juegos para el ejercicio y la recreación del cuerpo y el espíritu de los jóvenes, de su educador y de todos los amigos de los inocentes placeres de la juventud.”
Respeto lo anterior: es hasta ahora lo que conocemos, pero yo tengo para mí otros antecedentes del béisbol. Yo supongo en la infinidad de universos, un universo donde se produjo por vez primera el milagro del béisbol. No me atengo a ningún azar o fantasía, sino a la irresistible necesidad del sentido común. Algún ser, dios o fuerza sobrenatural capaz de crear con monstruosa delicadeza las estructuras de un campo de béisbol y de someterse a la extravagante empresa de diseñar y divulgar el conjunto de reglas del juego de pelota. Del suelo habría de levantarse una fumarola de cal: las líneas perfectamente trazadas. Rara vez debió haberse visto tanto ingenio, tanta energía, en el sabor de una proeza de raíces profundas.
Pitágoras, en total ignorancia, habría elaborado una misma geometría, sin saber que con ello no hacía sino duplicar el germen y la efervescencia de las primeras formas del béisbol.
Después vendría el derrumbe de siglos y siglos, de religiones creadoras de imágenes donde jamás hubo signo alguno, incapaces de comprender el resultado imprevisible de un juego de precisiones donde las cosas encuentran su sentido. Todo proviene del mismo ensueño, de aquel visionario aventurado y desconocido que fraguó de la materia amorfa las rectas y ángulos imperturbables sobre los cuales habrían de replicarse los campos de béisbol.

martes, 13 de noviembre de 2007

ORACIÓN AL CAPITÁN


Formidable short-stop originario de Brooklyn, Phil Rizzuto jugó la totalidad de su carrera de 1941 a 1956 con los Yankees de Nueva York. En 1950, fue declarado el Jugador Más Valioso de la Liga Americana.
Phil Rizzuto se entregó después a una carrera de cerca de 40 años no menos memorable que la desarrollada como pelotero: la de comentarista de béisbol. Inconfundible por sus expresiones de admiración: “Holy Cow”, “Oh man, did you see that?”, “Unbelievable” y otras más.
Es de antología la crónica radial de Phil Rizzuto del cuadrangular número 61 de Roger Maris, con el cual éste rompió el record de cuadrangulares en una temporada de Babe Ruth: “Viene el lanzamiento, bola rápida, batazo profundo al derecho, ¡éste puede ser! Atrás, atrás. ¡Holy Cow, lo hizo! ¡61 para Maris! ¡Y miren qué pelea hay por la pelota! ¡Holy Cow, que batazo! ¡Otra ovación de pie para Maris y siguen peleando allá por la pelota, montándose en las espaldas de los unos y los otros. Una de las más grandes imágenes que he visto aquí en Yankee Stadium!
Phil Rizzuto acostumbraba leer antes de los juegos pequeños textos y poemas de su invención, como este poema dedicado a la memoria de Thurman Munson, excepcional receptor Yankee que murió en 1979 a los 32 años en un accidente aéreo.


ORACIÓN AL CAPITÁN

Hay una pequeña oración que siempre rezo
ya sea cuando pienso en mi familia o cuando viajo en avión
o cuando tengo miedo (y yo siempre tengo miedo de viajar en avión)
es sólo una pequeñita, puedes rezarla sin importar
si eres católico o judío o protestante o
lo que sea.
Probablemente la he rezado mil veces
desde que escuché las noticias sobre Thurman Munson.

No se trata de ser chabacano ni nada de eso.
Su eminencia, el Cardenal Cooke va a venir
a rezar una pequeña oración por Thurman Munson.
Pero es sólo una pequeñita que digo de vez en cuando
un simple: “Ángel del señor, estimado guardián
de Thurman,
a quien el amor lo compromete aquí, allá o donde sea,
día y noche permanece a su lado,
para iluminarlo, cuidarlo, moderarlo y guiarlo.”

Por alguna razón me hace sentir como que hablo
con Thurman
o con quienquiera que este ahí,
ya sea mi esposa, alguno de mis niños,
mis padres o quien sea.

Es sólo algo para mantenerte lejos de la locura.
Porque si dejas correr esto,
si permaneces pensando en lo que pasó
y no lo puedes entender
es justo lo que te conduce a la Desesperación.

Fe. Haz de tener fe.
Sabes que el tiempo restaña las heridas.
Y no puedo estar más de acuerdo con eso.
Te ayuda a superar las heridas:
Las heridas que cargarás el resto de tu vida.

3 de agosto, 1979
Baltimore visita a Nueva York.

lunes, 12 de noviembre de 2007

LA PRIMERA ESTRELLA DEL PACIFICO


Hablar de Tomateros de Culiacán es deambular fascinados por una historia de campeonatos y momentos memorables, tanto en la vieja Liga de la Costa como en la Liga Mexicana del Pacífico (antes llamada Liga Invernal Sonora-Sinaloa).
Es casi una licencia del lenguaje el emplear tiempos pretéritos para referirse a ayeres que son siempre hoy todos los días: el primer título de Tomateros en la época moderna. Se dio en la temporada 66-67, cuando aún no había play-off, cuando el campeonato se decidía según el standing general, cuando yo no estaba ahí (me duele no haber estado ahí).
Tomateros estaba dirigido por Vinicio García, quien contó con un equipo en el cual es posible leer algunos nombres legendarios: Lupe Cansino (receptor), Ildefonso Ruiz (primera base), Bernardo Calvo (segunda base), Rogelio Jiménez (tercera base), Benjamín Cerda (short-stop), José Rodríguez, Marcelo Juárez y Ángel Macías (jardineros); y como pitchers: Andrés Ayón, Julius Grant, Evelio Hernández, Alberto Joachín, David García, Olegario Barrera, Román Ramos y Alejo Ahumada.
(Por esos años, Ilde Ruiz, el generoso, fue el primero en dar tres home-runs en un juego al macanear al pitcheo de los desaparecidos ostioneros de Guaymas.)
El campeonato se celebró el 8 de enero de 1967. Los Tomateros pasaron por encima de los venados (los eternos damnificados de la maquinaria guinda) en una doble cartelera: 7-6 y 6-3. ¿Los pitchers ganadores? Andrés Ayón y Evelio Hernández.
Culiacán terminó con record de 55 ganados y 31 perdidos para un fantástico .640 y cuatro juegos y medio de ventaja sobre el segundo lugar, los cañeros de los Mochis. Luego vendrían más campeonatos, más glorias, más anécdotas de antología.

sábado, 10 de noviembre de 2007

UNA REFUTACIÓN DEL PANBOLERISMO


PARTE 2

EL FÚTBOL ES EL DEPORTE MÁS POPULAR A NIVEL MUNDIAL
Es probable. Pero eso sólo demuestra acaso el sentido democrático del fútbol. La democracia, lo dice Borges, no es sino un albur de la estadística: una promesa ilusoria: la igualdad. Lo anterior se cifra hasta en la propia semántica del fútbol: “México jugó con su similar de Brasil” (¿Qué de similares tienen los equipos de fútbol de México y Brasil?) La utopía democrática explica el descontento de nuestros tiempos: todos los hombres nacen iguales (¿Será lo mismo ser nieto de Carlos Slim a ser el hijo de un watuzi africano?) Creernos iguales, para regresar con un 5-0 a cuestas y las ilusiones rotas. El fútbol está hecho para traicionar nuestra fe. En el igualitarismo está el error: somos iguales para compartir pérdidas y asumir vía impuestos los rescates de los bancos quebrados, pero no para compartir la riqueza de los grandes banqueros y prestamistas. El fútbol tiene algo de eso: exige mucho y da poco a cambio (¿No se habla de mundiales enteros como el de Italia ‘90 con mal fútbol? ¿Cuándo se ha visto quejarse a un fan del béisbol de toda una temporada completa o de una Serie del Caribe?)

El béisbol es el Rey de los Deportes, reconoce una estructura equitativa de trato igual a los iguales y de trato desigual a los desiguales. (Nada de jugar con su similar de…)
La monarquía es equitativa. El béisbol rey. Los demás deportes miran de abajo a arriba: son asuntos menores.
LAS PORRAS DE FÚTBOL SON MÁS APASIONADAS
Si no hay distinción entre lo salvaje, lo violento y lo apasionado, entonces el fútbol es en efecto más apasionado. Basta ir a un partido de fútbol y luego a uno de béisbol, para comprender el grado de civilidad de los aficionados en uno y otro caso. El béisbol es un deporte de familias dispuestas a compartir un buen momento. El fútbol un deporte dominado por hordas de machos alfa dispuestos a destruir y humillar al otro.
El fútbol es sangriento en origen: los sacrificios mayas, el medieval calcio italiano y los piratas ingleses. Por su lado, el béisbol tiene sus primeros antecedentes en algunos rituales de los egipcios, un pueblo con un grado de sofisticación aún envidiado en esta época. Después de todo, hay algo de la solemnidad de las esfinges en las estructuras de los campos de béisbol.
El aficionado al béisbol se distingue del resto.
EN EL BÉISBOL NO HAY JUGADAS INDIVIDUALES COMO LAS DE MARADONA O PELÉ
Así de despistada es la propuesta panbolera. No es posible razonar con fundamento en definiciones y analogías inapropiadas Es amplio el trecho entre el béisbol y el fútbol. No puede haber jugadas “futboleras” en el béisbol: para empezar la pelota no está en poder del equipo a la ofensiva.
Es cómo decir: ¿y qué hay en fútbol que se parezca a un triple play?

Si bien espectaculares algunas jugadas en el fútbol, no deja de haber cierto aire de malabarismo gratuito en emplear los pies para patear o dominar un objeto. Las manos son el instrumento idóneo para manipular las cosas. El uso de las manos nos separa de los animales. El fútbol tiene algo de bizarro, es como ver enfrentados a 20 hombres con los brazos inutilizados, acompañados por dos paramédicos y vigilados por tres o cuatro empleados de la funeraria con silbato en boca.
No hay nada como un home-run en la novena entrada.
Pero el béisbol no se limita a un solo instante perdurando en la memoria: el béisbol penetra el alma y se torna la memoria misma.
El béisbol va más allá del olvido.
EL FÚTBOL ES ÉPICO
Épico es mirar de principio a final un cero a cero en el fútbol.
El fútbol es narrativa. El béisbol poesía.

*

Corolario Final: El béisbol no se toca, es cosa sagrada.

viernes, 9 de noviembre de 2007

UNA REFUTACIÓN DEL PANBOLERISMO


PARTE 1
El fútbol. Sí, me gusta. En su calidad de asunto menor, el fútbol puede coexistir con mi afición al béisbol. No tengo modo de negarlo: el fútbol, como una de esas novias inglesas, me produce algún pequeño placer de vez en cuando. El fútbol me agrada, respeto a sus aficionados nobles y leales, pero me desagrada el discurso patriotero y exaltado de otros, simples panboleros, queriendo imponer a toda costa su blietzkrieg: la mercadotecnia barata y ramplona del americanismo (toda crítica sobre el América está ya dicha: es llover sobre mojado), la hipócrita xenofobia nacionalista del Guadalajara (por favor, no sean racistas, ¿qué más da si un jugador talentoso es mexicano o no?), el tinglado pandilleril porruno marxistoide de los pumas (cuando forman filas con puños cerrados alzados parece que se va a venir el himno de la internacional comunista), la desmesura mesiánica del hugosanchizmo (ni en su casa lo aguantan), las foxianas barrabasadas del perro Bermúdez (me pregunto como andará de IQ en relación con Bush), y, fuera de Mexico, sobre todo la cursilería fascista del madridismo (más que festejar en la Cibeles deberían festejar en el Escorial) y la sospechosa metrosexualidad sobreexplotada del señor David Beckham (¿metrogay propuso alguien?).
Los panboleros, amparados por los oscuros intereses del duopolio televisivo mexicano y los enormes tentáculos financieros de la FIFA, quieren acaparar los espacios del deporte: ya le dieron en la torre a las transmisiones de la NBA y pretenden estrechar aún más los límites de las transmisiones de béisbol.
Por naturaleza, los panboleros son intolerantes y suelen atacar todo aquello que no sabe, no huele, no se ve, no se oye y no se siente como fútbol. Los panboleros son sujetos irascibles: cuando su equipo no triunfa, la semana es una pesadilla para todos a su alrededor: quedar atrapados en el elevador junto a un tipo con diarrea.
Los líbelos y discursos panboleros en contra del béisbol no son sino una vasta literatura de denigración de la verdadera Magia.
Por lo regular, los panboleros acuden a una serie de argumentos baladíes con ánimo de denostar al Rey de los Deportes. Argumentos de fácil refutación como consecuencia de su ingenuidad. Veamos los siete pecados capitales de los panboleros contra el sentido común.
LOS JUEGOS DE BÉISBOL DURAN DEMASIADO TIEMPO
Premisa errónea desde origen.
El béisbol no suele tener límites de tiempo. Es incorrecto dar por sentado algo de lo cual no se tiene certeza. Un juego de fútbol podría durar tanto o más que un juego de béisbol.
Además, suponiendo los juegos de béisbol implicaran forzosamente más tiempo, es incorrecto atribuir cualidades de bondad a un concepto abstracto, vago e incoherente como el tiempo. El tiempo no es bueno ni malo. (El mal tiempo es una metáfora). Un hombre de 80 años no por ser más viejo es mejor que un hombre de 60.
De igual forma, si el tiempo fuese el problema, ¿cómo explican los panboleros el hecho de chutarse dos o tres partidos seguidos de fútbol? ¿No sería eso demasiado tiempo?
El béisbol no dura ni mucho ni poco, dura lo que ha de durar.
EL BÉISBOL TIENE DEMASIADAS REGLAS. ES INCOMPRENSIBLE
Falso.
Un deporte complejo requiere de cierta dosis de complejidad para no devenir en algo insensato. Una reglamentación excesiva sería una donde se atendiera a circunstancias no indispensables del todo para el desarrollo del juego. Si de demasiadas reglas se trata, ¿cuál es la razón en el fútbol de la tarjeta amarilla por sacarse la camiseta tras un gol? Simples intereses comerciales de los patrocinadores. Peor aún, los panboleros ni siquiera se preguntan por qué el saque de banda es hecho con las manos y no con los pies como sugeriría la dinámica del fútbol. Guess why?
En el béisbol no hay reglas en demasía, sólo las necesarias. Y de eso a ser un deporte incomprensible, hay mucho trecho. No obstante, una mente moldeada en una estructura mental como la del fútbol, podría tener algunos problemas para pasar a otra estructura mental de mayor riqueza y complejidad como la del béisbol.
En el béisbol no hay lugar para la pereza mental.
LA PELOTA DE BÉISBOL NI SIQUIERA SE VE
(Bueno, esta idea en realidad sólo se la he oído a Jesús Ramón, pero él no es propiamente un panbolero: suele apoyar equipos de fútbol serios y respetables)
¿Y qué hay de malo en no ver? Lo decía Saint-Exupery: “Lo esencial es invisible a los ojos.” Además la pelota sí se ve, no verla es síntoma de miopía, ceguera u otras formas de patologías oculares.
La pelota es un copo de nieve en la negra noche.

jueves, 8 de noviembre de 2007

13


13. Mi numero favorito (nací un día 13).
8 de noviembre, 2007. Estadio Ángel Flores. águilas y Tomateros. El sotanero contra el líder. Tomateros y sus 12 juegos ganados en forma consecutiva. (En otros tiempos, cañeros y ostioneros habían hecho la misma faena.) Un triunfo más y el récord se pintaría todo de color guinda. Uno más.
Pero las águilas de Mexicali no venían a regalar nada. No venían a ser patiños de nadie. Fernando Valenzuela, el Toro, a sus cuarenta y pico años nos dio una lección de humildad (de esa que él no tenía antes) y nos puso difíciles las cosas.
Apenas en la segunda entrada, Mexicali con grand slam de Carlos Sievers sobre un vacilante Brian Adams se puso arriba 4-0. Otra vez cuesta arriba. Qué más da. Son los Tomateros. Estos Tomateros nunca pasan miedo.
En la cuarta entrada, sobre los disparos del gran Fernando Valenzuela, así dice la crónica oficial (y no se equívoca), vino un novato irreverente, Maxwell León, a conectar un doblete con hombres en primera y segunda. 4-1.
Hombres en segunda y tercera. Rodado de Reggie Taylor. 4-2. No hubo para más. 2 carreras son buenas.
Quinta entrada. Doblete de Karim García sobre el Toro. Se va el Toro entre una carretada de aplausos. Reconocemos al rival. Pero no le vamos a dejar ganar. Este juego es nuestro y nadie nos lo quita.
Entra a lanzar Enrique Quintanilla por Mexicali. Wildpich directo sobre la cabeza del ampayer Pepe Flores. No pinta bien la cosa. Pausa. Reanudan el juego. Karim ya está en tercera. El ampayer decreta un ponche a Ruben Rivera y luego no da para más. Directo a neurología. Ojala no sea nada. Pausa. Reanudan el juego. Casey McGehee la bota. 4-4. Nuevo juego.
Ni águilas ni Tomateros dan tregua. El pitcher de Mexicali, Navarro, dominando a placer. Culiacán no se queda atrás: Pancho Pistolas Félix haciendo de las suyas y en la novena, quién más, José Silva poniendo el cerrojo: No pasarán.
Novena baja. Navarro saca dos outs. Mario Mendoza, manager de Mexicali, decide traer al exguinda Pedro Cámara: para que la acuñe apriete…
Reggie Taylor se para en la caja de bateo. Practica un swing. Está claro: va a buscar la barda. El pitcher sopesa intimas conspiraciones. Pedro Cámara viene a home. Reggie Taylor conecta largísimo batazo. So long to Mexicali. (Home-run en la novena: ni en las películas: plagio a Rubem Fonseca: "La realidad supera la ficción, porque no está obligada a obedecer a lo posible.")
Culiacán festejando en grande. Reggie Taylor da la vuelta al cuadro. A medio camino entre tercera y home lanza al aire el casco. Da un enorme salto y pisa home. 4-5. El estadio grita una y otra vez: Culiacán, Culiacán. El del sonido anuncia el récord (como si hiciera falta). El dugout de Mexicali no parece mostrar los rescoldos de una pelea, sino de una masacre. Salgo del estadio. A la salida un aficionado de Mexicali dice entredientes: el Chino Ley tiene pacto con el diablo, estos 13 juegos son la última gracia que el diablo le concede antes de cargárselo al infierno. El diablo, dios, llámele como quiera. Otra barrida más a la cuenta.

NOTA. Culiacán rompió el récord de más juegos ganados en forma consecutiva, pero aún no tiene el récord de más juegos jugados sin perder, pues los ostioneros de Guaymas en la temporada 85-86 jugaron 14 veces sin perder (ganó 9, empato el décimo y ganó 4 más).

miércoles, 7 de noviembre de 2007

EL MATADOR


“You better not have anything to do with it at all.”
Ernst Hemingway @ “The Killers”

Has sacado un out. Te sacudes el polvo en la loma. Novena entrada. Parte Baja. Marcador empatado. Caja Llena. Le ves venir. Te sudan las manos. Tus labios están resecos. Pasas tu lengua sobre tus labios. Tomas el saco. Lo sueltas. Él se acomoda en la caja de bateo. Te sacas la gorra de los naranjeros. La H luce sucia. Limpias el sudor de tu frente. Te acomodas de nuevo la gorra de los naranjeros. Miras de reojo al corredor de tercera. Luego al de primera. Del de segunda ni te enteras. No importa ahora. Abre un poco el corredor en tercera. Tu coach de pitcheo te da la absolución. No lo sabes. Otra vez el sudor. Maldito sea el calor de Culiacán. Metes el pie en la placa. Entre la gritería hay un instante de silencio. Preparas de frente. Dentro del guante aprietas la pelota. Sientes sus costuras. No hay salida. Lo sabes todo sobre él:
“Tomateros de Culiacán vence en extrainnings; decide Benjamín Gil con imparable…
“En la sexta Benjamín Gil dio la bienvenida con home-run solitario por el izquierdo para poner el marcador definitivo…
“En el séptimo rollo Benjamín Gil rompió una racha de nueve hombres retirados en línea, al conectar solitario cuadrangular que rebasó la barda del prado izquierdo para mover los cartones…
“Benjamín Gil da su séptimo título a Tomateros de Culiacán con imparable a…
“Noveno título de Tomateros. El tablazo de Gil en la fatídica rompió un empate a cuatro carreras ante los lanzamientos del…
“Benjamín Gil dio doblete productor de dos carreras en la novena entrada para dejar tendidos en el terreno a…”
Es imposible no odiarle. Romas Benjamín Gil Aguilar. Lo ha ganado todo. Todo lo que importa en el béisbol. Anillo de Serie Mundial. Series del Caribe. Invierno. Verano. Inconfundible. Brazo poderoso. Pinta de gringo pasado. (Sobre todo esa pinta de gringo pasado). Favorito de las damas en una tierra de machos celosos hasta de la mujer ajena. “Crunch-time hitter”. Intraducible. Lo tienes frente a ti. Su aparente tendencia al ponche fácil no te sirve para nada. Es el momento de la verdad. Es imposible no odiarle.
Exhalas lentamente. Olvidas que juegas para Hermosillo. Eres un aficionado de Culiacán. Pasaste la noche en duermevela. Haz hecho fila por más de tres horas bajo el sol para conseguir una entrada al juego decisivo de la Serie Final. Imaginas es otro el pitcher en el mano a mano con Benjamín Gil. Desearías no ser el pitcher. Desearías no ser un pitcher. Desearías nunca ser fan de Hermosillo. Haces bien. La bola viene hacia home. Suena el bate. El Matador sonríe. Prepara el champagne.

martes, 6 de noviembre de 2007

HACIA UN EQUIPO IDEAL


La elaboración de listas, rankings o “top whathever” pertenece al rubro de los deportes de alto riesgo. Nunca dejan satisfechos a nadie.
Aún así me he propuesto diseñar un cuadro ideal de peloteros extranjeros que hayan pasado por la Liga Mexicana del Pacífico. Como las combinaciones pueden ser casi infinitas, tomé cierto parámetro límite: los logros en Grandes Ligas de quienes en plenitud de forma alguna vez pisaron los campos de la mejor liga de béisbol de México (la otra, la del verano es como su nombre lo indica: una simple película de consumo veraniego).
Injustamente dejé de lado a formidables peloteros extranjeros “mexicanos” o sin meritos significativos en Grandes Ligas: Walter McCoy, Roger Vernon Freed, Jack Pierce, Neil Fiala, Dereck Bryant, Jerry Hairston, Lorenzo Bundy, Dave Stocktill, Roy Johnson (antes de rebasar las 400 libras), Lou Frazier, Ty Gainey, Mark Zeppellin, Blaise Isley, Dereck Bell, Darrell Sherman, Ed Vosberg, Matt Stark, Darrel Brinkley, Kit Pellow, Marc Kroon (Kroonator) y otros más.
De ese modo, mi lista consistiría en:
Receptor. Mike Piazza.
Ex de Mexicali, Michael Joseph Piazza me cae gordo. Si se encuentra en este equipo ideal no es por sus doce apariciones en el Juego de Estrellas de las Ligas Mayores ni por ser considerado por algunos como el mejor receptor en cuanto a bateo toca (¿dónde quedó Johny Bench?) La razón de su inclusión es muy simple: su mujer es la explaymate Alicia Rickter. No es posible ignorar a un tipo con una chica así.
Primera Base. John Kruk.
En cambio, John Martin Kruk está aquí por ser un tipo fenomenal. Campeón de bateo con Mexicali en la temporada 86-87. Líder de la “macho row” que llevó a los Phillies a la Serie Mundial del ’93. En el Juego de Estrellas de ese mismo año, John Kruk tuvo un turno al bate memorable contra Randy Jonhson, quien puso a zumbar dos rectas seguidas de 98 millas por hora justo cerca de la cabeza de nuestro primera base. John Kruk, siempre bonachón, se limitó a fingir (¿?) un ataque cardíaco para luego terminar ponchándose de manera francamente penosa.
Segunda Base. Ever Magallanes.
Everardo Magallanes Espinoza no es extranjero; su acta de nacimiento fue expedida con sitio de nacimiento, El Sauz, Chihuahua. Sin embargo, sería inadmisible dejar por fuera de esta lista a uno de los más finos segunda base en la historia de los Tomateros. Dos veces campeón con Culiacán. Dos veces elegido al cuadro ideal de la Serie del Caribe. Un título también de la Serie Caribeña. ¿Qué más da un pecadillo?
Parador en Corto. Pat Listach.
Patrick Allan Listach jugó en la temporada 91-92 para los infumables venados. En 1992 fue novato del año en la Liga Americana con los Milwaukee Brewers, pero acosado por los remordimientos de su pasado en Mazatlán y sus nexos con el malévolo J.J. Pacho jamás pudo despuntar y terminó en el olvido, del cual lo rescatamos ahora por empatía con su conmovedor acto de contrición.
Tercera Base. Matt Stairs.
Matthew Wade Stairs, canadiense, logró lo imposible: echarse al hombro a un eterno perdedor de finales como lo es Navojoa y hacerlo campeón en la temporada 99-00. En Grandes Ligas, Matt Stairs destacó con los Blue Jays de Toronto y los Athletics de Oakland.
Jardinero. Tony Oliva.
El cubano Antonio Oliva López Hernández Javique. ¿Qué no se puede decir del magnífico Tony Oliva? En 1969 se le vio con los cañeros de los Mochis gracias a algunos aficionados adinerados, quienes financiaron su entonces fabuloso sueldo de 50 mil pesos (antes de José López Portillo, por supuesto). En Grandes Ligas, Tony Oliva fue novato del año en 1964, ganó títulos de bateo, un guante de oro, apareció en juegos de estrellas, etc. etc.y otro etc.
Jardinero. Orestes Miñoso.
Saturnino Orestes Armas Miñoso Arrieta, cubano también, fue campeón de bateo la temporada 69-70 con los venados de Mazatlán. Fantástico pelotero. En su estancia por la gran carpa, Orestes Miñoso fue siete veces All-Star y tres veces guante de oro. Llegó a encabezar en varios años diversos departamentos de bateo.
Jardinero. Rickey Henderson.
Rickey Henley Henderson. Ex de la tribu de Navojoa, con quien ganó un título en la 78-79. Rickey Henderson es el más grande robador de bases en la historia de las Grandes Ligas con 1,406 colchonetas sustraídas, al tiempo de ser el poseedor del récord de mas carreras anotadas de por vida con 2,295. Ganador de innumerables premios de bateo y fildeo. En 1982, con los Yankees (“those God damn blessed Yankees”) impuso el récord de bases robadas en una temporada con 130. Los receptores rivales lo recordarán hasta el final de sus días (los de ellos, no los de Henderson).
Bateador Designado. Declarado Desierto.
Lo siento, pero soy tradicionalista y me gusta ver batear a los lanzadores. Pensé en Albert Bell, pero nadie lo quiere, ni su abuelita.
Pitcher Derecho. Curt Schilling.
Curtis Montague Schilling, pitcher derecho. Antes de ser famoso, Curt Schilling llegó a jugar con los execrables naranjeros. Le lanzó un sin hit ni carrera a los Tomateros. Después de ello se percató del tamaño de su blasfemia, no volvió a ganar ningún partido y fue expulsado de Hermosillo por supuesta indisciplina. Curt Schilling es uno de los mejores pitchers a la hora cero. Ganó anillos de Serie Mundial en 2001 con los Diamondbacks de Arizona y en 2004 y 2007 con los Red Sox de Boston.
Pitcher Zurdo. Dave Stewart (sic).
De acuerdo al canon correspondería elegir un pitcher zurdo, pero mi apuesta es por otro derecho: David Keith Stewart. El cara (y tirada) de piedra, Dave Stewart, formó parte de los mayos de Navojoa. En el béisbol gringo fue parte de la temible novena de Oakland, con quien jugó tres Series Mundiales consecutivas de 1988 a 1990, ganando la de 1989, la del terremoto, a unos atribulados Giants de San Francisco.
Banca. Dave Winfield, Brady Anderson, Luis González, Charlie Sands, Jeff Leonard, Willie Aikens, Tim Leary, Rudy Seanez, Delino Deshields, Vicente Padilla y Dick Hall.
Manager. Frank Robinson.
Frank Robinson es considerado uno de los peores managers posibles. A pesar de ello, Frank Robinson obtuvo el reconocimiento al Manager del Año en 1989, cuando dirigió a los Oriols de Baltimore. Su estilo para dirigir siempre fue controversial. En su época en Montreal se pasaba 16 horas al día jugando golf. El jueves 25 de mayo de 2006 rompió una de esas reglas no escritas del béisbol: los cambios de infielders deben hacerse discretamente entre innings. Frank Robinson, echando pestes, sacó en pleno juego al receptor Matt LeCroy de Washington, quien había permitido siete robos de base al equipo de Houston. La presencia de Frank Robinson obedece aquí a tres razones de peso: (1) Por respeto a su impecable trayectoria como pelotero, (2) Por haber dirigido un tiempo a los Tomateros de Culiacán en la temporada 77-78, (3) Porque no sería justo asignar un buen manager a un trabuco repleto de peloteros de los equipos rivales de Culiacán.

viernes, 2 de noviembre de 2007

JAIME OROZCO Y EL HOMBRE QUE NUNCA ESTUVO AHÍ


A don Eduardo Almada por las precisiones historicas casi olvidadas.


Todos dicen haber estado ahí, pero no es cierto. Sólo había lugar para cerca de 7 mil personas y no todas las butacas estaban ocupadas. Yo sí estuve ahí y no recuerdo haberte visto esa noche. Sí, es verdad, era un niño en aquel entonces y mi memoria está expuesta a las traiciones de los años. Pero precisamente porque era un niño entendí las cosas de un modo que a lo mejor tú no acabas de comprender del todo.
Era un duelazo de pitcheo. Tomateros y naranjeros (así, en minúscula) en el estadio Ángel Flores, en el otro Ángel Flores, no en éste, el moderno, el de la Serie del Caribe, el de las franquicias de alimentos, el de los pasillos con televisores, el de la infernal e inagotable acústica de la gente del sonido, el de los 15 mil asientos incluyendo bleachers, el de las rifas de cinco o seis camionetas nuevecitas, el de los peloteros pasados por gimnasio y rigurosa dieta.
No, yo hablo del otro, del Ángel Flores de aspecto cutre, el de las torres de luz invadiendo el terreno de juego, el de don Trini vendiendo cacahuates garapiñados, salados y semillas auxiliado por su nieta (¿o hija?) preadolescente, motivo de inexplicables furores prematuros en la entrepierna, el de las interminables noches de alcohol suministrado por vendedores de cerveza con aspectos de carteristas, el de don Agustín de Valdez, antiguo proxeneta, dicen los más viejos, venido a locutor, el de Chispirito y sus interminables rutinas de lagartijas, el del intercambio de barajitas de béisbol en el pasillo, el de los peloteros con pinta de revolucionarios, con las barrigas estilo Pancho Villa y los bigotes a lo Emiliano Zapata.
¿Recuerdas? Pero no, no lo puedes saber porque no estuviste ahí. Jaime Orozco lanzaba por Tomateros. Novena entrada. 1-0 favor de la causa guinda y ya se olía el Juego Perfecto. Pero seguramente a ti no te dice nada eso. Quienes no saben de la magia del béisbol no acabarán por comprender el significado del Juego Perfecto. No hay nada, ni en el fútbol, ni en el baloncesto, ni en ningún otro deporte de masas en México que se le pueda igualar o siquiera comparar. Ni el Brasil de Pelé en el mundial de México ’70, ni Maradona dejando atrás ingleses sobre el césped en México ‘86, ni los Lakers del Magic Johnson corriendo sobre la duela a la par de los gritos de Jack Nicholson, ni los acrobáticos desplazamientos en el aire de Michael Jordan, ni tampoco, maldita sea, los 100 puntos de Wilt Chamberlain sobre los Knickerbockers.
Para quien es tocado por el aura de un Juego Perfecto, las cosas ya no pueden ser vistas de la misma forma. Sin más, el más grande de todos los juegos, el Juego Perfecto de Don Larsen en la Serie Mundial del ’56 es prueba de ello. Sus efectos catárticos desbordaron toda dimensión posible y alcanzaron, por ejemplo, a nuestro Pedro “el Mago” Septién quien jamás pudo disimular tal influencia, sobre todo cuando decía algo así como: “el manejo del pitcheo es una ciencia exacta, ni un lanzamiento más, ni un lanzamiento menos. Recuerdo amigos aficionados aquel gran juego de Don Larsen (...)”
Juego Perfecto. Esfericidad sin fisuras. 27 hombres. 27 outs. Comunión con la divinidad: contraposición de azar y destino de nueves hombres a la defensiva y nueve hombres dispuestos a todo desfilando en rotación por la caja de bateo. El zumbido de un mosquito o una palabra no dicha bastan para alterar el cosmos del Juego. El hecho de que no estés de acuerdo prueba una vez más que no estuviste ahí.
Hasta esa noche, 29 de diciembre de 1988, 40 años o más de béisbol por estos rumbos y tan sólo un Juego Perfecto que no vio nadie, salvo un puñado de despistados y algunos periodistas. En la vieja Liga de la Costa (don Alfonso Araujo dixit) en 13 temporadas no hubo ningún Juego Perfecto. En la liga actual el primero fue de Vicente Romo de los Yaquis, el martes 5 de Enero de 1971 en el Abelardo L. Rodríguez de Guaymas, con un parque desolado por el frío. Casi fue como jugar a parque cerrado. El marcador final fue de 12-0.
No lo sabes, pero hasta entonces habían caído 26 outs. Un solo out más y Jaime Orozco podría hacer olvidar el destino fatal de todo un pueblo que más tarde se sumiría en la mediocridad arrogante del narcotráfico, de la incivilidad y de la apuesta ilusoria por los mesías populistas como medio para salir del agujero. Pero vino el emergente Rosario Zambrano a batear una ínfima raya por los terrenos de la segunda base. Pero no estaba el guante seguro del pimienta Morales cubriendo la segunda. Pero en su lugar estaba Adulfo Camacho. Pero tomó la pelota y lanzó alto obligando a saltar al primera base. Pero por un instante de separación entre pies y colchoneta el corredor llegó safe. Pero malditas sean las leyes de la física. Pero aún nos quedaba el sin hit, la blanqueada y el triunfo. Pero Jaime Orozco ya estaba tocado, ya no era el portento inexpugnable, el dios Shiva de la loma, era uno más, como tú o como yo, expuesto a la amenaza de un hombre furioso con bate en mano.
Y vino primero la base por bolas a Cornelio García. Y luego vino Sergio Hugo Vizcarra a romper el consuelo del sin hit con un home-run (el único que dio en toda la temporada). Y un home-run que parecía no ir contra el viento sino contra todas nuestras miradas e ilusiones rotas. Y la bola se fue. Y 3-1 arriba naranjeros. Y Jaime Orozco saliendo de la loma echo un energúmeno. Y Jaime Orozco lanzando con furia su guante hacia las gradas mientras derribaba todo a su paso por el dugout. Y el juego que se perdió. Y Adulfo Camacho, el del error, sabiendo por vez primera lo que de verdad es el Miedo. Y la policía municipal tratando de contener a la turba enloquecida clamando la sangre del Judas. Y tú que no estabas ahí.
EPÍLOGO. Adulfo Camacho, el hombre de la pifia, jamás fue perdonado por la afición de Tomateros. Terminó sospechosamente sus días como pelotero profesional jugando para el acérrimo rival, los naranjeros, de quien actualmente es coach. Cada vez que visita el Ángel Flores, su sola mención o presencia desata todo tipo de imprecaciones, juramentos y pitorrillas bélicas cargadas de alusiones maternales hasta el segundo o tercer grado de ascendencia en línea recta. No hace mucho llegó a declarar que aquél error tan vilipendiado lo cometió porque no tenía oportunidad de poner out al corredor, por lo cual optó por el error para preservar así por lo menos el juego sin hit. Lo anterior, por supuesto, es total y absolutamente falso y sólo demuestra que Camacho nunca estuvo ahí.

Datos personales