viernes, 29 de abril de 2011

CARLOS SLIM. EL CAPITAL




Celebrado por unos, odiado y temido por otros, el mexicano Carlos Slim es uno de los hombres más ricos del planeta, si no el más rico. Este es un hecho bien conocido por la mayoría. Quizá no sea un dato para celebrar en un país que de acuerdo al coeficiente de Gini el 10% de la población posee el 40% de la riqueza nacional, mientras al mismo tiempo cerca de 50 millones de personas viven en la pobreza. Sin embargo más allá de la evidente inequidad económica y social de México, no todos conocen los orígenes de Carlos Slim en los negocios; negocios que el administrador de esta bitácora conoce a ciencia cierta, tal y como se desprende de su narración sobre “Will Clark y la Conciencia de lo Imposible”.
¿Quién es realmente Carlos Slim?
Carlos Slim no representa al capitalismo ni a los capitalistas, es el Capital mismo. Él es consciente de ello y su conducta empresarial y filantrópica son testimonio inexorable, con lo que sea que esto pueda significar. De pequeño, Carlos Slim tomó sus primeras lecciones de capitalismo neoliberalista a lo Milton Friedman en el ámbito del intercambio de estampitas de béisbol. El niño que alguna vez fue se apersonaba en un puesto de dulces y caramelos para comprar estampitas, las cuales negociaba después con los colegas. Los trueques eran despiadados, nadie daba ni pedía cuartel. Slim en una libreta llevaba un registro meticuloso de todas las transacciones llevadas a cabo. Le interesaba saber si había ganado o perdido con los intercambios, según el desempeño estadístico de los peloteros retratados en las estampitas. Había altas y bajas en el mercado de estampitas de peloteros, bonanzas, burbujas financieras y depresiones. El secreto era emplear las estampitas repetidas para conseguir otras de mayor valor potencial y diversificar así el portafolio de inversiones y, sobre todo, comprar barato y vender caro.
A los 12 años, el joven Carlos –“Chuck”, para los amigos–, expandió su emporio de trueques beisboleros para adentrarse al no menos intrincado mundo de los bonos y las acciones. A los 30 años, Slim era ya propietario de una compañía de bebidas, además de ser corredor de bolsa. El resto es historia, ya vendrían inmuebles históricos, Inbursa, Telmex, Telcel, y un largo etcétera de negocios redituables. A lo mejor hasta sin saberlo, podríamos ser empleados de alguna empresa del citado magnate. El propio Carlos Slim reconoce haber acumulado su gran fortuna gracias al conocimiento adquirido en el intercambio de estampitas de béisbol –además de las buenas relaciones y de mantener en forma las neuronas observando juegos de béisbol, claro está.
El mega-multimillonario ha sido toda su vida un fanático de hueso colorado del béisbol, al grado de conocer de memoria la biografía de muchos de los grandes monstruos del juego de pelota como Ty Cobb y Honus Wagner. Su equipo favorito son los Yankees de Nueva York y su pelotero favorito es desde luego el Bambino Ruth. Slim incluso hasta se compró una casa en Nueva York, no sólo para atender sus múltiples negocios en esa ciudad, sino también para ir más seguido al Yankee Stadium. Seguramente más de uno cuestionará cándidamente la predilección por el béisbol de parte de Carlos Slim. “No hay suficientes números en el fútbol”, afirmó el empresario en una entrevista con la agencia de noticias Bloomberg. En otras palabras, el béisbol es una de las más altas formas de expresión de la estadística, matemática logarítmica, en contraste con el simple álgebra de otros deportes menores.
¿La lección? Si quiere que sus hijos sean empresarios fructíferos –o al menos que aprendan a hacer con cierta virtud la cuenta del supermercado–, no los fastidie cuando vea en ellos el extraño brillo del azoro en los ojos de quien ha ganado una estampita de béisbol altamente cotizada. Se lo dice aquí un antiguo traficante y especulador de estampitas de peloteros, aunque desde luego uno más modesto y no tan conocido como el señor Slim.





Nota. Estimado Chuck, ¿qué tal un intercambio de la estampita Topps 1988 de Will Clark por la que posees de Honus Wagner, en concreto la de la extinta compañía tabacalera? Piénsalo bien, el “good will” de la estampita del Natural ha subido un 1000% desde la publicación del libro de “Dime que no fue así, Joe”. Es más, si aceptas el trueque, hasta te regalo un ejemplar del libro, una pelota autografiada por el Almirante Nelson Barrera y una gorra de los Tomateros de Culiacán. Negocios son negocios.

jueves, 28 de abril de 2011

LINE-UP


Hemingway se encuentra en una mala racha
ya no puede ni darle a una puta curva,
estoy colocándolo como sexto en el orden.
a Céline lo pondré para limpiar las bases,
es inconsistente, pero cuando anda bien
no hay nadie mejor.
Hamsum será el tercero en el orden,
conecta duro y seguido.
para abrir, para abrir,
meteré a e.e. cummings,
es rápido y puede embasarse con un toque.
a Pound lo usaré como segundo en la tanda,
Ezra es uno de los mejores jugadores
en lo que respecta al bateo y corrido.
el quinto turno va para
Dostoevsky,
un bateador de poder, grandioso
con gente en base.
el séptimo turno se lo daré a Robinson
Jeffers, ¿pueden siquiera imaginar
a alguien mejor?
él puede poner a volar 350 pies
a doña Blanca.
el octavo turno es para mi
receptor, J.D. Salinger,
siempre y cuando lo
encontremos.
¿para lanzar?
¿qué tal Nietzsche?
tiene fuerza
ha estado rompiendo todos los aparatos
del gimnasio.

¿coaches?

me quedo con Kierkegaard y
Sartre
camaradas deprimentes,
pero nadie conoce mejor
este juego.

cuando entremos al campo,
se acabará el juego,
señores.

vamos a patear algunos
traseros, probablemente
los vuestros.


-- Charles Bukowski.
Versión al español del indolente administrador de esta bitácora.

DALÍ. EL BEÍSBOL Y EL DESTINO


El béisbol posee una fuerza y una persistencia estética propia de las bellas artes. La geometría del movimiento de bates, pelotas, guantes y jugadores alimenta el rumor de los espectadores, en escenas donde lo posible y lo imposible recrean un entresijo sobre lo concreto-real, es decir, recrean una manifestación por encima de la realidad. Por ello no debe extrañar que el gran maestro del surrealismo, Salvador Dalí subrayara su fascinación por el juego de pelota como una portentosa inspiración visual, al hablar del béisbol como un juego del que "como individuo, no sé nada, pero como artista, me obsesiona.
“He venido a Hollywood y me he tropezado con tres grandes surrealistas americanos: los hermanos Marx, Cecil B. DeMille y Walt Disney” escribía Dalí a André Breton en 1937. Dalí conoció personalmente a Disney en 1945. Un año después la compañía Walt Disney contrató a Dalí para trabajar en un cortometraje animado, donde el artista catalán aplicaría su método paranoico-crítico alrededor de la historia de una bailarina enamorada de un pelotero.
El método paranoico-crítico fue definido por el pintor como un vehículo o medio espontáneo de conocimiento irracional, cifrado en la asociación interpretativo-crítica de los fenómenos delirantes de la propia realidad, donde lo paranoico se asociara con la materia blanda y maleable como el queso camembert, y lo crítico se asociara con lo duro e inalterable como la Torre de Babel; tiempo y espacio como dimensiones oníricas y reales.
El proyecto se tituló “Destino” y estaba inspirado en la composición musical homónima del mexicano Armando Domínguez. Sin embargo, al parecer por problemas de presupuesto y de comercialización, “Destino” no pudo llevarse a cabo en las condiciones iniciales.
Décadas después, en 2003, Roy Disney, nieto del fundador, decidió recuperar el corto, del que sólo existían 15 segundos experimentales, y montó un film de dibujos animados de siete minutos. El director francés y experto en animación Dominique Monfery utilizó la técnica 3D con el fin de proporcionarle a los dibujos animados la calidad plástica y la dimensionalidad propia de los trabajos realizados por Dalí en la propuesta original.
Conforme a la propia idea original, el cortometraje relata los amores de una bailarina por un jugador de béisbol, dentro de un contexto daliniano: relojes blandos, hormigas furiosas, perspectivas forzadas, sombras estilizadas y sugerencias sexuales enfermizas y repulsivas. La bailarina sufre una metamorfosis y adquiere el carácter de una mujer-pelota; el pelotero, en cambio, toma un bate para tornarse en un hombre-bate. Pelota y bate se conocen, se gustan, pero el tiempo, representado por el dios griego Cronos, se impone. El juego que no termina ha de terminar, aunque sólo sea para iniciar de nuevo; el juego persiste en la memoria. Al mismo tiempo, en “Destino” el béisbol es una coreografía de lo romántico, es decir, de la trasgresión, de lo obsesivo, de lo duro y de lo blando, mas la realidad y sus límites no pueden escapar al destino, el sueño termina en la ilusión del movimiento.
El cortometraje “Destino” puede ser visto en la siguiente liga:
http://www.tridimagine.com/2011/01/destino-salvador-dali-y-disney.html

miércoles, 27 de abril de 2011

NUEVE ENTRADAS CON KURT VONNEGUT



Kurt Vonnegut (Indianápolis, 11 de noviembre de 1922; Nueva York, 11 de abril de 2007) es uno de los escritores fundamentales de la literatura americana y de la contracultura, autor de novelas como "Matadero 5", "Las Sirenas de Titán" y "Desayuno de campeones".
Vonnegut, irreverente, incisivo, observador y humorista (negro), como testigo de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, en su obra escrita y en sus conferencias se caracterizó por su visión pesimista y ácida de la vida, así como por su visión crítica de las llamadas instituciones políticas y sociales. A manera de homenaje a su talento, varios de los libros de Vonnegut son considerados obscenos por grupos ultra-conservadores.
El administrador de esta intermitente bitácora se había reservado la publicación de esta entrevista exclusiva a Kurt Vonnegut.






Mister Vonnegut, aún sigue con el mostacho. ¿Es algún tipo de homenaje, digamos a los bigotones de los Atléticos de Oakland de la década de los 1970’s?

¿Sabes lo que es el ADN? Quiero que quede muy claro que este bigote que uso es el bigote de mi padre. Debí haber traído una fotografía suya.
Mi hermano mayor, Bernie, ahora fallecido, fue un físico y químico que descubrió que el yoduro de plata a veces puede hacer que nieve o que llueva; él también usaba este bigote

¿Pero le agrada o no el béisbol?

¿Por qué no habría de agradarme? ¿Pero qué es el béisbol? ¿No cabe hablar de distintas variantes del juego? Quiero decir, he seguido muchos juegos de béisbol, tanto de aficionados como de profesionales, mas el béisbol moderno es un juego de origen americano y ya sabes que los americanos terminamos por joderlo todo. Simplemente, analiza el tema de los esteroides, con tal de sobresalir los peloteros no dudan en arriesgar su salud.

¿Por qué dice que “los americanos lo joden todo”?

Porque el espíritu americano es joder las cosas, eso sí, para salvar al mundo, al menos el suyo. Piensa en el tema de las guerras. El otro día le pregunté al antiguo pitcher de los Yankees Jim Bouton su opinión sobre nuestra gran victoria en Irak y me dijo: "Mohammed Alí contra el señor Rogers".
Se trata de guerras que, con un noble pretexto u otro, tienen el objetivo real de incrementar los recursos naturales y los cuadros de mano de obra dócil que tienen a su disposición los americanos más ricos y con los mejores contactos políticos.
Casi siempre es un error mencionar a Abraham Lincoln en un discurso sobre otro tema u otra persona. Siempre roba cámara, y yo estoy a punto de citarlo.
Lincoln era sólo un congresista en 1848, cuando dijo lo que estoy por citar. Se sentía descorazonado y avergonzado por nuestra guerra contra México, país que nunca nos atacó. Nos estábamos adueñando de California, y de un montón de personas y propiedades, y lo estábamos haciendo como si perpetrar una carnicería contra soldados mexicanos que sólo defendían su patria de los invasores no fuera asesinato.
¿De qué más nos apoderamos, además de California? Bueno, estaba Texas, Nuevo México, Utah, y partes de Colorado y Wyoming. La persona a la que se dirigió el congresista Lincoln cuando dijo lo que voy a citar era James Polk, quien entonces era nuestro presidente. Abraham Lincoln dijo sobre Polk, su presidente, el comandante en jefe de nuestras fuerzas armadas: "Confió en escapar del escrutinio al procurar que la mirada pública se fijara en la excelsa brillantez de una gloria militar; ese atractivo arco iris que surge después de las lluvias de sangre; en ese ojo de serpiente que hipnotiza antes de destruir. Fue entonces cuando se arrojó a la… guerra".
¡Caramba! Casi se me sale decir "¡la puta guerra!" ¡Y yo aquí, creyéndome escritor!
¿Sabían usted que incluso fue capturada la ciudad de México durante la guerra que encabezamos contra ese país? ¿Por qué no celebramos esa captura con un día festivo nacional? ¿Y por qué no está el rostro de James Polk en el monte Rushmore junto con el de Ronald Reagan?
Lo que hacía que México fuera un país tan malvado en la década de 1840, es decir, mucho antes de nuestra guerra civil, era que la esclavitud era ilegal en su territorio. ¿Se acuerdan de la batalla del El Álamo? Ese es un claro ejemplo de lo que digo.
Pero en esto de joder las cosas, los conservadores se llevan la palma.

¿Los conservadores? ¿Cómo define usted a los conservadores? ¿No es quizá una forma fácil de llamar al otro, al que no piensa como nosotros?

¿Qué son los conservadores? Son personas dispuestas a mover cielo y tierra, si es necesario; y que están dispuestas a arruinar una compañía o un país o al planeta, con tal de probar ante nosotros y ante sí mismos que son superiores a todos los demás, con la única excepción de sus amigos. Ellos cuidan mucho de sus amigos; cuidan que no vayan a dar a la cárcel y esas cosas.
Los conservadores están locos como chinches. Son bravucones.

¿Hay conservadores en el béisbol?

Los hay en todos lados, no sólo en el béisbol, siempre hay imbéciles en todos los ámbitos. Y no basta con querer ser bueno. Mark Twain dijo: “Sé bueno y serás solitario". Es una frase de “Siguiendo al Ecuador.”
Ahí están los programas de televisión de hoy en día, incluyendo las transmisiones de béisbol. Una de las cosas terribles de la televisión es que si una persona muere en ella, no habrá sido en vano; habrá sido entretenimiento.
Hemos sufrido una calamidad tecnológica. La televisión es ahora nuestra forma de gobierno. ¿Qué razones tenemos para protestar contra la guerra de los conservadores, con ese afán de uniformar conciencias? Podría nombrar muchas razones pero sólo necesito mencionar una, que es el sentido común

¿Podríamos suponer entonces que los conservadores del béisbol son quienes impiden a Pete Rose la entrada al Salón de la Fama?

¿Pete Rose? P… madre. Casi maldigo de nuevo. Has dado con un buen ejemplo. Pete Rose consiguió más de 4,000 hits, ¿no? Es el líder de todos los tiempos en ese rubro. Entonces, hay una falta de sentido común en negarle el acceso al Salón de la Fama. ¿Qué fue un apostador? Puede ser. ¿Pero qué autoridad tienen aquéllos que le niegan el acceso al Salón de la Fama? ¿Acaso son hombres libres de toda mácula? ¿Acaso el Salón de la Fama no tiene ya un montón de peloteros y directivos de dudosa reputación dentro y fuera del campo? Son las incongruencias propias de la doble moral de los conservadores. En estricto sentido, si nos atenemos a los conservadores, en el Salón de la Fama sólo estarían Lou Gehrig, Roberto Clemente y un puñado más. Ni siquiera habría lugar para el bebedor y tragón del Babe. Repito: “Sé bueno y serás solitario".

Muchos aficionados al béisbol desearíamos ver jugar de nuevo a peloteros como Cy Young, Babe Ruth, Ted Williams, Juan Marichal, Sandy Koufax y Rod Carew, por mencionar a algunos peloteros de leyenda. ¿Eso no es una forma de conservadurismo?

No, en lo absoluto. No debemos confundir la simple admiración hacia figuras históricas del béisbol con la actitud de impedir la evolución natural del deporte y el libre intercambio de ideas. Añoranza del pasado no significa represión del presente. Uno debe aprender del pasado y tomar elementos de ese pasado para mejorar el presente y las posibilidades del futuro, mas todo ello no implica cancelar el futuro.

Al escucharle, da la impresión de que su pensamiento está marcado por la política.

Mis motivos para escribir son del tipo político. Yo estoy de acuerdo con Stalin y Hitler y Mussolini en cuanto a que todo escritor debe servir a su sociedad. Está claro que no estoy de acuerdo con estos dictadores en cómo los escritores deben servir a esa sociedad. En lo que a mí concierne, yo creo –tienen que serlo desde un punto de vista biológico– que deben ser agentes de cambio. Los escritores son células especializadas dentro del organismo social. Y son células evolucionistas. La humanidad todo el tiempo está intentando convertirse en otra cosa; está experimentando con nuevas ideas todo el tiempo. Y los escritores son el medio por el que esas nuevas ideas son introducidas a la vez que un medio de responder simbólicamente a la vida

¿Los peloteros tienen también esa capacidad de responder simbólicamente a la vida?

Los peloteros son el reflejo fiel de la evolución de la que hablo. Pensemos en cualquiera de los grandes peloteros de hace más de cien años. Si te gusta el béisbol, esos antiguos peloteros de seguro serían jugadores que te agradarían. Digamos, Honus Wagner. Pero un pelotero de ese calibre representa el béisbol de su día, del momento histórico del que le tocó participar, como en estos momentos podría serlo Derek Jeter. Claro, me dirás que siempre hay peloteros adelantados a su época como en su momento lo fue Jackie Robinson, pero no es que Jackie Robinson quisiera evolucionar, pues él mismo era una célula evolucionada del tejido social, una evolución imparable. Somos lo que pretendemos ser, por lo tanto debemos cuidar aquello que pretendemos ser.





Nota. Algunos de las respuestas de Vonnegut son citas de textos tomados de conferencias y obras suyas, con la idea de difundir su pensamiento, en cualquier caso se reconoce el derecho de autor donde sea aplicable.

EL BEÍSBOL ME LLEVÓ A LA ESCRITURA


Yo tenía ocho años. En ese momento de mi vida, nada era para mí más importante que el béisbol. Los New York Giants eran mi equipo favotiro, y yo seguía la carrera de esos hombres de gorra negra y naranja con toda la devoción de un auténtico creyente. Incluso ahora, al recordar el equipo que ya no existe, que jugaba en un estadio que ya no existe, puedo recitar los nombres de casi todos los jugadores de la lista. Alvin Dark, Whitey Lockman, Don Mueller, Johnny Antonelli, Montee Irvin, Hoyt Wilhelm. Pero nadie era más grande, nadie más perfecto ni más merecedor de ser adorado que Willie Mays, el incandescente chico "Say-Hey Kid".
Aquella primavera, me llevaron a mi primer juego de Grandes Ligas. Unos amigos de mi padre tenían asientos en un palco del Polo Grounds, y una noche de abril fuimos juntos a ver a los Giants contra los Milwaukee Braves. No sé quién ganó, ni siquiera puedo recordar algún detalle del juego, pero lo que sí recuerdo es que cuando terminó mis padres y sus amigos se quedaron sentados hablando hasta que todos los demás espectadores se habían marchado. Se hizo tan tarde que tuvimos que atravesar caminando el "diamante" y salir por la puerta del jardín central, que era la única abierta todavía. Por casualidad, esa puerta estaba justo bajo el vestidor de los jugadores.
En el momento en que nos acercábamos a la barda, pude ver a Willie Mays. No había la menor duda. Era Willie Mays, ya sin uniforme y parado allí en ropa de calle a menos de tres metros de mí. Logré hacer que mis piernas se movieran en dirección a él y, después, tras reunir hasta la última onza de valor, logré forzar algunas palabras en la boca.
- ”Señor Mays dije, ¿podría darme su autógrafo?”
Él debía de tener veinticuatro años, pero no me atreví a pronunciar su nombre de pila.
La respuesta a mi pregunta fue brusca pero amistosa.
- “Por supuesto, chico”, dijo. “¿Tienes un lápiz?”
Mays estaba tan lleno de vida, recuerdo, tan lleno de energía juvenil, que seguía saltando un poco mientras hablaba.
Yo no tenía un lápiz, así que le pedí a mi padre que me prestara el suyo. Él tampoco tenía. Ni mi madre. Ni ninguno de los adultos, según resultó.
El gran Willie Mays estaba allí observando en silencio. Cuando fue evidente que nadie del grupo tenía nada con qué escribir, se volvió hacía mí y se encogió de hombros.
”Lo siento, chico”, dijo. “Si no tienes lápiz, no puedo darte un autógrafo.”
Y después salió del parque de béisbol y desapareció en la noche.
Yo no quería llorar, pero me empezaron a bajar lágrimas por las mejillas, y no había nada que pudiera detenerlas. Aún peor, lloré todo el camino a casa en el auto.
Sí, estaba aplastado por la desilusión, pero también me rebelaba contra mí mismo por no poder controlar las lágrimas. No era un bebé. Tenía ocho años, y se supone que los chicos grandes no lloran por cosas así. No sólo no tenía el autógrafo de Willie Mays, tampoco tenía nada más. La vida me había puesto a prueba y yo había fallado en todos sentidos.
Después de esa noche, empecé a llevar un lápiz a cualquier parte que iba. Se me hizo un hábito no salir nunca de casa in asegurarme de llevar un lápiz en el bolsillo. No es que tuviera algún plan en especial para ese lápiz, pero no quería estar desprevenido. Una vez me habían sorprendido con las manos vacías, y no iba a dejar que pasara de nuevo.
En todo caso, los años me enseñaron esto: “Si llevas un lápiz en el bolsillo, hay una buena posibilidad de que un día te sientas tentado a empezar a usarlo.”
Como me gusta decirle a mis hijos, así es como convertí en escritor.

1995
Paul Auster
The Red Notebook: True Stories.


Nota. Tras enterarse de la historia de Paul Auster, Willie Mays le hizo llegar una pelota autografiada, lo cual como apunta Auster demuestra que el béisbol y la escritura pueden cambiar la realidad.

martes, 26 de abril de 2011

CRIMENES EJEMPLARES DEL BEÍSBOL III



Retomando la serie de crímenes ejemplares del béisbol, como homenaje a la sutil ironía -¿acaso el recurso literario más incomprendido?- de Max Aub, en esta ocasión citamos directamente textos del autor

“¡Era safe, señor! Se lo digo por la salud de mi madrecita, que en gloria esté… Lo que pasa es que aquel ampáyer la tenía tomada con nosotros. En mi vida he pegado un batazo con más ganas. Le volaron los sesos como atole con fresa…”

“Me la devolvió rota, señor. Y me dio una penada… Y se lo había advertido. Y me la quería pagar, la muy… Eso, sólo con la vida.”

“Matar a Dios sobre todas las cosas, y acabar con el prójimo a como haya lugar, con tal de dejar el mundo como la palma de la mano. Me cogieron con la mano en la masa. En aquel campo de fútbol: ¡tantos idiotas bien acomodados! Y con la ametralladora, segando, segando, segando. ¡Qué lástima que no me dejaran acabar!”

“¡Tenía el cuello tan largo!”

"SMOKEY JOE" WILLIAMS


Cuando uno piensa en el más grande lanzador de las legendarias Ligas Negras, de inmediato viene a la mente el nombre de Satchel Paige. Sólo un misterio podría ser más grande que el gran Satchel Paige, y ese misterio se encarna en la persona de “Smokey Joe” Williams.
No se sabe a ciencia cierta cuándo nació y cuándo murió Joseph Williams, mejor conocido como “Cyclone Joe” o “Smokey Joe”. Las fuentes apuntan a que “Smokey Joe” vio la luz en Seguin, Texas, un 6 de abril de 1885 o quizá de 1886, y que falleció el 12 de marzo de 1946 –una farsa al parecer–, o quizá en 1951 ó 1952. Lo que sí se sabe es que era un espigado gigante de 1.95 metros y 90 kilos con una bola rápida al nivel de los más furiosos lanzamientos de Walter Johnson, Chief Bender, Rube Marquad, Waite Hoyt y Grover Cleveland Alexander, a quienes llegó a vencer, incluyendo dos veces a Johnson y una a Alexander con home-run incluido; todo ello en juegos de exhibición claro está porque los jugadores negros no eran aceptados en las Grandes Ligas, y “Smokey Joe” tenía no sólo sangre comanche, sino también sangre negra.
El formidable velocista inició su carrera profesional en 1905 en San Antonio, donde tuvo números de ganados y perdidos de 28-4, 15-9, 20-8 y 32-8. “Smokey Joe” tenía un buen repertorio de lanzamientos rápidos, pero el mejor de ellos era su bola ciclónica de humo, tal y lo sugieren con tino sus apodos. En 1909, en un juego de exhibición contra un equipo de Chicago patrocinado por el padre de las Ligas Negras, Rube Foster, “Smokey Joe” tiró una blanqueada que fue su pasaporte al norte de los Estados Unidos con los Lincoln Giants.
El 24 de octubre de 1912, “Smokey Joe” se enfrentó a los campeones de la Liga Nacional, los New York Giants, quienes venían de perder la Serie Mundial con los Boston Red Sox y “Smoky Joe” Wood. El pelotero negro dejó en cuatro imparables y 20 ponches a los orgullosos blanquitos, para una victoria de 6 a 0. “Nice job, Smokey”, le dijo al final un jugador rival.
La victoria no fuera mera casualidad, pues en su trayectoria, “Smokey Joe” solía verse dominante ante los equipos de Grandes Ligas. Tampoco era extraño que “Smokey Joe” Williams lanzara juegos con más de una veintena de ponches, pero en agosto de 1930, ya cuarentón y jugando para los Homestead Grays se dio el gusto durante 12 innings de abanicar a 27 bateadores de los Kansas City Monarchs. De hecho, ese mismo año, venció 1-0 en el único juego en el que se llegó a enfrentar a un incipiente portento llamado Satchel Paige. Este sin dudar afirmó haberse enfrentado al más grande lanzador de todos los tiempos en las Ligas Negras.
Durante su carrera, “Smokey Joe” jugó para los siguientes equipos en los Estados Unidos: San Antonio Black Bronchos, Chicago Leland Giants, New York Lincoln Giants, Chicago American Giants, Atlantic City Bacharach Giants, Brooklyn Royal Giants, Homestead Grays, Detroit Wolves. De igual modo, el estelar pitcher tuvo su paso por el Caribe en Cuba y hasta dicen algunos que por México. Nunca jugó en Grandes Ligas por el débil motivo de ser de raza negra.
Tras su retiro en 1934, “Smokey Joe” al parecer trabajó como bartender en la ciudad de Nueva York. ¿Cuántas historias no tendría para contar en el bar? Ty Cobb, quien no solía hablar bien de otros peloteros, mucho menos de los peloteros negros, observó que “Smokey Joe” tuvo facultades para ser un ganador regulador de 30 juegos o más en las Grandes Ligas. No se diga más, Ty Cobb dixit.

lunes, 11 de abril de 2011

JUEGOS DE AMOR Y MALQUERENCIA



Esta novela llegó a mis manos como un préstamo del Lic. Landeros: “A ti que te gusta el béisbol, puede también que te guste esta novela.” La historia se centra en 10 trabajadores del campo y un perro, el Chamuquillo , por allá en la comarca lagunera, en concreto en el pueblo de Santa Teresa. El béisbol de los Tereseros de Santa Teresa se presenta en estas páginas como un divertimiento, como un fervor por la liturgia de la pelota y a la vez como un entresijo esencial donde la amistad, el amor –o mejor dicho, la franca calentura–, el sotol, el honor, el misterio y la muerte tienen cabida. En efecto, como en la vida misma, la muerte ronda en todo momento, cual telón de fondo: un asesinato no resuelto, un misterio tras otro misterio, el del béisbol mismo. Una historia bien contada, con un lenguaje llano y sin artificios innecesarios: “El juez gritó ponche y nos quedamos a una carrerita mientras Sixto Benavides y su gente tiraba cachuchas al aire, pegaban gritos, mentaban madres y daban manotazos de puritita felicidad.” Lenguaje y béisbol en perfecta armonía. Para leer de un sentón, si señor. “Juegos de amor y malquerencia”, Jaime Muñoz Vargas Editorial, Joaquín Mortiz, 2003, 127 pp.

Datos personales