viernes, 15 de febrero de 2013

LA CONQUISTA DE LA FELICIDAD. EL HOMBRE MISTERIOSO DE BERTRAND RUSSELL


De acuerdo a la enciclopedia libre, Bertrand Arthur William Russell, (Trellech, Gales,  18 de mayo de 1872 - Penrhyndeudraeth, Gales,  2 de febrero de 1970) fue un filósofo, matemático, lógico y escritor británico ganador del Premio Nobel de Literatura (1950) y conocido por su influencia en la filosofía analítica, sus trabajos matemáticos y su activismo social.

Bertrand Russell no creía en la felicidad como un concepto reservado al misticismo y a las religiones, por lo general estas últimas pletóricas de vagas promesas de vida eterna (ver su obra “Por qué no soy cristiano”). No, Bertrand Russell no creía en esos arcanos de la superstición y de la teología. Bertrand Russell creía en la felicidad del aquí y ahora, de la felicidad cuya fuente emana del goce del día a día de la existencia, por ello en su obra "La Conquista de la Felicidad” (1930) se propuso compartir aquellas cuestiones que él consideraba como causas de la infelicidad y en su caso como causas de la felicidad.

Por supuesto, un matemático como Russell obsesionado con considerar todas las variables posibles en cualquier ecuación no pudo ni mucho menos soslayar en la ecuación de la felicidad la variable aportada por el Béisbol, lo cual dio pie a una muy discutida controversia, a saber a través del texto siguiente:

“(…) Me acuerdo de cuando conocí a uno de los principales literatos de Estados Unidos, un hombre, que a juzgar por sus libros, yo suponía consumido por la melancolía. Pero dio la casualidad que en aquel momento la radio estaba informando de los resultados más importantes de la liga de béisbol; el hombre se olvidó de mí, de la literatura y de todas las demás penalidades de nuestra vida sublunar, y chilló de alegría porque había ganado su equipo. Desde aquel día, he podido leer sus libros sin sentirme deprimido por las desgracias que lee ocurren a sus personajes.”

¿Quién era en realidad el misterioso aficionado al Béisbol? ¿Quién era ese literato capaz de chillar de alegría y olvidarse del mundo y todas sus miserias por un pedazo de la felicidad terrenal aportada por el Béisbol?

Cuando se consideran cuidadosamente todos los elementos aportados por el texto de Russell en lo tocante a referencias espaciales, temporales y cualitativas, desde las sombras surge un nombre: Thomas Stearns Eliot  (San Luis, Missouri, 26 de septiembre de 1888 – Londres, 4 de enero de 1965), más ampliamente conocido como T.S. Eliot. En efecto, el poeta y dramaturgo Premio Nobel de Literatura (1948) T.S. Eliot reúne en principio las condiciones planteadas por las referencias mencionadas: ser uno de los principales literatos estadounidenses, ser un hombre de carácter melancólico y ser un personaje con el cual solía ya reunirse Bertrand Russell antes de la escritura del libro “La Conquista de la felicidad”. T.S. Eliot fue incluso alumno de Bertrand Russell en la Universidad de Harvard a finales de la primera década del siglo XX y posteriormente una persona muy cercana al gran filósofo, tan cercana que ambos conformaron un triangulo amoroso junto a Vivienne Eliot, la esposa de aquél.

Sin embargo la tesis propuesta presentó por décadas una fractura en su edificio lógico: T.S. Eliot no parecía mostrar interés alguno por el Béisbol. Los académicos no encontraban el hilo conductor. Mas había algo de artificial en ese desinterés por el Juego de Pelota, como si T.S. Eliot rehuyera el tema, como si el Béisbol le doliera en el recuerdo. Y así era, a T.S. Eliot le dolía el Béisbol en el recuerdo, tal y como propuso recientemente el investigador Louis Phillips basado en las conjeturas de otros académicos.

Al parecer, T.S. Eliot era fanático de los Boston Red Sox, pues aunque era natural de San Luis por su sangre corría la sangre de la familia Eliot de Nueva Inglaterra y el sello de los graduados de Harvard, precisamente en esa misma región. Pese a esto último, los dos primeros años en Harvard de Eliot fueron un desastre desde el punto de vista académico, en teoría porque Eliot estaba más interesado en la suerte de los Boston Americans (el nombre anterior de los Red Sox) y en asistir al estadio de Huntington Grounds que en cumplir con sus asignaciones escolares. Curiosamente justo cuando Eliot entró a Harvard en 1906, Boston había completado una desastrosa campaña de 49 triunfos y 105 derrotas. Hasta el legendario pitcher Cy Young perdió 21 juegos esa temporada. Sí, a Eliot le dolía el Béisbol y le dolía el equipo de sus amores. Eliot no podía concentrarse en la universidad desde el sufrimiento aportado por la mística trágica del equipo de Boston. Pese a ello, el silencio absoluto de Eliot sobre el Béisbol no llegaría hasta la infame venta en 1920 de Babe Ruth al odiado rival: los New York Yankees. Eliot debió haber sentido auténtica rabia e impotencia. El hecho era (y es) abominable. Louis Phillips señala con tino al respecto: “El silencio es desafiante. Todos saben que es imposible pasar cualquier temporada larga en Nueva Inglaterra sin entrar en contacto con la Fatalidad, el Destino y los Desmadres Generales de los Red Sox. Es algo que no se puede dejar de hacer.”

Louis Phillips incluso va más allá al referirse a un borrador del libro de poemas más conocido de T.S. Eliot, esto es “The Waste Land” (“Tierra Baldía”), el cual al parecer se intitulaba originalmente “The Waste Land called Huntington Grounds” (“La Tierra Baldía llamada Huntington Grounds”) en referencia directa al viejo estadio del equipo bostoniano. Debe recordarse que en inglés Waste Land representa una polisemia al admitir tanto la idea de tierra baldía como el desperdicio o el desgaste o el agotamiento de la tierra fértil, es decir vendría a significar una metáfora de la poética trágica de los Red Sox.

Si bien todo lo aquí planteado no pasa de lo meramente especulativo, tengo para mí otra tesis no menor sobre el ocultamiento por parte de Bertrand Russell del nombre del literato fanático del Béisbol: se trató de un hecho flagrante. Russell pretendió preservar en el anonimato el nombre del personaje no sólo porque se trataba de su amigo Eliot y porque pretendía así mantener en secreto lo que el mismo Eliot quería mantener como propiedad exclusiva de su vida y dolor personal en una de esas extrañas formas de las que se llega a revestir la felicidad del individuo, sino porque para el propio Russell era indispensable dentro de su felicidad particular mantener lo más oculto posible el triángulo amoroso ya citado, y del cual el mismo T.S. Eliot era perfectamente consciente. La metáfora bíblica de Pedro, la negación: Bertrand Russell negaba a los Eliot pensando en Vivienne y T.S. Eliot negaba al Béisbol pensando en los Red Sox. La felicidad es una consecuencia de arreglos  inesperados.

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