jueves, 4 de septiembre de 2008

ALARIDO


Una adaptación beisbolera del poema “Aullido” de Allen Ginsberg:

Yo vi a los mejores fanáticos beisboleros de mi generación abandonados por su equipo, furiosos, delirantes entre las inagotables mieles de la derrota,
avanzando hasta tocar fondo en el standing , buscando un poco de cerveza para abatir la exultante marejada del desastre,
astutos seguidores de otros equipos acariciaban el éxtasis de una intoxicación verbal tratando de despojar a los otros de su último salvoconducto hacia el orgullo,
los otros, quienes con su casaca bien puesta se cruzaron en el camino de transeúntes burlones y camioneros que no se dignaban a hacerles la parada,
quienes en sus oficinas y salones de clases se agachaban en la ventana esperando que nadie les viera y dando así una oportunidad para alojar en sus cuerpos el sentido de la paranoia,
quienes nacieron a finales de los setenta y en una situación más que improbable se atrevieron a afirmar: 1978, sí, yo fui testigo del cuadrangular de Chucho Sommers sobre el barbado Stanfield; que más da, todo Culiacán estuvo ahí,
quienes corrieron por los túneles del estadio Ángel Flores perseguidos por hordas de seguidores de los venados de Mazatlán, tan grandes como policías judiciales de vientres redondos; enormes ratas humanas desplazándose ruidosamente y armados de interminables panales de avispas y bolsas de meados,
quienes fueron también perseguidos por los boleteros del estadio y se treparon a las lámparas para mirar el juego de béisbol, usando la estructura metálica como si fuera un interminable pasamanos hacia el infinito y que al final se sentaron en la parte más alta mofándose de los inútiles guardianes,
quienes lloraron y se sumieron en una prolongada y minuciosa depresión ante los triunfos de los naranjeros de Hermosilo, pero con el inmejorable placebo de verlos caer una y otra vez durante las Series del Caribe,
quienes comprendieron las albéntolas de las que pende una pitchada; ellos mejor que nadie para explicar que en este juego el azar no es elemento más, sino la sustancia misma de la realidad,
quienes durante los momentos de abatimiento hicieron de sus butacas una suerte de depósitos mortuorios donde no concurrían la compasión y el cambio, nada más universal que dejar el alma a la noción del vacío,
quienes al meditar sobre el béisbol se enfrentaban a los misterios de la cólera, los celos, el amor, pero sin queja alguna de este mundo de días pálidos y pequeños destellos que a fuerza de ser breves forjan la eternidad,
quienes al discutir de béisbol revistieron la forma de poetas malditos capaces de liarse a cuchilladas por su derecho a la cacofonía; ellos, simples hombres hostigados por el alcohol, los medicamentos y el pago de impuestos, pero que ahora eran revolucionarios, personajes de la crónica fáctica de alguna aventura real y no meros sexos almidonados con una pastilla,
quienes durmieron bajo la helada termodinámica de la noche y la intemperie, esperando así resguardar su lugar en la taquilla para comprar un boleto para la serie final.
quienes se desbarrancaron desde los bleachers al tratar de invadir el terreno de juego cuando Benjamín Gil, el matador, dio el batazo del gane para los Tomateros de Culiacán, vengando así la afrenta de la temporada anterior; en verdad sucedió, se fueron directo al dugout a emborracharse con el resto de la tropa y su hazaña no mereció ni una foto para el periódico Noroeste como aficionados del año,
quienes fueron los primeros en darse cuenta que por lo menos nosotros, los beisboleros mexicanos, abandonamos en Quisqueya, ese espíritu tercermundista y subyugado que caracteriza a la incruenta y voraz mass-media del fútbol; 1996, qué gran año,
quienes esperaron durante horas y horas al lado del restaurante Chic’s no para comer enchiladas suizas, sino para asediar en la entrada al almirante Nelson Barrera sólo para pedirle un autógrafo; su locura no ha sido debidamente registrada en los anales de la no redención,
quienes fueron patrocinados por un mafioso al que confundieron con el cuarte bate del equipo y vivieron durante tres días en una cantina de mala muerte hasta que alguien encontró el cadáver baleado de un tipo en los mingitorios, la policía llegó y no hubo más chela gratis,
quienes se la pasaron abucheando por años enteros al jardinero central Ray Torres, del cual mantenían un inmenso póster pegado en las paredes de sus habitaciones, justo al lado de las imágenes de Reggie Jackson y Fernando Valenzuela,
quienes se detuvieron a la mitad de un imposible examen final de química de la escuela preparatoria para pensar: “Esta noche hay béisbol” y sin más aventaron las hojas a las narices del maestro y se largaron directo al estadio,
quienes se prometieron a sí mismos saber más de este juego que el mismo Mago Septién, indagando así todas las palabras, frases, discursos, poemas, estampitas, comerciales, diarios, novelas, panfletos, folletos, baladas, epopeyas, libros de texto, archivos, bibliografías con el sonido “béisbol”;
todo esto revela la profundidad del juego de pelota para todos aquéllos que hasta el final de sus días soñarán con pegar como Joe Carter de los Blue Jays el cuadrangular decisivo en el último juego de la Serie Mundial,
con el inveterado sabor de la nostalgia en el corazón, arrojada de sus propios cuerpos sobre la lomita de los disparos de la vida misma.

3 comentarios:

Jesus dijo...

Capitan Tomate , como un adivino, como un mago, ha penetrado hasta la medula del subconsciente de toda una generacion, muy identificado con este escrito, le doy las gracias por expresarse en lugar de mi. Aunque desde que vi la pelicula (Fever Pitch), y en la pelicula (Historia del Bronx), cuando el mafioso le dice el niño Calogiro que a Mickey Mantle le importaba poco cuanto ganaba su papa , ya no soy el mismo.
Fijese que me entere que el Paquin y Karim se convirtieron en mortifagos y ni me tibié, un saludo y no deje de escribir, es un verdadero placer.

Jesus dijo...

He hecho un comentario de este mismo blog (alarido) y otro en el de (temblor y temor tomatero), y son contradictorias , en uno,el primero, habla mi mente racional, en el otro mi mente emocional, conviven juntas, pero se alternan el dominio, y gana siempre la que alimento mejor. Saludos Capitan Tomate, de parte del mas humilde y anonimo de sus cuates.

Capitán Tomate dijo...

Gracias amigo Jesus por la precisión. Uno entiende porqué pasan algunas cosas, pero aún así es díficil aceptarlas. Economica y legalmente ni como reprocharle los cambios a Ley. Sin embargo, bajo la ética beisbolera, cometió un hecho terrible. Como reza un principio del derecho: "Lo que es lícito, no siempre es justo ni es honesto."

Datos personales