Dicen los más viejos (y los conocedores) que Guillermo Álvarez “el Huevito” ha sido el mejor short stop en la historia del béisbol mexicano. En suma, un fildeador de guante mágico y de bate constante.
No me tocó ver lugar al Huevito. Vaya, ni a mi mamá le tocó verlo jugar. Yo soy de cuando el atari era la sensación entre los morritos, de cuando los adolescentes se machacaban la entrepierna mirando en la TV a Verónica Castro y de cuando Michael Jackson aún era negro . En cambio, el Huevito era un estupendo short stop mexicano allá en los años 40’s y 50’s. En el invierno jugó 16 años, siempre con ese portentoso club que son los Tomateros de Culiacán, mientras en el verano repartió su carrera entre el águila de Veracruz y los pericos de Puebla. Ojo, porque en esa época la Liga del Verano contaba con varios grandesligas y leyendas de las Ligas Negras por cortesía del empresario Jorge Pasquel.
Si bien no pude gozar en vivo de los fenomenales engarces del Huevito, si tuve la oportunidad de verlo trabajar como manager. Eran finales de los años 90’s en la Liga Japac (una liga municipal allá por mi tierra en Culiacán). ¿El equipo? El IRS, es decir el equipo del Instituto de Readaptación Social, o sea, señores, el equipo del bote, del tambo, del reclusorio, del penal, de la cárcel, de la penitenciaría, o como quieran llamar a ese selecto lugar de contricción.
Mi padrino, el licenciado Francisco Javier Ruelas, a quien le mando un saludo desde esta bitácora, despachaba entonces como director del IRS. El Licenciado, como hombre derecho que es, siempre se tomó en serio su trabajo, de tal modo que preocupado porque los reclusos se dedicaran a tareas más sanas que las de robar, matar, sodomizarse, dedicarse a la política o echarse viajes siderales al amparo de la mariguana, la heroína, la cocaína, el crack, el cemento, el resistol 5000, el alcohol, el peyote, el agua de tepache, las anfetaminas y otros regios estimulantes sensoriales, se dio a la tarea de armar un equipo de béisbol, para lo cual comisionó la tarea al Huevito: “Ponga a jugar béisbol a estos cabrones.”, fue la orden.
El Licenciado me invitaba a los juegos del equipo del IRS, el cual cabe señalar que siempre jugaba de local, pues estaba complicado sacar a los reos del tambo para llevarlos al campo oficial de la Liga Japac.
Francamente el Huevito hacía un trabajo extraordinario. Explotaba al máximo las habilidades beisboleras de los presos. Los internos del IRS se veían motivadísimos por demostrar que no sólo eran simples malandrines, sino también buenos peloteros. Sobre todo, se sentían de alguna manera integrados de nuevo a la sociedad. De hecho hasta los otros reos que no jugaban béisbol estaban más emocionados con el equipo del ISR que con los Yankees de Nueva York de Jeter, Martínez, Williams y compañía.
Los juegos eran fantásticos. Ni los reos ni “los de afuera” pedían ni daban cuartel. No era extraño ver juegos de extrainnings. A veces un batazo o una atrapada decidía el gane.
El equipo del IRS, sabiamente manejado por el Huevito, iba escalando posiciones en la tabla de la Liga. Se mantuvieron más o menos toda la temporada entre los cuatro primeros lugares. Iban a pelear el campeonato, de eso no había duda alguna.
Pero nada es perfecto. Ya a punto de terminar la temporada, le comenté al entusiasmado Licenciado: “Licenciado, en esta Liga el negocio es vender cerveza en los juegos. Aquí en la cárcel no se puede vender cerveza. No los van a dejar llegar muy lejos en los play-offs, porque se acaba el negocio de la Liga.” El Licenciado me respondió: “No va a pasar nada. Una cosa muy importante es que los internos aprendan a conseguir las cosas de forma honrada, con esfuerzo y sacrificio. Si juegan bien, claro que van a ganar la Liga y se les va a reconocer como campeones. Además tenemos al mejor manager posible.”
El equipo del IRS se metió a los play-offs y empezó a meter miedo a todos los rivales. Estaban jugando como un auténtico trabuco. No se veía como los fueran a parar en su camino al campeonato. Pero con todo y eso los pararon…
No sé por qué compromisos no pude asistir a los partidos de play-offs, pero sucedió lo que me temía. Leí en una crónica de José Carlos Campos en el periódico “El Debate” que en las semi-finales de la Liga Japac el equipo del IRS había sufrido un atraco en despoblado por parte de los señores ampayers y que en consecuencia habían sido eliminados de los play-offs. No pude dejar de pensar en cierto incidente en uno de los partidos anteriores, en donde un pelotero visitante llamó “pinche ratero” a uno de los internos del IRS y en donde este último le reviró: “No compita, los inches rateros chingones están allá afuera, no aquí. Aquí nomás habemos jugadores de béisbol. Si no, pregúntale al Huevito, porque él si sabe de béisbol.”
No me tocó ver lugar al Huevito. Vaya, ni a mi mamá le tocó verlo jugar. Yo soy de cuando el atari era la sensación entre los morritos, de cuando los adolescentes se machacaban la entrepierna mirando en la TV a Verónica Castro y de cuando Michael Jackson aún era negro . En cambio, el Huevito era un estupendo short stop mexicano allá en los años 40’s y 50’s. En el invierno jugó 16 años, siempre con ese portentoso club que son los Tomateros de Culiacán, mientras en el verano repartió su carrera entre el águila de Veracruz y los pericos de Puebla. Ojo, porque en esa época la Liga del Verano contaba con varios grandesligas y leyendas de las Ligas Negras por cortesía del empresario Jorge Pasquel.
Si bien no pude gozar en vivo de los fenomenales engarces del Huevito, si tuve la oportunidad de verlo trabajar como manager. Eran finales de los años 90’s en la Liga Japac (una liga municipal allá por mi tierra en Culiacán). ¿El equipo? El IRS, es decir el equipo del Instituto de Readaptación Social, o sea, señores, el equipo del bote, del tambo, del reclusorio, del penal, de la cárcel, de la penitenciaría, o como quieran llamar a ese selecto lugar de contricción.
Mi padrino, el licenciado Francisco Javier Ruelas, a quien le mando un saludo desde esta bitácora, despachaba entonces como director del IRS. El Licenciado, como hombre derecho que es, siempre se tomó en serio su trabajo, de tal modo que preocupado porque los reclusos se dedicaran a tareas más sanas que las de robar, matar, sodomizarse, dedicarse a la política o echarse viajes siderales al amparo de la mariguana, la heroína, la cocaína, el crack, el cemento, el resistol 5000, el alcohol, el peyote, el agua de tepache, las anfetaminas y otros regios estimulantes sensoriales, se dio a la tarea de armar un equipo de béisbol, para lo cual comisionó la tarea al Huevito: “Ponga a jugar béisbol a estos cabrones.”, fue la orden.
El Licenciado me invitaba a los juegos del equipo del IRS, el cual cabe señalar que siempre jugaba de local, pues estaba complicado sacar a los reos del tambo para llevarlos al campo oficial de la Liga Japac.
Francamente el Huevito hacía un trabajo extraordinario. Explotaba al máximo las habilidades beisboleras de los presos. Los internos del IRS se veían motivadísimos por demostrar que no sólo eran simples malandrines, sino también buenos peloteros. Sobre todo, se sentían de alguna manera integrados de nuevo a la sociedad. De hecho hasta los otros reos que no jugaban béisbol estaban más emocionados con el equipo del ISR que con los Yankees de Nueva York de Jeter, Martínez, Williams y compañía.
Los juegos eran fantásticos. Ni los reos ni “los de afuera” pedían ni daban cuartel. No era extraño ver juegos de extrainnings. A veces un batazo o una atrapada decidía el gane.
El equipo del IRS, sabiamente manejado por el Huevito, iba escalando posiciones en la tabla de la Liga. Se mantuvieron más o menos toda la temporada entre los cuatro primeros lugares. Iban a pelear el campeonato, de eso no había duda alguna.
Pero nada es perfecto. Ya a punto de terminar la temporada, le comenté al entusiasmado Licenciado: “Licenciado, en esta Liga el negocio es vender cerveza en los juegos. Aquí en la cárcel no se puede vender cerveza. No los van a dejar llegar muy lejos en los play-offs, porque se acaba el negocio de la Liga.” El Licenciado me respondió: “No va a pasar nada. Una cosa muy importante es que los internos aprendan a conseguir las cosas de forma honrada, con esfuerzo y sacrificio. Si juegan bien, claro que van a ganar la Liga y se les va a reconocer como campeones. Además tenemos al mejor manager posible.”
El equipo del IRS se metió a los play-offs y empezó a meter miedo a todos los rivales. Estaban jugando como un auténtico trabuco. No se veía como los fueran a parar en su camino al campeonato. Pero con todo y eso los pararon…
No sé por qué compromisos no pude asistir a los partidos de play-offs, pero sucedió lo que me temía. Leí en una crónica de José Carlos Campos en el periódico “El Debate” que en las semi-finales de la Liga Japac el equipo del IRS había sufrido un atraco en despoblado por parte de los señores ampayers y que en consecuencia habían sido eliminados de los play-offs. No pude dejar de pensar en cierto incidente en uno de los partidos anteriores, en donde un pelotero visitante llamó “pinche ratero” a uno de los internos del IRS y en donde este último le reviró: “No compita, los inches rateros chingones están allá afuera, no aquí. Aquí nomás habemos jugadores de béisbol. Si no, pregúntale al Huevito, porque él si sabe de béisbol.”
3 comentarios:
Soy de Culiacan y naci en los 60´s, en mi casa se hablaba y se veia y se jugaba beisbol, cosa rara en la capital de sinaloa¡¡¡¡¡¡.
El Huevito ya no jugaba pero se hablaba mucho de el, alabando su juego defensivo, una vez lo conoci y platique con el, le pedi un autografo en una pelota, y me lo prometio, dias despues me envio el autografo.... y la pelota de regalo, un amigo me la llevo, un buen detalle de este señor, tambien jugue en contra pero el como manager en soft ball, esa vez jugue el SS, recuerdo que hice buenas jugadas, ¡ como no si me estaba viendo el Huevito¡ Gracias.}
Jesus de la Cruz Rubio Cebreros.
Una vez le pedi un autografo al Huevito y me prometio darmelo, despues. Me mando un autografo en una pelota que el me regalo, buen detalle de este señor. Otra vez jugamos en contra, el como manager, esa vez jugue short stop, recuerdo que jugue muy bien, ¡ como no, si me estaba viendo el huevito¡
Jjesus de la Cruz Rubio Cebreros
Gracias Jesús por visitar esta bítacora beisbolera! Y sobre todo gracias por dejar tus comentarios tan interesantes. El Huevito era sin duda no sólo un gran pelotero, sino también un tipazo.
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