¿Por qué el guante Rawlings de Dewayne Wise está en el Salón de la Fama del Béisbol? Las interrogantes que abre el béisbol nunca terminan por cerrarse del todo. Así es la vida, un instante puede marcarnos para siempre.
Larry Dewayne Wise, nacido el 24 de febrero de 1978 en Carolina del Sur, hasta hace unos días era un perfecto desconocido. De hecho, en cierto sentido aún lo es, pues la mayoría de los aficionados ni siquiera saben su nombre (incluido el presidente Obama, quien se refirió a él llamándolo “Weiss”).
Por cerca de una década, Wise ha sido un peregrino del Juego de Pelota. Ha pasado por diversos equipos de las ligas menores y de las Grandes Ligas. Su pobre porcentaje de bateo de por vida (alrededor de .210) en estricto sentido bastaría para que no tuviera cabida en la gran carpa, pero su fildeo, ah, eso es otra cosa, la cosa que lo mantiene en el béisbol profesional. “Wise” en inglés significa sabio y Wise es un sabio del fildeo. En efecto, Wise es utilizado por los Medidas Blancas de Chicago como jardinero suplente, por lo general para asegurar ventajas en las últimas entradas.
En los entrenamientos, Wise sigue una suerte de liturgia. Se ubica cerca de la franja de advertencia y pide a los coaches que le lancen bolas por arriba de la barda. Entonces Wise salta buscando atraparlas. Y como dijo el New York Times, gracias a esa práctica, Wise tiene ahora un lugar en el panteón de las grandes atrapadas de toda la historia del béisbol: la de Willie Mays de espaldas en el jardín en la Serie Mundial de 1954, la de Al Gionfriddo robando un palo de cuatro esquinas a Joe DiMaggio en el sexto juego de la Serie Mundial de 1947, la de Sandy Amoros en el séptimo juego de la Serie Mundial de 1955, la de Robin Yount para salvar el sin hit de Juan Nieves en 1987, la de Darrell Sherman en la Serie del Caribe de 2002... Ni más ni menos. Veamos cómo sucedió.
El 23 de julio de 2009, el lanzador de los Medias Blancas Mark Buehrle estaba a tres outs de completar el juego perfecto número 18 de las Ligas Mayores. ¿El rival? Los Mantarrayas de Tampa Bay. Wise apenas acababa de entrar a cubrir el jardín central. El bateador Gabe Kapler conectó entonces un macanazo que llevaba etiqueta de cuadrangular. Y digo llevaba, porque Wise pegó un salto formidable, se suspendió en el aire a lo Michael Jordan, estiró el guante y robó un home-run más que cantado. Dos outs después, Mark Buehrle consumaba sin mayor peligro el juego perfecto y mientras era felicitado quizá pensaba en pagarle la cena a Wise. De esa forma, la atrapada quedaría hasta el fin de los tiempos ligada inextricablemente a la imagen del juego perfecto en la memoria de los aficionados.
Larry Dewayne Wise, nacido el 24 de febrero de 1978 en Carolina del Sur, hasta hace unos días era un perfecto desconocido. De hecho, en cierto sentido aún lo es, pues la mayoría de los aficionados ni siquiera saben su nombre (incluido el presidente Obama, quien se refirió a él llamándolo “Weiss”).
Por cerca de una década, Wise ha sido un peregrino del Juego de Pelota. Ha pasado por diversos equipos de las ligas menores y de las Grandes Ligas. Su pobre porcentaje de bateo de por vida (alrededor de .210) en estricto sentido bastaría para que no tuviera cabida en la gran carpa, pero su fildeo, ah, eso es otra cosa, la cosa que lo mantiene en el béisbol profesional. “Wise” en inglés significa sabio y Wise es un sabio del fildeo. En efecto, Wise es utilizado por los Medidas Blancas de Chicago como jardinero suplente, por lo general para asegurar ventajas en las últimas entradas.
En los entrenamientos, Wise sigue una suerte de liturgia. Se ubica cerca de la franja de advertencia y pide a los coaches que le lancen bolas por arriba de la barda. Entonces Wise salta buscando atraparlas. Y como dijo el New York Times, gracias a esa práctica, Wise tiene ahora un lugar en el panteón de las grandes atrapadas de toda la historia del béisbol: la de Willie Mays de espaldas en el jardín en la Serie Mundial de 1954, la de Al Gionfriddo robando un palo de cuatro esquinas a Joe DiMaggio en el sexto juego de la Serie Mundial de 1947, la de Sandy Amoros en el séptimo juego de la Serie Mundial de 1955, la de Robin Yount para salvar el sin hit de Juan Nieves en 1987, la de Darrell Sherman en la Serie del Caribe de 2002... Ni más ni menos. Veamos cómo sucedió.
El 23 de julio de 2009, el lanzador de los Medias Blancas Mark Buehrle estaba a tres outs de completar el juego perfecto número 18 de las Ligas Mayores. ¿El rival? Los Mantarrayas de Tampa Bay. Wise apenas acababa de entrar a cubrir el jardín central. El bateador Gabe Kapler conectó entonces un macanazo que llevaba etiqueta de cuadrangular. Y digo llevaba, porque Wise pegó un salto formidable, se suspendió en el aire a lo Michael Jordan, estiró el guante y robó un home-run más que cantado. Dos outs después, Mark Buehrle consumaba sin mayor peligro el juego perfecto y mientras era felicitado quizá pensaba en pagarle la cena a Wise. De esa forma, la atrapada quedaría hasta el fin de los tiempos ligada inextricablemente a la imagen del juego perfecto en la memoria de los aficionados.
2 comentarios:
vaciado es que Wise luego fue bajado a Triple A y Buehrle no había vuelto a ganar desde ese perfecto.
Hay flores de un día, pero qué flores, si señor, qué flores...
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