Cuando uno revisa la lista de los escritores galardonados con el Premio Nobel de Literatura no puede uno sino pensar en que al menos la mitad de ellos palidece ante el talento del argentino Jorge Luis Borges. Con esta frase no pretendo iniciar crítica alguna, sino simplemente realzar el hecho de que el Nobel, esa medalla del establishment, no mereció a alguien como el gran Borges.
Borges se caracterizó desde muy temprana edad por su cercanía con la cultura anglo-sajona, sobre todo la inglesa (su abuela materna era originaria de la isla) y en menor medida la norteamericana. Por ello no ha de extrañar que Borges tuviera una idea acerca del Juego de Pelota que tanto atraía a los paisanos de Walt Whitman.
A continuación reproduzco un intercambio de ideas sostenido en la ciudad de los sueños entre Borges y un periodista del New York Times.
Borges, ahora mismo en este país Mantle es más importante que Hemingway. ¿Qué piensa de eso?
Eso delata nuestro siglo. Defender la razón siempre ha sido una ambición humana, pero yo no sé si la literatura nos ha hecho razonables. En cambio, la historia real es una historia militar. O en todo caso, lo que llega a nosotros es eso. De algún modo el béisbol es dramático y tiene un valor estético. Es una suerte de libro raro que se escribe a la vista de los espectadores. Algunos llegan al final llorando. Recuerdo que eso me sucedió al leer acerca de las guerras púnicas.
Como siempre, lo conmueve lo épico.
Sí, precisamente, aunque como sabe yo ya no puedo leer por mi mismo a causa de mi ceguera, muchos menos seguir un match de béisbol.
¿Alguna vez pensó en que el béisbol da la impresión de que guarda, como su escritura, Borges, una estricta fidelidad al orden?
Me gustaría saber cuál orden (ríe).
Bueno, es un orden que preside, naturalmente, su escritura y sus actos.
Mis actos, yo no sé. La verdad es que he obrado de un modo tan irresponsable. Mi vida es bastante casual, y trato de que mi escritura no sea casual, es decir, trato, bueno, de que haya algo de cosmos, aunque sea esencialmente el caos. Como puede ocurrir en el universo o en el béisbol, desde luego. Hay cierto orden, pero un orden… bastante pudoroso, bastante secreto, sí.
Ese orden en el béisbol sería el sabor de lo épico.
Puede ser. Hay un sabor de que nuestro tiempo no suele percibir el elemental sabor del heroísmo. A mí curiosamente me conmueve más lo épico que lo lírico, o que lo elegíaco. A veces yo he llorado leyendo algo. Así que supongo que alguien puede llorar tras un match de béisbol. Quizá los aficionados al béisbol buscan la épica que no les depara su vida cotidiana. Sería un destino fatalmente suyo.
La alarma que crea la belleza del juego, digamos.
Sí, la alarma que crea la belleza, ya que la belleza es una forma de alarma o inquietud, en todo caso.
Sobre todo si recordamos aquella frase de Platón, en el Banquete, que dice: “Orientado hacia el inmenso mar de la belleza.”
¡Ah!, es una linda frase. Sí, parece que son palabras esenciales. El aficionado es al final un lector de la belleza.
Borges se caracterizó desde muy temprana edad por su cercanía con la cultura anglo-sajona, sobre todo la inglesa (su abuela materna era originaria de la isla) y en menor medida la norteamericana. Por ello no ha de extrañar que Borges tuviera una idea acerca del Juego de Pelota que tanto atraía a los paisanos de Walt Whitman.
A continuación reproduzco un intercambio de ideas sostenido en la ciudad de los sueños entre Borges y un periodista del New York Times.
Borges, ahora mismo en este país Mantle es más importante que Hemingway. ¿Qué piensa de eso?
Eso delata nuestro siglo. Defender la razón siempre ha sido una ambición humana, pero yo no sé si la literatura nos ha hecho razonables. En cambio, la historia real es una historia militar. O en todo caso, lo que llega a nosotros es eso. De algún modo el béisbol es dramático y tiene un valor estético. Es una suerte de libro raro que se escribe a la vista de los espectadores. Algunos llegan al final llorando. Recuerdo que eso me sucedió al leer acerca de las guerras púnicas.
Como siempre, lo conmueve lo épico.
Sí, precisamente, aunque como sabe yo ya no puedo leer por mi mismo a causa de mi ceguera, muchos menos seguir un match de béisbol.
¿Alguna vez pensó en que el béisbol da la impresión de que guarda, como su escritura, Borges, una estricta fidelidad al orden?
Me gustaría saber cuál orden (ríe).
Bueno, es un orden que preside, naturalmente, su escritura y sus actos.
Mis actos, yo no sé. La verdad es que he obrado de un modo tan irresponsable. Mi vida es bastante casual, y trato de que mi escritura no sea casual, es decir, trato, bueno, de que haya algo de cosmos, aunque sea esencialmente el caos. Como puede ocurrir en el universo o en el béisbol, desde luego. Hay cierto orden, pero un orden… bastante pudoroso, bastante secreto, sí.
Ese orden en el béisbol sería el sabor de lo épico.
Puede ser. Hay un sabor de que nuestro tiempo no suele percibir el elemental sabor del heroísmo. A mí curiosamente me conmueve más lo épico que lo lírico, o que lo elegíaco. A veces yo he llorado leyendo algo. Así que supongo que alguien puede llorar tras un match de béisbol. Quizá los aficionados al béisbol buscan la épica que no les depara su vida cotidiana. Sería un destino fatalmente suyo.
La alarma que crea la belleza del juego, digamos.
Sí, la alarma que crea la belleza, ya que la belleza es una forma de alarma o inquietud, en todo caso.
Sobre todo si recordamos aquella frase de Platón, en el Banquete, que dice: “Orientado hacia el inmenso mar de la belleza.”
¡Ah!, es una linda frase. Sí, parece que son palabras esenciales. El aficionado es al final un lector de la belleza.
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