sábado, 25 de julio de 2009

RICKEY, EL RELÁMPAGO

Rickey Henderson fue elegido para el Salón de la Fama. A riesgo de caer en el ridículo, no hay forma de escatimar sus méritos. Las críticas se limitan a la pobreza de su lenguaje y a ciertas historias sobre el ego de Henderson como la de haber sido visto varias veces desnudo en los camerinos practicando el swing ante el espejo y recitando un mantra: “Rickey es el mejor, Rickey es el mejor…“ ¿Pero cuál lenguaje señores? Para Rickey Henderson no había otro lenguaje que el del béisbol. Él mismo lo dijo: “Los discursos no son lo mío, y no soy un doctor ni un profesor. De modo que pedirme que escriba un discurso o que lo lea, es como ponerme una corbata realmente ajustada alrededor del cuello.” Si quieren un discurso para la ceremonia de inducción al Salón de la Fama, lleven un ejército conformado por los lanzadores y receptores víctimas de la velocidad de Henderson. Quizá ellos puedan satisfacer esas ansías de sofisticación semántica.
Edmond Jabès sostenía en “El Libro de las Preguntas”, no debemos confundir justicia con verdad; porque la justicia se hace en nombre de la verdad y la verdad se busca. Rickey Henderson era la justicia del relámpago en los senderos. El más grande primer bate de la historia del béisbol.
Curioso hablar de un primer bate, porque la primera revista de “Sports Illustrated” que llegó a mis manos tenía a Rickey Henderson arrancando hacia la estafa de la segunda y con el título: “What a Show!”. Era 1990, año en el cual los Atléticos de Oakland de Henderson pasaron sobre los Azulejos de Toronto para llegar a la Serie Mundial. Henderson volvió literalmente locos a los rivales. Cada vez que se paraba en la primera base terminaba en la tercera gracias a sus robos. Al ultimar una lectura impecable de los músculos del pitcher antes de ir hacia el plato, el orden primitivo del relámpago imponía la lógica del destello inescrutable para volar hacia la siguiente base. Una vez divisado en el cielo un relámpago, sólo queda escuchar el trueno. No hay forma de detenerlo.
Bien lo señala Jerry Crasnick, si Henderson se caía deslizándose hacia la segunda base, se levantaba, se sacudía el polvo y robaba la tercera. Si el pitcher oponente le lanzaba la bola por debajo de la barbilla, se levantaba, agarraba el bate, y alineaba el siguiente batazo por el medio.
Nacido un 25 de diciembre de 1958, en Chicago, Illinois, En sus haberes se encuentran 1.406 bases robadas (rebasando a Lou Brock), 2.295 carreras anotadas (rebasando a Ty Cobb), 2.190 pasaportes, un premio de Jugador Más Valioso, diez participaciones del Juego de las Estrellas, un Guante de Oro, unos 3.055 hits y la mayor cantidad de jonrones iniciales (81) que cualquier otro jugador en la historia. Hay varios miembros del Salón de la Fama que ni juntos tendrían los números de Henderson. Su placa en Cooperstown debería rezar como la portada de Sport Illustrated que mencioné: “What a show!”

1 comentario:

Jesus dijo...

Una vez, en el año del primer campenoato de los Mayos una amiga de la colonia Morelos de Culiacan , que andaba de novia con un jugador de Navojoa, creo que Von Joshua, nos invito al juego para ir a ver a ese amigo de ella , que acababa de ser cambiado de Culiacan a Navojoa, como la muchacha tenia influencias, fuimos a dar al dugout de los Mayos, durante el partido, ahi estaba un jugador estadounidense negro , muy callado y serio, que se llamaba Rickey Henderson, quisimos hacerle platica pero no nos hizo caso, luego alguien nos dijo... "a ese negrito no le hablen por que es bien chiva" creo que fue Arturo Gonzalez , lastima que nada mas estuvo ese año, despues lo vimos con San Diego, el dia de la despedida de Tony Gwinn pego su hit 3,000 y se aguito por que sintio que le robo el show a su compañero.

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