Siempre he tenido para mí que un bar o restaurante es una cosa casi personal y de íntima comunión entre propietarios y clientes. Por ello y debido a otros prejuicios nunca he mirado con buenos ojos a las cadenas de restaurantes. No pongo aquí en duda su calidad, su técnica o su arte, según quiera entenderse desde la perspectiva gastronómica - aún y cuando ciertas cadenas como McDonald’s simplemente apestan. Yo de lo que dudo es que haya corazón o sentimiento alguno en el concepto.
Una de las más vivas muestras de los establecimientos comerciales criticados resultan ser los Sanborns. El ambiente en esos lugares suele ser frío como el metal en las arcas del señor Carlos Slim. El vestuario de las pobres meseras me parece francamente tan ridículo y humillante que he tenido no pocas veces la tentación de denunciar los hechos ante la Comisión de Derechos Humanos, Watch Rights y hasta Greenpeace.
No obstante, fue justamente en el bar del Sanborns del Centro Comercial Delta de la Ciudad de México donde encontré uno de los sitios más cálidos que un aficionado al béisbol pudiera encontrar para beber una cerveza. Lo anterior, desde luego, sin contar los estadios de béisbol.
Dicho bar tiene sus paredes adornadas con magníficas fotografías de la primera mitad del siglo XX de diversas acciones beisboleras pertenecientes a las Ligas Negras y a los clubes de YMCA como precursores del juego de pelota, así como con algunas imágenes relativas a viejas ligas infantiles.
No deja de sorprender el motivo de tan portentoso despliegue pictórico en un bar de una fría cadena de negocios, en una fría plaza comercial y en una fría ciudad obscenamente panbolera. La razón acaso se encuentra cifrada en que el centro comercial Delta está asentado sobre los terrenos del extinto parque de béisbol del Seguro Social, donde antaño fraguaban sus batallas los diablos y los tigres. Ignoro quién tuvo la idea de convertir ese bar de Sanborns en un indisputable templo del béisbol. Ignoro si esa persona actuó movida por intereses deportivos o empresariales. Ignoro si los defeños o chilangos realmente aprecian la belleza de ese sitio. Pero lo que no ignoro es que la situación es digna de todo mi reconocimiento. Vale la pena visitar el lugar y clavar entre pecho y espalda algunos tragos de malta remojada a la memoria de esas formidables fotografías y de los personajes en ellas que amaron el juego de pelota lo suficiente como para dejar evidencia irrefutable de ello.
Una de las más vivas muestras de los establecimientos comerciales criticados resultan ser los Sanborns. El ambiente en esos lugares suele ser frío como el metal en las arcas del señor Carlos Slim. El vestuario de las pobres meseras me parece francamente tan ridículo y humillante que he tenido no pocas veces la tentación de denunciar los hechos ante la Comisión de Derechos Humanos, Watch Rights y hasta Greenpeace.
No obstante, fue justamente en el bar del Sanborns del Centro Comercial Delta de la Ciudad de México donde encontré uno de los sitios más cálidos que un aficionado al béisbol pudiera encontrar para beber una cerveza. Lo anterior, desde luego, sin contar los estadios de béisbol.
Dicho bar tiene sus paredes adornadas con magníficas fotografías de la primera mitad del siglo XX de diversas acciones beisboleras pertenecientes a las Ligas Negras y a los clubes de YMCA como precursores del juego de pelota, así como con algunas imágenes relativas a viejas ligas infantiles.
No deja de sorprender el motivo de tan portentoso despliegue pictórico en un bar de una fría cadena de negocios, en una fría plaza comercial y en una fría ciudad obscenamente panbolera. La razón acaso se encuentra cifrada en que el centro comercial Delta está asentado sobre los terrenos del extinto parque de béisbol del Seguro Social, donde antaño fraguaban sus batallas los diablos y los tigres. Ignoro quién tuvo la idea de convertir ese bar de Sanborns en un indisputable templo del béisbol. Ignoro si esa persona actuó movida por intereses deportivos o empresariales. Ignoro si los defeños o chilangos realmente aprecian la belleza de ese sitio. Pero lo que no ignoro es que la situación es digna de todo mi reconocimiento. Vale la pena visitar el lugar y clavar entre pecho y espalda algunos tragos de malta remojada a la memoria de esas formidables fotografías y de los personajes en ellas que amaron el juego de pelota lo suficiente como para dejar evidencia irrefutable de ello.
1 comentario:
Porqué crees que valga la pena un lugar como ese?
Digo, gente como Carlos Slim y otros se dedicaron a demoler un buen estadio de beisbol al que solo asistí en una ocasión y cuando lo quise volver a hacer ya no existía.
Personalmente lo siento como una ofensa, como: miren, nosotros los riquillos les ganamos a ustedes los pobretones, les quitamos su diversión y ahora les quitamos su dinero.
No venía a esto el comentario, simplemente ando vagando por la internet buscando cosas acerca de Sanborns ya que los señores me rompieron un diente con un par de tuercas que estabn bien escondidas en uno de sus pasteles y al reclamarles eso solo me hicieron a un lado y ni me pudieron cambiar su mugroso pastel.
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