Lingüista de altos vuelos, profesor, filósofo, escritor, conferenciante, activista
infatigable, ateísta secular y socialista libertario, diversos calificativos
para referirnos a una de las figuras ineludibles del pensamiento político de
esta época: Avram Noam Chomsky (Filadelfia, Estados Unidos, 7 de diciembre de
1928).
Quienes han tratado personalmente a Noam Chomsky destacan la sencillez
de este hombre que lo mismo ha cimbrado los cimientos del estudio del lenguaje
por parte de los académicos que los cimientos de la cosmogonía de un número
significativo de personas. Y alabamos su sencillez porque para entrevistarle
sólo hace falta buscar su ficha en la página del MIT, la institución donde
trabaja, para localizar su correo electrónico personal y realizar la solicitud
correspondiente. Gracias a ello y a compañeros como Michael Kasenbacher, Eric
Augenbraun y Jeff Jetton nos es posible reproducir en esta bitácora algunos de
los pensamientos de Noam Chomsky acerca del Béisbol y otros temas menores. Señoras
y señores, al bate, el jardinero central de la izquierda libertaria, Noam
Chosmky…
Quizá sea oportuno arrancar nuestra charla con su vida personal y su
doble carrera en la lingüística y en el activismo político. ¿Le gusta ese tipo
de trabajo?
Si tuviese el tiempo, me
encantaría pasar mucho más horas trabajando en el lenguaje, la filosofía y la ciencia
cognitiva, temas que encuentro interesantes desde el punto de vista
intelectual. Sin embargo, una gran parte de mi vida está consagrada a alguna
forma de actividad política: leer, escribir, organizar y otras cuestiones por
el estilo. Es una forma de trabajar, es necesaria, pero no significa un reto
intelectual. Respecto de los asuntos humanos no entendemos nada o tenemos
entendimientos superficiales. Es un trabajo arduo el conseguir datos y ponerlos
todos juntos, pero no supone un terrible reto intelectual. Lo hago porque es
necesario. El tipo de trabajo que debería ser la principal parte de la vida de
uno es el trabajo que te gustaría hacer si no fueses pagado por ello, el
trabajo que surge de tus necesidades internas, intereses y preocupaciones.
Ello implicaría el ejercicio de un cierto grado de libertad. Más allá
de si en un momento dado existen las condiciones para ese ejercicio, estamos
tan acostumbrados a recibir directrices, cuando no órdenes, sobre nuestro
quehacer diario, que resulta lógico plantearse si estamos lo suficientemente preparados
para ejercer esa libertad. El filósofo Frithjof Bergmann sostiene que la mayor
parte de las personas no conoce qué tipo de actividades le gustaría hacer. A
esto él le llama “la pobreza del deseo”. ¿Qué piensa al respecto?
Ese es un problema que nunca he
tenido, pero es una antigua observación. Wilhem von Humboldt una vez apuntó que
si un artesano produce por encargo un objeto bello, podremos admirar lo que
hizo, pero despreciaremos lo que él es: una herramienta en manos de otros. En
cambio si ese artesano crea un bello objeto por voluntad propia, admiraremos
tanto al objeto como al artesano, mientras éste satisface sus propias
aspiraciones creativas.
Esto que dice suena un tanto ligado con las ideas de espontaneidad e
imaginación, las energías propias de los niños o de los poetas y los locos, en
estos dos últimos casos en el sentido propuesto por William Blake, energías que
pueden ir cediendo en potencia conforme uno llega a la edad adulta o a la
“madurez” adulta y al estado de auto-represión creativo.
El poeta y el hombre loco
comparten mucho de esa energía con los niños. En el caso de los niños esas
energías tienden a manifestarse en el juego, pero hoy en día hasta el concepto
de juego está cambiando. En mi barrio antes veías a los niños jugando afuera en
las calles, montando sus bicicletas. Ahora sigue habiendo niños, pero ya no salen
a la calle, están dentro de sus casas con videojuegos o cualquier otra cosa
similar o bien se encuentran inscritos en actividades organizadas: actividades
deportivas organizadas por los adultos. El concepto del juego espontáneo parece
haber venido a menos. Hay estudios sobre esto en Estados Unidos y en
Inglaterra, aunque ignoro si sea cierto para otros países, pero el juego
espontáneo ha declinado con motivo de los cambios sociales. Pienso en esto como
en algo muy negativo, porque es en el juego espontáneo donde florecen los
instintos creativos del ser humano. Si tomas unas piedras como bases y un palo
de escoba como bate ya estás haciendo algo diferente de lo que se suele hacer
en una liga organizada de béisbol.
Algunas veces se llega a extremos
surreales. Hace tiempo recuerdo que estábamos en casa de mi hija y llegó mi
nieto de diez años totalmente desconsolado porque se suspendió el juego de béisbol
de su liga infantil. El otro equipo sólo se presentó con ocho jugadores. No sé
si entiendas algo de béisbol, pero siempre hay jugadores suplentes sentados en
la banca esperando su turno de entrar al terreno. Pero este equipo de mi nieto
no fue capaz de prestar un jugador al otro equipo para que los chicos pudieran
jugar y divertirse, sólo porque tenían que seguir las reglas de la liga. Quiero
decir, esto ya es llevarlo a absurdos reales, pero es el tipo de cosas que
están sucediendo ahora mismo.
La disciplina institucional por encima de las necesidades no sólo de
algún individuo, sino por encima de las necesidades del propio colectivo social.
Pero tocado el punto, ¿usted jugaba béisbol de niño?
[Chasqueo de lengua] Bueno, es
algo interesante, pero mis padres eran inmigrantes, de modo que éramos
americanos de primera generación. Parte del proceso de socialización,
especialmente para los chicos jóvenes, consistía en saber todo acerca del
béisbol. En esos años el béisbol era el deporte. Apenas había baloncesto
profesional y algo de fútbol americano. Los chicos en mis circunstancias
–chicos inmigrantes de primera generación– podían darte todos los detalles
sobre el béisbol, todas las estadísticas. Por ello yo también pasé por esa
fase.
Cuesta imaginar a Noam Chomsky, el intelectual, el activista, como un
aficionado al béisbol. Dígame algo, ¿coleccionaba estampitas de peloteros?
Sí coleccionaba estampitas. Esto
fue en los años 30’s.
¿Aún conserva las estampitas?
[Sacude la cabeza para negarlo]
Pero te puedo narrar, si realmente quieres que te aburra, el primer juego de
béisbol al que asistí, inning a inning, jugada a jugada.
No, gracias, no es necesario.
Un juego maravilloso, eran los
Yankees en la Serie Mundial. Nos sentamos en los bleachers justo atrás de Joe
Dimaggio. Lanzaba Red Ruffing. El receptor era Bill Dickey. Lou Gehrig estaba
en primera. Fue increíble.
¿Inning a inning?
Oh, no te voy a aburrir.
¿Soñó alguna vez con ser pelotero?
No, pero cuando tenía diez años
quería ser taxidermista por alguna razón. No me preguntes el porqué. [Risas]
¿Aún asiste al estadio de béisbol?
Me falta tiempo hasta para ir al
cine. No iría solo al estadio, pero por algún tiempo iba acompañado de mi nieto.
Hay un documental en donde usted narra la experiencia de ir a un juego
de fútbol americano de high school y de repente suelta un lapidario: “¿Por qué
me preocupo por este equipo? Ni siquiera conozco a alguien del equipo”. Aquí
fue muy lejos. Se vio como un amargado. La gente se cuestiona si usted ha
disfrutado la experiencia de un perrito caliente con mostaza y una cerveza
fría. No es el caso, pero con comentarios así resulta más fácil imaginarle como el Scrooge de la
crítica social. ¿Por qué nos crucifica por apoyar a un equipo deportivo? Se
trata de una experiencia social que genera interacciones y recuerdos muchas
veces positivos. ¿Qué hay de malo en ello?
Ese no es mi punto. Mira, si
quieres disfrutar un juego de fútbol, pues genial. Si quieres disfrutar un
juego de béisbol, eso es grandioso. ¿Pero por qué das importancia a quién gana?
¿Por qué debes de vincularte con un determinado grupo de profesionales, de los
cuales te dicen que te representan y de que más vale que ganen, porque de lo
contrario puedes hasta suicidarte, cuando en el fondo ellos son perfectamente
intercambiables con los miembros del otro equipo de profesionales? Esto es una
locura.
Mi siguiente pregunta iba enfocada precisamente a cuestionarle sobre su
equipo favorito de béisbol, pero visto lo visto debo entender que usted se
considera un aficionado eventual al béisbol, entendido este como un espectáculo o un
pasatiempo, pero no se considera un seguidor o fanático de tal o cual equipo. Para
el caso de los seguidores de un equipo, usted propone aquí una disonancia
cognitiva, porque como seres racionales seguirían una causa irracional.
Y así es. Lo siento por defraudar esa expectativa de su parte. El fanatismo deportivo es parte del entrenamiento
de las masas para su posterior adoctrinamiento ideológico, pues en aquél se
tocan fibras irracionales requeridas para sostener a este. Los medios de comunicación
juegan un papel vital en estos procesos de adoctrinamiento. La propaganda es a
una democracia lo que la porra es a un estado totalitario. Podemos verlo
claramente si queremos, pero al final, si así lo elegimos, podríamos vivir en
un mundo de espejismos confortantes.