martes, 15 de enero de 2008

LOS COLORES ENÉMIGOS


No podía dar crédito a la noticia. Mi hermano la soltó como una bomba sobre la mesa. Tuve que leerla varias veces. Imposible. ¿Él? ¿Paquín? ¿Hermosillo? ¿Seguro? Sabemos que… Pero la fuente era irrefutable: Luis Alfonso Félix.
Paquín Estrada será el manager de los naranjeros de Hermosillo al iniciar la temporada 2008-2009 de la Liga del Pacífico. Sí. Paquín. El gran receptor. El gran manager. El gran triunfador en el béisbol invernal. El gran héroe de por lo menos tres de las cinco Series del Caribe ganadas por México (dos de ellas con los Tomateros). El hombre que, con altibajos y todo, mantuvo en los últimos treinta y picos años una intachable trayectoria ligada con el que llegó a ser el equipo de sus amores: los Tomateros de Culiacán.
Paquín Estrada es un símbolo de los colores guindas. ¿Para qué irse al eterno rival? ¿Para qué rondar la delgada línea de la alta traición? ¿Para qué Hermosillo? Puedo imaginarme los argumentos: mantenerse en el béisbol para seguir sintiendo su magia; el imperio de las necesidades económicas; una suerte de venganza madurada contra la insensatez de la directiva Tomatera; estar cerca de su hogar en Navojoa; o hasta un principio de locura senil. Puedo comprender esos y otros argumentos. Pero no puedo aceptarlos.
Para Hermosillo es ante todo un golpe de efecto tendiente a reconciliarse con sus aficionados tras el rotundo fracaso de la temporada 2007-2008. Se llevan al mejor manager mexicano de las últimas tres décadas.
Me tomará algo de tiempo hacerme a la idea de un Paquín Estrada vestido de naranjero y comandando un eje del mal con sede en el estadio Héctor Espino. Al final superaré esa imagen terrible. El béisbol está más allá de esos pequeños capítulos de la historia universal de la infamia. Respeto a Paquín. Le estoy agradecido por los triunfos y las gestas inolvidables. Lo admiro ante todo. Un punto de razón me sugiere no desearle el mal al prójimo. Desde luego no le deseo el mal a ese gran benefactor guinda. Pero no le deseo suerte. En todo caso, deseo que Paquín regrese pronto a su equipo, a su equipo de siempre, a su único equipo verdadero: los Tomateros de Culiacán.

*

Maxwell León, el novato segunda base de los Tomateros, representa el hambre y la picardía beisbolera en su estado más puro. Está convertido en las piernas del equipo guinda. Se raudo recorrido por los senderos ha significado valiosas carreras. Ignoro cuáles serán los derroteros de Culiacán en los play-offs, pero desde esta bitácora le enviamos una ovación de pie a ese pelotero todo garra y pundonor.

1 comentario:

Ernesto Diezmartínez dijo...

Me uno a la ovación y también al dolor de ver a Paquín en ese uniforme. Especialmente en ese uniforme.

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